«La reina de Saba es la única mujer que aparece en la Biblia no por santa, ni por puta, sino porque era una mujer sabia y poderosa»

«Yo soy descendiente de la reina de Saba».

Una única frase pronunciada aún hoy en día por mujeres de Yemen, Etiopía y Somalia va mucho más allá del mito de una figura recogida en la Biblia y en el Corán.

Encierra dignidad, la bandera del poder femenino contra toda adversidad, pero también un trasfondo histórico de jerarquías sangrientas y odios ancestrales.

La escritora colombiana Laura Restrepo se sumerge en su novela «Canción de antiguos amantes» en la leyenda de la reina de Saba, una quimera que han perseguido desde Tomás de Aquino a André Malraux o Gérard de Nerval y la entrelaza con la tragedia humanitaria en el Golfo de Adén, que separa el cuerno de África de la península arábiga. Un espacio donde conviven realidad y mito.

A través de una especie de Sherezade, pero en versión masculina, llamado Bos Mutas, que sale a buscar a aquella reina mítica, Restrepo relata lo vivido durante sus viajes con la ONG Médicos Sin Fronteras hace siete años, con la que estuvo en Yemen, Etiopía y la frontera con Somalia.

Habló con la escritora en el marco del Hay Festival Cartagena que se realiza entre el 26 y el 29 de enero de 2023 en esa ciudad colombiana.

Línea

¿Cómo nace esta novela que entrelaza la tragedia humanitaria de Yemen, Somalia y Etiopía con la reina de Saba?

De alguna manera fue por azar. Empieza por una invitación que me hizo Médicos Sin Fronteras. Ellos hacen esa convocatoria a escritores para llevarlos a conflictos donde las crisis humanitarias se han perpetuado de tal manera que los medios ya no les ponen atención. (…)

No tenía mucha noción de Yemen, te lo confieso. A parte de que era un mundo árabe profundo. El único recuerdo o referencia que tenía de Yemen era la reina de Saba por un librito muy bello que había leído de André Malraux, que anduvo buscándola en una avioneta, buscando sus ruinas por los años 40.

Llegas allá y te encuentras con una tragedia de una magnitud que fundamentalmente involucra mujeres y niños, la gran masa de migración que viene de todo el cuerno de África. Miles y miles de mujeres de Kenia, Etiopía, Eritrea en busca de ese lugar imposible donde la vida sea posible.

Hasta ahí la reina de Saba nada tiene que ver con las joyas de plata, los camellos blancos, las grandes sedas con que siempre la ha adornado Occidente. Y sin embargo, y preguntándoles a las propias mujeres, en plan reportera, me sorprendía que muchas de ellas me respondían además con arrogancia: «Yo soy descendiente de la reina de Saba». Como diciendo: «¿Quién eres tú? A mí me ves como mendiga, pero yo vengo de una dinastía milenaria que va a subsistir cuando de tu cultura ya no queden sino cenizas».

Te lo dicen muy a la cara y de forma retadora como una señal de identidad, de sobrevivencia. Me golpeó mucho y pensé, «ésta no solamente es tierra de desastres, esta tierra es la heredera de una tradición prodigiosa y de una carga de poesía y de mito que resuena pese la tragedia», de ahí el vínculo.

André Malraux salió a buscar a la reina de Saba en las ruinas de sus palacios y no la encontró. Ahora la encuentro yo en todas y cada una de estas mujeres que van descalzas quemadas por el sol y la sal, atravesando el desierto.

Portada del libro "Canción de antiguos amantes"

La reina de Saba, como dices en el libro, además aparece en la Biblia y en el Corán.

La reina de Saba no era un mito en el que yo hubiera reparado salvo por el librito de Malraux, que es muy bello, porque Malraux no la encuentra en el terreno, pero la encuentra en el libro.

Mirando y buscando en toda la cultura árabe y también en la cultura occidental rastros de la reina de Saba es sorprendente que la única mujer que en esa época aparece en un testimonio fabuloso como es la Biblia no lo haga por santa, ni por puta, ni porque le cortó el pelo al uno ni la cabeza al otro, ni por mártir, sino porque era una mujer sabia y poderosa.

La sabiduría, el amor por el conocimiento, la marca, marca su identidad y se correspondía mucho con otra de las respuestas recurrentes que me llamaba la atención que es que mujeres que no tienen nada, -ni techo, ni comida-, enfermas, cuando les preguntaba, «¿qué buscas?, ¿qué quieres?», decían: «Quiero educarme, yo quiero ser maestra, o yo quiero ser enfermera o yo quiero ser médica».

Muy lindo cómo ese sueño de conocimiento se repetía también en ellas.

¿Pero qué supone exactamente para las mujeres ese mito de la reina de Saba?

Primero, ese sello de superioridad te lo aplican a ti. Vienes en esa camioneta y tienes esa cámara y tienes esa ropa y seguramente tienes una casa en algún lugar del mundo. Yo no tengo nada, pero yo soy descendiente de la reina de Saba.

