Puede parecer que llevar burkini es un ejercicio de libertad. Me lo pongo porque quiero, argumentan las mujeres que lo usan. Pero ellas no pueden escoger. Los hombres de sus países, -no sólo los dirigentes sino también sus hermanos, sus padres y sus hijos- las obligan a no enseñar ni una brizna de cabello -las mujeres son fuente de pecado-. Deben ir cubiertas de la cabeza a los pies para no ser detenidas, castigadas, encerradas o algo peor, apedreadas hasta la muerte.
El cuerpo de la mujer debe ocultarse para proteger al varón -según dictan las doctrinas radicales de teólogos ultras- de la influencia malévola de la carne femenina. ¿Qué libertad hay en ello? ¿Puede ser libre una mujer que lleva un burkini a la playa? Porque ella no escoge. A ella se lo imponen.
Además hay -siempre hay- una pequeña parte de mujeres opresoras. Hembras que enarbolan la ideología machista incluso más que los que la imponen. Féminas que -en nombre de una supuesta fe- se convierten en opresoras de otras mujeres.
¿Es libre una mujer musulmana de escoger como se baña en la playa? No. Como tampoco es libre de escoger cómo se viste o con quién camina por la calle.
Nosotros, en occidente, sí somos libres
En teoría. Porque hace falta mucha autoestima y unos buenos ovarios cuadrados para irte a la playa sin depilar ninguna parte de tu cuerpo -imaginen piernas, axilas e ingles con matojos de cabellos-, con un bikini minúsculo por el que rebosa la grasa, y luciendo estrías y celulitis con orgullo y satisfacción.
Sí, claro, nadie nos matará, Nadie nos castigará. Nadie nos meterá en la cárcel. Nadie nos llevará a rastras a casa para que nuestro marido nos pegue una paliza por avergonzar a la familia. Esa es la grandísima y abismal diferencia entre el burkini y el bikini. Pero nosotras -nosotros- tampoco somos libres del todo.
Fuente:noticias.yahoo.com