La insistencia de Donald Trump en que quiere establecer mejores relaciones con Rusia amenaza con revolucionar la política exterior de Estados Unidos.
La apertura del presidente estadounidense hacia Vladimir Putin ha consternado a casi todas las autoridades de la política exterior en Washington.
Pero Trump no está solo. Esa disposición hacia Putin ahora la comparten algunos políticos europeos en Francia, Italia, Hungría, la República Checa y en otros países. Y no todos son de la extrema derecha.
No es posible que todos sean agentes del Kremlin. Entonces, ¿por qué tantos están atraídos por Putin en Occidente?
Hace tiempo, dos políticos, uno estadounidense y el otro ruso, unieron sus manos a través de la mesa de un bar. Y ambos empezaron un duelo de vencidas (un pulso). Pero no se trataba de una competencia real.
El duelo terminó en un segundo y el ganador fue el vicealcalde de San Petersburgo, un hombre que había estado incrementando su fortaleza física tras años de entrenamiento de judo.
Pocos fuera de Rusia habían oído hablar de él. Pero cinco años más tarde se convertiría en su presidente.
El congresista estadounidense Dana Rohrabacher todavía se ríe cuando recuerda su breve duelo con Putin, en 1995, cuando el ruso hizo una visita con una delegación oficial.
A favor de la distensión
Desde entonces no se ha vuelto a reunir con Putin. Pero durante muchos años Rohrabacher ha sido la voz más consistente en Washington a favor de una distensión en las relaciones con Rusia.
En realidad, ha sido una minoría de uno.
«No veo a Putin como un buen tipo. Lo veo como un mal tipo. Pero no todos los malos tipos del mundo son enemigos a quienes debemos frustrar y derrotar», dice el congresista Rohrabacher.
«Hay muchas áreas en las que éste sería un mundo mejor si trabajáramos juntos, en lugar de este bombardeo constante de hostilidad dirigido a cualquier cosa que los rusos estén tratando de hacer».
Rohrabacher no aprueba el hackeo ruso durante la campaña electoral estadounidense o las incursiones militares del Kremlin en Ucrania.
Pero cree que Rusia es víctima de los estándares dobles de Occidente.
Y esa es una visión que comparten algunos expertos occidentales en Rusia, aunque la vasta mayoría subraya lo agresivo que se ha vuelto el país bajo el presidente Putin.
Richard Sakwa, profesor de política rusa y europea de la Universidad de Kent, en Inglaterra, forma parte de la minoría.
«Vivimos en una caja de resonancia que sólo se escucha a sí misma»,dice. «El meme clave es ‘agresión rusa’ y éste se repite hasta el cansancio en lugar de pensar».
«Cuando se trata de nuestros intereses nacionales, es bueno. Pero cuando Rusia trata de defender sus intereses, es ilegítimo, es agresivo, y es peligroso para el resto del mundo».
«Evidencia»
La anexión de Crimea y el apoyo militar a los separatistas en el este de Ucrania por parte de Rusia se ha tomado extensamente como evidencia de que Putin busca extender las fronteras de su país.
Pero el profesor Sakwa considera a la crisis de Ucrania como un síntoma del fracaso tras la Guerra Fría para establecer un nuevo sistema de seguridad internacional que incluya a Rusia.
Mientras tanto, Stephen Cohen, profesor emérito de estudios rusos de la Universidad de Nueva York, argumenta que el «vilipendio» del presidente Putin en Occidente se desprende originalmente de la decepción cuando el líder ruso le volteó la espalda a algunas de las reformas de su predecesor, Boris Yeltsin, inspiradas en Occidente.
Eran reformas que para muchos rusos fueron responsables de la rebeldía y disminución en los estándares de vida durante ese período.
«Putin es un europeo tratando de dirigir un país que es sólo parcialmente europeo», afirma Cohen.
«Pero nosotros exigimos que todo el mundo marche a ritmo de nuestro reloj histórico».
El profesor Cohen es una rara voz liberal a favor de la distensión.
La mayoría de los estadounidenses que quieren mejores relaciones con Rusia están políticamente a la derecha.
Algunos son «neoaislacionistas» a quienes les disgusta lo que ven como intentos de su país de «exportar democracia», ya sea hacia Irak, Siria o Rusia.
En eso están de acuerdo con el Kremlin, que se opone a cualquier interferencia exterior en los asuntos de Estados soberanos.
«Esferas de influencia»
Otros son «realistas estratégicos» que argumentan que las grandes potencias, incluida Rusia, siempre tendrán «esferas de influencia» más allá de sus fronteras.
En Estados Unidos, la doctrina Monroe buscó evitar la participación militar y política exterior en el Nuevo Mundo.
El argumento opuesto es que los Estados independientes tienen el derecho de pertenecer a cualquier alianza que deseen.
La mayoría de los antiguos países del bloque soviético en Europa del este se unieron a la OTAN y la Unión Europea después de la Guerra Fría.
Y algunos líderes actuales y pasados de estos Estados han advertido a Trump que cualquier intento de negociar con Putin podrían poner en riesgo la seguridad de la región.
Pero un gobierno de Europa central, Hungría, tiene una posición distinta.
«No vemos a Rusia como una amenaza para Hungría», dice el canciller, Peter Szijjarto. «Si Rusia y Estados Unidos no pueden trabajar juntos en asuntos globales, eso socavará la seguridad de Europa del este».
Hungría también desea poner fin a las sanciones que Occidente impuso contra Rusia después de su anexión de Crimea.
Dice que éstas son contraproducentes, porque han conducido a que Rusia responda con sanciones que han dañado a las industrias de exportación europeas.
Peter Toth, jefe de la asociación húngara de criadores de cerdos mangalica, cuya grasa es muy apreciada en Rusia, dice que sus miembros están entre los perjudicados.
«Valores cristianos»
Pero el gobierno húngaro, que ha sido extensamente criticado por limitar parte del sistema democrático de separación de poderes, también comparte otros intereses con Rusia.
El primer ministro, Viktor Orban, ha dicho que Europa debe mantener sus «valores cristianos» ante la inmigración de países musulmanes.
El Kremlin también ha resaltado en su retórica la necesidad de preservar la identidad nacional y los valores cristianos, lo que ha llevado a que nacionalistas en Occidente vean a Moscú como un aliado.
Muchos, particularmente en la derecha, creen que la amenaza de la inmigración masiva y el terrorismo es ahora mayor que la amenaza de Rusia.
El congresista Rohrabacher expresa: «Decir que Rusia es el enemigo, cuando ellos también están amenazados por el terrorismo radical islamista, es precisamente el camino equivocado».
Argumentos con ese que, reforzados por el presidente Trump, parecen estar influenciado a algunos estadounidenses.
Para fines del año pasado, más de un tercio de los electores republicanos veían favorablemente al presidente Putin, según un sondeo de YouGov, comparado con sólo una décima parte en 2014.
Sin embargo éste encontró a los demócratas les disgusta Putin hoy más que nunca.
El profesor Stephen Cohen cree que Donald Trump tendrá una enorme dificultad para vender una nueva política sobre Rusia.
«Si Trump dice que necesitamos una distensión con Putin por el bien de nuestra seguridad nacional», afirma, «será muy difícil lograr que la gente de centro e izquierda lo apoyen, porque se les llamarán apologistas de Putin y de Trump. Es un doble revés».
fuente:bbcmundo