Panamá advierte que miles de migrantes recorren Centroamérica rumbo a EE. UU.

La canciller panameña asegura que unos 65.000 migrantes recorren la región con la esperanza de cruzar la frontera estadounidense.

Cerca de 65.000 migrantes más podrían estar cruzando Centroamérica rumbo a EE. UU. en los próximos meses, advirtió la canciller de Panamá, Erika Mouynes, quien en estos momentos se encuentra de visita oficial en Washington.

Las estimaciones de Mouynes, en declaraciones a la agencia Efe, se basan en el flujo migratorio que tanto Panamá como el resto de los países de la región están experimentando.

Mouynes, quien sostuvo diferentes encuentros con funcionarios estadounidense desde inicios de la semana en los que abordó el tema migratorio, destacó que más de 88.000 migrantes han ingresado a Panamá desde enero, buscando continuar por la ruta del migrante de Centroamérica para llegar a EE. UU.

El istmo centroamericano pasó de recibir un promedio mensual de 800 migrantes en enero a más de 30.000 en agosto y sus nacionalidades van desde africanos, cubanos, haitianos y hasta venezolanos.

De acuerdo con la canciller, solo en la frontera entre Panamá y Colombia hay entre 20.000 y 30.000 personas esperando paso para continuar su ruta por la región.

El reto del Darien

Únicamente en la localidad colombiana de Necoclí, cerca de 17.500 personas acampan esperando ser parte de los 500 cupos diarios establecidos por las autoridades de Colombia y Panamá para ocupar una de las lanchas que los conducen a la última parada antes de adentrarse en la selva del Darién rumbo a territorio panameño.

El Darién, un tramo de 575.000 hectáreas de jungla pantanosa, es la única esperanza para los migrantes que buscan cruzar por tierra desde Colombia a Panamá en ruta a Estados Unidos.

Ya en Panamá, esperan el permiso oficial del país centroamericano para seguir su camino hacía EE. UU.

Hace unos días, miles de migrantes —gran parte de ellos, provenientes de Haití— fueron desalojados de un enorme campamento fronterizo entre las ciudades Del Río, en Texas, y Acuña, en México. Algunos fueron deportados vía aérea, mientras que otros permanecen en Estados Unidos.

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