Pésaj y la identidad de Israel

La historia de la salida de Egipto, a la que sigue la entrega de la Torá (la Ley), constituye el acontecimiento fundacional del judaísmo como religión y del pueblo judío como nación.

 

 

Rabino Yerahmiel Barylka

Es su «identidad narrativa», según la expresión de Paul Ricoeur, autor de la idea del «ser humano capaz».

De hecho, en la narración bíblica, hasta la salida de Egipto, el judaísmo, si es que puede llamarse así, sólo existe a través de la relación entre personas excepcionales desde Adán el primer ser, hasta Yosef y Dios. Pero recién el don de la Torá, tras la salida de Egipto, los convierte en pueblo.

El mes judío de Nisán, durante el cual se celebra Pésaj, es el primero del calendario litúrgico, y la salida de Egipto, Yetziat Mitzrayim, como acontecimiento fundacional, se recuerda en todos los momentos de nuestra liturgia. Tal es su importancia. Como que recién allí se produce el inicio de la historia de la manumisión, de la redención, de la emancipación, que nos servirá de inspiración para la Redención Total, la Gueulá Shelemá a la que esperamos ansiosos.

La idea de liberación es primordial en el judaísmo, la libertad es el principio que precede a la entrega de la Ley. Los Diez Mandamientos, fueron introducidos por la frase categórica: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud… No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Éxodo 20:2–17).

No podemos sino destacar que Dios no se revela a los hebreos como el Creador, sino como su Liberador y les pide que lo reconozcan como tal. Al hacerlo, antepuso la libertad como principio absoluto.

Esta centralidad de la libertad en el judaísmo llevó a Martin Buber a hacer decir a uno de sus personajes de su novela Gog y Magog: «Dios me hizo libre y si me dejo coaccionar le traiciono».

Lo que celebramos en Pésaj es la emancipación y la libertad. Leer la historia de la salida de Egipto, no alcanza para aprender la liberación en esta noche como el paso definitivo de un estado de esclavitud a un estado de libertad. Es necesario que cada uno y una, nos veamos como si hubiéramos estado esclavizados en Egipto. Así podremos sentir que la libertad es una lucha diaria, perpetua, permanente, que se adquiere progresivamente, y que nunca se logra definitivamente. El judío es un pueblo que cultiva particularmente la memoria del éxodo, pero se recuerda siempre en función del presente; el pueblo de Israel recuerda para actualizar, para reinterpretar, para entender lo que le está sucediendo en el presente.

Este carácter dinámico de la liberación está simbolizado por la prohibición de las masas con levadura, y la necesidad de consumir el pan de la pobreza, la matzá.

La prohibición del jametz, no es menos simbólica. Ya la Torá prohíbe la ofrenda de jametz en el altar del Templo porque era usado en las prácticas idolátricas paganas de la época. Muchos comentaristas han sugerido que la ceremonia del Cordero Pascual en Egipto era un rechazo público del culto egipcio a las ovejas. En la Hagadá Shelemá de rav M. Kasher – aparecen una serie de paralelismos entre las leyes de la idolatría y las normas del jametz, prohibiendo a ambos: Verlos; lograr cualquier tipo de beneficio; guardar hasta la más minúscula partícula. Esto es cierto para la idolatría y el jametz, y la necesidad de quemarlos para erradicar su presencia.  Ninguna otra prohibición de la ley judía se les parece.  El rabino Alexandri considera que es una metáfora de los poderosos impulsos y las pasiones incendiarias que nos acechan y que distorsionan la realidad de nuestra visión. Y yo agrego, que son esos impulsos los que hacen que tantas veces elijamos bajar la cabeza aceptando el yugo, para no renunciar a nuestro espacio de confort.

Este Pésaj está precedido por un terrible derramamiento de sangre que encuentra a las autoridades de las naciones libres actuando de espectadores que únicamente amenazan con intimidaciones incapaces de actuar para detener la muerte. No tienen libertad porque su impotencia es tan grande que los ha paralizado, sería recomendable hacerles un taller para recibir el entrenamiento que el Seder provee.

La disposición al sacrificio por la libertad es su precio. No se regala.

En Nisán fuimos liberados y si deseamos la Redención mesiánica, debemos comenzar a prepararnos ya mismo, ya que en gran medida depende de nuestros méritos.

La primera redención nos señala la próxima. Recordarla y vivirla, nos prepara para el gran momento.

Jag Hapésaj Casher Vesaméaj!

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