Un paseo de pocos minutos por las calles del centro de Monterrey deja ver hasta cuatro fotos de personas desaparecidas. También hay murales con rostros y nombres de aquellos en paradero desconocido. Se ven en cada poste, en cada esquina.
Son la muestra cotidiana de la crisis que vive la capital y todo el estado de Nuevo León, en el norte de México, convertido en la cuarta entidad del país con más desaparecidos según cifras oficiales: más de 6.000.
Pero fue el reciente aumento de casos, especialmente de chicas muy jóvenes, lo que encendió todas las alarmas sobre la inseguridad que ha trastocado la vida diaria de miles de mujeres regiomontanas. Dicen que si no se cuidan ellas mismas, nadie lo hará.
«¿Cómo sé que eres periodista? ¿Por qué no usas grabadora?», me preguntó con recelo Guadalupe, una mujer que estaba en un café pasadas las 10:00 de la noche en el barrio antiguo de Monterrey, considerado el motor industrial de México.
«Yo ya me había fijado que caminaste para allá, que luego te acercabas… Es que estamos como en alerta constante, hasta ese extremo llegamos», me confiesa su amiga Diana, sentada en la misma mesa de la calle José María Morelos, la más animada de esta zona repleta de bares y restaurantes.
Si uno se siente terrible por el hecho de provocar esa sensación en alguien de manera involuntaria, es difícil imaginar cómo sufren las jóvenes un contexto de tanta desconfianza y tensión permanente.
Ambas mujeres dicen que se niegan a «vivir con miedo encerradas», pero no ocultan que esta noche «se pensaron un poco más» el salir las dos solas. «Sí estamos más observadoras porque no nos queda otra que cuidarnos. Duele y es triste, pero así es».
Aunque otras mujeres sí que optan por renunciar a su derecho a disfrutar de la noche.
En el emblemático salón Morelos, un local cercano con música en vivo, dicen que «desde el caso de Debanhi» [la joven que apareció muerta en la cisterna de un hotel en abril y cuya desaparición tuvo una gran repercusión] reciben menos clientas y, sobre todo, ven que las que llegan se retiran a casa más temprano.
«Mira, es muy raro que ya veas por la calle a chicas solas. Siempre vienen en grupos grandes o acompañadas [de hombres]», dice María Palacios, una de sus trabajadoras, quien asegura que ahora están más pendientes de ellas cuando salen del bar o que «cuando están tomadas» se niegan a venderles más alcohol.
«Entre nosotras nos tenemos que cuidar», afirma.
Joven e hija de desaparecida
Nuevo León está bajo el foco desde que medios locales reportaran, a inicios de abril, la desaparición de ocho mujeres jóvenes en solo diez días, la mayoría en la capital Monterrey y su zona metropolitana.
Según cifras del gobierno, 376 mujeres fueron reportadas este año como desaparecidas en este estado hasta el 12 de mayo. De ellas, 48 permanecen como «no localizadas» y seis aparecieron sin vida.
Y en un país donde el 95% de denuncias generales queda en la impunidad, el papel de las autoridades a la hora de garantizar la seguridad y de investigar estos casos está bajo el punto de mira.
Pero lo cierto es que esta tragedia ya golpea a Nuevo León desde hace mucho tiempo. Lo sabe Maya Hernández, una joven estudiante de psicología clínica cuya madre, Mayela Álvarez, desapareció en Monterrey hace casi dos años.
Teniendo entonces apenas 16, a Maya le tocó madurar de golpe y no solo liderar la búsqueda sino también dirigir su casa, en la que vive con su abuela y un hermano pequeño.
«Antes de que mi mamá desapareciera, yo no tenía idea de que esto era una crisis social. Y entonces me di cuenta de que no soy la única, que hay muchos desaparecidos en Nuevo León. Y que en lugar de ir disminuyendo, han aumentado con los años».
Asegura que, en todo este tiempo, no ha habido avances en la investigación. «La Fiscalía nos ha fallado», denuncia, a la vez que exige la implicación del gobernador del estado, Samuel García, como ha hecho con otros casos recientes más mediáticos como el de Debanhi Escobar, María Fernanda Contreras o Yolanda Martínez.
«Que mi mamá desapareciera me hizo ser más precavida y tener más conciencia. Pero cada vez me siento más insegura porque puede que un día no regrese a casa», reflexiona.
«¿Por qué no? ¿Por qué no podemos salir?», pregunta a quienes dicen que esa sería la solución a esta crisis. «Tenemos derecho a divertirnos y no tendríamos que encerrarnos en casa. Ya lo hicimos por una pandemia, ahora no deberíamos hacerlo por la inseguridad».
BBC Mundo no obtuvo respuesta de sendas solicitudes de entrevistas al gobernador de Nuevo León y a la Fiscalía del estado, cuya labor ha sido duramente criticada por familiares de desaparecidos y que llegó a reconocer claras irregularidades en casos como el de Debanhi.
La fiscal de feminicidios estatal, Griselda Núñez, insistió este miércoles en descartar que exista una tendencia generalizada u organizada de violencia contra las mujeres en Nuevo León, por lo que aseguró que cada caso debe ser abordado individualmente.
«No existe una situación de desaparición o de secuestro de mujeres, sino que son condiciones específicas por cada uno de los hechos», subrayó en una conferencia de prensa a la que asistió BBC Mundo.
Instrucciones de búsqueda para familiares
Pero estos mensajes están lejos de tranquilizar a las mujeres de Nuevo León y de su capital, que optan por tomar medidas para protegerse de posibles ataques en una ciudad donde la inseguridad se siente como el tema de conversación de casi cada día.
