Ómicron, una nueva variante del SARS-CoV-2, fue identificada por primera vez en Sudáfrica el pasado 24 de noviembre.
Ya ha sido reportada en varios países y la evidencia preliminar sugiere que puede tener un mayor riesgo de reinfección, según la OMS.
Ómicron es una de las cinco variantes que el organismo internacional considera de «de preocupación». Así denomina a aquellas a las que se les asocia uno o más de los siguientes cambios en tanto que afecten de forma significativa a la salud pública a nivel global:
- Hay un aumento de la transmisibilidad.
- Hay un aumento de la virulencia —la capacidad del virus de causar daño a su hospedador— o hay un cambio en la presentación clínica de la enfermedad.
- Hay una disminución de la efectividad de las medidas sociales y de salud pública o de los medios de diagnóstico, las vacunas y los tratamientos disponibles.
A esta categoría pertenecen las variantes alpha, beta, gamma y delta, identificadas por primera vez, respectivamente, en Reino Unido, India, Brasil y Sudáfrica.
Además de las «de preocupación», están las consideradas «de interés» (VOI, por sus siglas en inglés). Se trata de aquellas cuyo genoma presenta mutaciones en comparación al virus de referencia y han sido identificadas como causa de transmisión comunitaria o detectadas en varios países.
Una de ellas es la variante lambda, que se encontró por primera vez en agosto de 2020 en Perú, cuando se le denominó C.37 o «variante andina» y ahora está presente en 29 países, según datos del GISAID, una iniciativa de ciencia global que proporciona acceso abiertos a datos genómicos del coronavirus.
Otra es la variante mu, identificada en Colombia el pasado mes de enero y que está presente en 40 países.
De todas las identificadas por la OMS, hay 14 variantes de SARS-CoV-2 que han dejado de ser monitoreadas porque ya no circulan a niveles considerados significativos para la salud pública global.
Los motivos pueden ser porque están circulando desde hace tiempo sin causar gran impacto en la situación epidemiológica de los países o porque evidencias científicas han demostrado que estas variantes no están asociadas a propiedades preocupantes.
Entre ellas están las mutaciones anteriormente conocidas como epsilon (identificada en Estados Unidos), zeta (identificada en Brasil) y theta (identificada en Filipinas). Las tres ya estuvieron clasificadas como variantes de interés.
La cuestión del nombre
Desde principios de junio, el organismo usa las letras del alfabeto griego para referirse a las distintas variantes.
Es una medida, señala, para simplificar la discusión y ayudar a eliminar el estigma que puede generar que una variante vaya asociada al nombre de un país.
«Ningún país debe ser estigmatizado por detectar y reportar variantes», tuiteó a finales de mayo Maria Van Kerkhove, líder técnica de covid-19 de la OMS.
Sin embargo, al nombrar la nueva mutación, los técnicos encontraron algunos obstáculos. La letra correcta después de mu, en el orden del alfabeto griego, sería nu, cuya pronunciación que es semejante a la palabra new (nuevo/a en inglés).
La siguiente sería xi, pero este es un apellido común, según dijo la OMS en un comunicado a Reuters.
Por eso, la OMS decidió saltar esas dos letras y nombrar la nueva variante Ómicron.