Hoy hace 50 años, el 16 de mayo de 1966, comenzó en China la llamada Gran Revolución Cultural Proletaria, un movimiento sociopolítico que condujo al país a una década de caos y agitación.
El movimiento, lanzado por el entonces presidente del Partido Comunista, Mao Zedong, fue una campaña que tenía como objetivo eliminar a sus rivales.
Mao instó a la juventud china a «purgar» a la sociedad: a preservar «la verdadera» ideología comunista en el país, «deshaciéndose de los restos del capitalismo y los elementos tradicionales de la sociedad china«.
Tras poner en marcha la Revolución siguieron años de violencia y enfrentamientos sangrientos que sólo terminaron con la muerte de Mao en 1976.
Ai Hua tenía 16 años cuando Mao lanzó su proclamación y fue de una los millones de jóvenes que se unieron a los Guardias Rojos, el movimiento estudiantil que respondió al llamado de Mao para llevar a cabo la revolución.
Ahora, 50 años después, Ai Hua -que actualmente vive en Londres- hace una reflexión para la BBC sobre lo que significó esta era:

Mi nombre es Ai Hua. Cuando la Revolución Cultural comenzó yo estaba en el primer año de preparatoria. Estábamos en medio de un entrenamiento militar cuando nos pidieron súbitamente que regresáramos a la escuela.
No teníamos idea de lo que estaba sucediendo.
Cambios radicales en el campus
Las clases se detuvieron y nuestro director fue clasificado como un Hei bang(un término que originalmente se refería a las fuerzas negativas del país: aquéllos que querían seguir por el trayecto capitalista).
Se nos dijo que algunas personas estaban en contra del presidente Mao, de manera que necesitábamos unirnos a los Guardias Rojos para defenderlo.
Sólo los alumnos de las buenas familias podían unirse a los Guardias Rojos. Como yo provenía de una buena familia, me uní a ellos.
Recuerdo que un compañero una vez nos llevó a mí y a otra niña a una «cámara de la tortura» para «educarnos» porque no éramos suficientemente radicales.

Me horrorizó lo que vi. En el cuarto estaba una mujer mayor que, se dijo, era la esposa de un propietario. Le habían rapado la mitad de la cabeza y tenía la cara inflamada.
La forzaban a beber agua de un balde colocado junto a ella, en el que también mojaban látigos.
Pensé que parecía una escena de una película revolucionaria (donde los comunistas eran torturados), pero no me atreví a decirlo.
Días después la mujer murió. Se lanzó desde lo alto y murió cuando nadie estaba mirando. Cubrieron su cuerpo con pósters enormes y la colocaron en un carro para llevarla a un cementerio y cremarla.
También recuerdo a nuestro maestro de chino fue tenía unos 60 años. Era muy talentoso y le gustaba escribir poemas.
Después de que comenzó la Revolución Cultural los estudiantes lo acusaron de formar una sociedad reaccionaria de poesía. Se ahorcó en el marco de la puerta de un salón de clases. Aún hoy seguimos hablando de él.
Uno de mis tíos era apicultor. Lo atacaron gravemente por tratar de enriquecerse, le colgaron una piedra de molino en el cuello durante las marchas de denuncia. Al final se suicidó.

Yo tenía sólo 16 años en esa época. Pensaba que no era correcto golpear a la gente, que el mundo se había vuelto loco y que ya no se nos permitía pensar.
A medida que más personas importantes eran purgadas, incluido el presidente y sus generales, yo comencé a tener dudas.
«¿Por qué hay tantos funcionarios malos?», pensaba.
Después, mi padre fue acusado de traidor y fue interrogado.
Trabajo en la granja
Para 1968, el gobierno había comenzado a enviar a los jóvenes de las ciudades hacia el campo, porque en las ciudades ya no había clases regulares ni empleos.
En 1969, me enviaron a una granja del ejército. La vida allí era dura. Hacía mucho frío y a menudo no teníamos suficiente para comer.
Teníamos que hacer ejercicio, trabajar en la granja y practicar tiro con rifle.
Fui testigo de lo que el frenesí juvenil puede hacer, de manera que después de eso ya nunca me interesó ningún tipo de movimiento masivo. Me rehusé a adorar a ninguna persona»
Un año después me uní al ejército.
Recuerdo que una vez visité a mi tío antes de irme a la granja. Debíamos llevar a cabo algunos rituales.
Cada mañana, antes del desayuno, mi tío, tía, primo y yo nos parábamos en frente del retrato del Presidente y le deseábamos una vida larga, larga, mientras ondeábamos nuestros pequeños libros rojos.
Si mi primo cometía un error, la tía le decía que tenía que informar sobre su error al presidente Mao y pedirle perdón.
Me di cuenta después de que ella provenía de una familia capitalista y que tenía que ser extremadamente cuidadosa.

La Revolución Cultural duró 10 años y fuimos testigos de cosas horribles que la gente de nuestra edad no debía haber visto.
Entre éstas el hecho de que uno de mis compañeros se lanzó desde lo alto para matarse, el suicidio de los padres de mis compañeros y muchas otras muertes terribles.
Fui testigo de lo que el frenesí juvenil puede hacer, de manera que después de eso ya nunca me interesó ningún tipo de movimiento masivo. Me rehusé a adorar a ninguna persona.
También aprendí que debemos de pensar por nosotros mismos, que no debemos solamente creer en lo que nos dicen los demás.
Debemos pensar con independencia.
He tenido algunas experiencias difíciles, pero me he convertido en una persona trabajadora y optimista.
fuente.bbcmundo