Según Mariana Limón Rugerio, es «el desamparo por parte del Estado» lo que no les deja otra salida que organizarse. Y más en su caso, que siente el triple de vulnerabilidades como mujer, joven menor de 30 años y periodista de Monterrey.
«Yo dejé a mi familia un instructivo de qué hacer y a quién contactar si desaparezco» para ayudarles a lidiar «con el dinosaurio burocrático que es México».
Gracias a una aplicación, su familia puede monitorear su ubicación a través de su teléfono, del que la joven se comprometió a estar pendiente en todo momento.
Según sus propias instrucciones, sus familiares deben empezar a preocuparse si transcurren tres horas sin que ella dé noticias. Si pasan cinco, deben acudir inmediatamente a la Fiscalía y exigir que inicien su búsqueda, dado que esos primeros momentos de la desaparición son cruciales.
«Obviamente espero que nunca lo utilicen [el instructivo]. Es muy agobiante explicarles a tus papás qué hacer si llegas a desaparecer. Pero prefiero que tengan un cuerpo que velar a que me tuvieran que buscar, porque a nivel psicológico es mucho más pesado para la familia no tener ni un cadáver que enterrar», reconoce la periodista.
Las jóvenes regiomontanas con las que habló han agudizado su ingenio en las últimas semanas a la hora de adoptar medidas de protección.
Desde compartir su ubicación a través del celular en todo momento hasta llevar gas pimienta o aparatos de descargas eléctricas en el bolso, pasando por evitar publicar fotos en sus redes sociales a tiempo real para impedir que desconocidos sepan su ubicación al momento, son algunas de ellas.
Mónica López, quien es maestra de educación especial de 26 años y vive en el municipio de Escobedo, lamenta que se vean obligadas a adoptar estas restricciones y limitarse por el hecho de ser mujeres.
«Pero, aunque no es justo, te acabas resignando por tu familia y por llegar viva a casa», admite.
La joven le dice que, a raíz de los últimos casos, algunas de sus amigas entraron en una ansiedad social por la que se alegraban incluso de trabajar desde casa para no tener ni que salir. «Es una incertidumbre. Te limitas, pierdes la seguridad, restringes tus horarios…».
«Yo tengo miedo porque yo sí salgo, sí estoy en la noche, sí voy a fiestas. Si llego a ser yo la víctima, ojalá que me digan ‘la maestra’ y no ‘la que desapareció porque estaba tomando'», dice criticando a quienes tienden a revictimizar a las víctimas o sus familiares por su comportamiento como si eso justificara que las desaparecieran.
E inevitablemente, esa inseguridad de la que tanto se habla en Nuevo León salpica también a su trabajo y la relación con sus alumnos.
«Estableces muchos consejos y recomendaciones de seguridad, trabajas para que confíen en ti. Qué feo, porque son niños, pero al final es la cultura en la que están creciendo y a la escuela nos toca prepararlos para lidiar con eso».
Mujer, joven y policía
Temprano en la mañana, en el parque Fundidora -actual pulmón verde de Monterrey tras décadas ocupado por la compañía de hierro y acero de la ciudad- se puede ver a decenas de personas haciendo deporte.
Carolina Ayala, una chica de 25 años que acude casi todos los días a andar en patines, dice que prefiere hacerlo a esa hora que en la noche. «Cuando está medio oscuro, hay mucho hombre, ya no sabes… a esta hora, como que está más seguro».
Desde hace semanas, todo desplazamiento lo hace en el auto de su mamá o hermano. «No puedo andar sola, me da miedo, y eso que yo soy muy independiente. Pero toca cuidarse. Ahorita, ni de chiste me arriesgo», cuenta antes de que llegue su madre, quien también hace deporte con ella.
Las autoridades, tan señaladas por las jóvenes por no garantizar su seguridad, se ven a veces en «una situación complicada» como la que reconoce vivir Gabriela Martínez.
Ella es policía local de Monterrey desde los 19 años, pero antes que nada es una mujer joven a la que también afecta el escenario actual.
«A pesar de trabajar en esta área, sí se tiene un temor porque también soy mamá. Creen que uno es policía 24 horas y que tenemos como ese chip de estar más alerta, pero eso tampoco quita que nos pueda llegar a pasar algo y estamos expuestas».
La oficial asegura que, tras el incremento de la inseguridad hacia la mujer, los agentes de la ciudad han implementado medidas para aumentar el apoyo y protección a jóvenes mujeres en situación de vulnerabilidad, como por ejemplo acompañarlas cuando están esperando solas la llegada de su transporte.
Sin embargo, Martínez es consciente de que uno de los mayores retos de la policía es volver a ganar la confianza de la ciudadanía «que se perdió por cosas que pasaron en años anteriores» y lograr así que las mujeres se acerquen a ellos en situaciones de riesgo.
«Yo, como mujer, obviamente voy a velar por las demás. Tengo una niña por la que me gustaría que también alguien se preocupara cuando anda en la calle. De verdad, que tengan la confianza en nosotros de que vamos a hacer todo lo posible para que lleguen bien a casa», promete.
Pero la situación de inseguridad en Nuevo León no parece mejorar a ojos de muchas mujeres, quienes se muestran muy pesimistas sobre la posibilidad de una solución
Mientras algunas se ven obligadas a limitar sus movimientos para no terminar secuestradas, los familiares de las desaparecidas siguen alzando su voz para que sus casos no caigan en el olvido de las autoridades.
Ellos, como muchos otros, se siguen preguntando lo que los trabajadores de la Fiscalía estatal ven pintado en el suelo frente a su edificio en letras grandes, junto a los nombres de algunas de las miles de mujeres desaparecidas en el estado: «¿dónde están?».
* Con la producción en Monterrey de Melva Frutos.
fuente:bbcmundo