En la ciudad de São Paulo, una adolescente de 17 años, que prefiere no se revele su identidad, cuenta que hablaba por teléfono con su novio la mañana de este miércoles cuando el chico escuchó cinco estampidos del otro lado de la línea.
Él preguntó a su novia: «¿Eso son tiros?». La joven solo tuvo tiempo de confirmar antes de apagar el teléfono.
Todavía no lo sabía, pero la escuela estaba siendo atacada. Dos exalumnos habían entrado y mataron a cinco estudiantes y dos funcionarias. Antes, ya habían disparado al dueño de una empresa de alquiler de vehículos, que murió en el hospital, y robado uno de los autos. Otras 11 personas resultaron heridas. Por la noche, la policía confirmaba la muerte de 10 personas, incluidos los criminales, que se suicidaron al final del tiroteo.
La adolescente cuenta que estaba en el pasillo, en el área externa en la escuela. «Me agaché al lado de un trabajador, intenté poner la cabeza más abajo, pero no lo conseguí, así que dejé una parte de mi brazo expuesto hacia arriba para que, si él [el tirador] me golpeaba, el daño no fuera tan grande»
En medio del pánico y la desesperación, recuerda la joven, algunos de los estudiantes todavía desconfiaban y pensaban que era una broma. «A esa hora, el chico con la máscara [uno de los autores del atentado] disparó a una niña y dijo que no lo era», dice.
«Luego abrieron la puerta para correr, pero los que estaban agachados no consiguieron levantarse rápido. El personal empezó a correr por encima de nosotros, pisando a todo el mundo. Mi cara todavía está sangrando, me golpeé el brazo, yo estoy toda morada» , dice mostrando las heridas.
La adolescente cuenta que estaba casi en la calle cuando un hombre de camisa roja entró armado en la escuela pidiendo que todos volvieran hacia adentro. «No sé quién era, solo obedecí, corrí a una habitación con mi amiga, le pedí que cerrara la puerta, pero ella no quiso, entonces me quedé allí en el fondo protegiéndome. Solo salimos después, cuando un policía dijo que se podía».
La joven dice que conocía a algunas de las víctimas y cuenta que tenía un cariño especial por la auxiliar Eliana Regina de Oliveira Xavier, de 38 años, que murió en el atentado.
Muestra una foto que se sacó con la trabajadora unos 20 minutos antes del ataque: «Ella era muy amiga de todos los alumnos, es muy triste todo esto».
«¡Vamos a morir, vamos a morir!»
La estudiante de enfermería Débora Rodrigues, de 35 años, descubrió por un grupo de WhatsApp que la escuela donde su hija de 17 años estudia estaba bajo ataque.
La adolescente estaba en el baño cuando todo sucedió. «Escuchó el ruido y creyó que eran petardos, pero los amigos empezaron a gritar: ‘¡Vamos a morir, vamos a morir!’ Ella salió del baño y lo vio todo», cuenta Débora.
La niña llamó entonces a la madre. «Yo no sabía qué hacer, el tiempo se ha detenido, hasta ahora no me creo que haya sobrevivido. Es un alivio, pero ella está muy afectada emocionalmente», dice Débora.
El hijo de Sandra Regina Ramos también está traumatizado por lo que vivió esa mañana. João Vitor Ramos, de 18 años, fue uno de los sobrevivientes del ataque. El muchacho está bastante afectado y llora mucho, cuenta su madre. Dice a cada instante que ve a personas muertas con tiros en la cabeza.
Ella supo que algo había ocurrido con João Vitor por teléfono, cuando recibió la llamada de una cuidadora del hospital Santa María pidiendo que fuera con urgencia al lugar porque su hijo estaba internado allí.
Sandra llegó a preguntar el motivo, pero dijeron que solo podían informar cuando ella llegase. No se imaginó que fuera algo grave. «Pensé que había sufrido una torcedura», dice ella.
Pero luego notó un gran movimiento de policías cerca de la escuela. «Tuve la certeza de que mi hijo había muerto», afirma.
Una vez allí, ella descubrió que el menor había sido golpeado con un hacha durante el ataque. El joven fue solo al hospital, que se encuentra a dos cuadras de la escuela, con el arma aún clavada en el hombro.
«Su novia huyó para intentar saltar el muro y él se dirigió hacia la puerta. Acabó yendo al encuentro de los tiradores, los pasó de largo y fue alcanzado de lejos (por el hacha)», dice Sandra.
João Vitor fue operado para removerle el hacha, cuenta su madre, y no corre riesgo de muerte. «El único problema de mi hijo en la escuela era ser perezoso, nada más», afirma.
«Una carnicería pura»
Wendel Machado, de 42 años, vive a 50 metros de la escuela y escuchó los disparos. Luego, recibió una llamada de su hija de 16 años, que estudia allí. Él salió corriendo de casa para ir hasta el lugar.
«Imagina mi desesperación de ver aquel montón de niños corriendo, llegué a ver a los niños tirados, fue una carnicería pura», dice.
Machado cuenta que su hija y otros estudiantes estaban en el patio de la escuela en el momento del ataque. Las empleadas del comedor actuaron rápido y encerraron a varios alumnos dentro de la cantina.
«Colocaron cosas en la puerta, una nevera. Los atacantes aun así intentaron entrar, pero no lo lograron. Tengo que felicitarlas y agradecerles, si no fuera por ellas no sé lo que habría sucedido. Evitaron una desgracia mayor», dice.
fuente:bbcmundo