Eso me pareció muy interesante porque te rompe un impulso de conmiseración o de un aspecto que a mí me parece tan desagradable que es los occidentales yendo a dar lecciones al atrasado mundo musulmán. Ellas te ponen en tu sitio desde el principio.

¿Quién eres tú para venir a sentar cátedra acá? Yo soy descendiente de la reina de Saba. Y en esa medida me parecía una señal de dignidad que uno tenía que respetar.

Un grabado de la reina de Saba de Pierre Olivier Joseph Coomans (c. siglo XIX) del siglo XIX.

La reina de Saba aparece en la Biblia, en el Corán y en la historia de Etiopía. Su leyenda ha inspirado numerosas películas y obras de arte en todo el mundo.

Muchos migrantes pierden la vida antes de llegar al puerto de Adén que separa el Cuerno de África de la península arábiga. ¿Cómo fue tu experiencia en esa zona?

Por un lado, yo estaba con los equipos de Médicos Sin Fronteras. Estaba con jóvenes de distintas partes del mundo, de la propia Somalia, de la propia Yemen, que andaban ahí viendo cómo dar una mano.

En particular, ahí se hacía el patrullaje por la costa poniendo los focos del automóvil encendidos hacia el mar, porque en la oscuridad cuando las pateras los tiran al agua, ni siquiera saben hacia dónde nadar, los que saben nadar, porque la orilla no se ve.

Era el intento de rescatar a los náufragos que venían, de ponerles las mantas contra la hipotermia, darles agua, unas galletitas, los que estaban en malas condiciones llevarlos a la enfermería.

Eso en el Golfo de Adén y luego adentro, en los campamentos de refugiados, lo mismo.

Mapa del Golfo de Adén

¿Y qué semejanzas ves entre ese cruce de migrantes entre esos países y el conocido como tapón del Darién, en el límite de tu Colombia natal y Panamá?

Todas y con la gran migración que sube de América Latina por América Central para toparse con el muro de la infamia de (Donald) Trump y ahora de (Joe) Biden, porque los niños siguen entre cajas ahí, los hijos de los detenidos por tratar de cruzar la frontera.

En Colombia son más de 2 millones de personas las que están en perpetuo desplazamiento interno.

Mi primer libro, que se llama «La multitud errante», es sobre el desplazamiento interno en Colombia. Fue la primera vez que empecé a seguir esas rutas de desplazados para armar mis libros.

Después escribí uno que se llama «Hot sur», sobre la historia de tres latinas indocumentadas en EE.UU. luchando con la cárcel, la injusticia, la policía y ya no viviendo el sueño americano, ni tratando de entrar, sino tratando de huir.

Y ahora éste de «Canción de antiguos amantes», que tiene el romance mítico de la reina de Saba y Salomón como trasfondo, y otra historia de amor en terreno entre el narrador, Bos Mutas, y una partera somalí que de alguna manera es una de esas reencarnaciones de la reina de Saba, pero que tiene como telón de fondo el gran río de las migrantes de toda esa zona del mundo.

Si bien se habla mucho en los medios de la crisis migratoria entre EE.UU. y América Latina, la de Yemen parece olvidada.

Sí, absolutamente. Durante años fue la misma situación con Colombia. Claro que hay razones, digamos catástrofes naturales que causan la migración, pero en la mayor parte son razones políticas.

Durante décadas tuvimos en Colombia unos gobiernos de ultraderecha que generaron una violencia tal y que liberaron, por ejemplo, las fuerzas paramilitares o el descontrol del narcotráfico que eso produjo. Eso tiró al desarraigo y al destierro a millones de personas en Colombia. Sin embargo, era un conflicto de alguna manera sordo y mudo, porque ni siquiera se reseñaba.

Yo creo que ahora Latinoamérica está dando un cambio muy interesante, con distintas fórmulas, hacia gobiernos más sociales, gobiernos más de izquierda, que tienen en cuenta más las condiciones de vida. Unos con mayor éxito que otros, pero América Latina está dando el giro y en particular hacia la paz.

La guerra es la gran engendradora de destierro. Por ejemplo, el gobierno colombiano en su empeño por seguir adelante con las negociaciones de paz con los grupos armados, inclusive en su empeño por neutralizar la tremenda fuerza militar del narcotráfico bogando por la legalización de la droga. Es la prohibición la que genera las inmensas ganancias y la guerra interna de los propios cárteles (…)

El problema es la arbitrariedad absoluta de una geopolítica que deja las fronteras abiertas para que circule la mercancía, pero le cierra las puertas a la gente que necesita trabajo. Eso tendría que estar libre.

Yo viví por años en México. En la oficina donde yo estaba uno de los chóferes había atravesado la frontera mexicana clandestinamente 17 veces. Se metía para las cosechas de fruta, de fresa, iba cosechaba y se volvía a su casa. Los latinoamericanos, en general, como los somalíes, como los yemeníes, como los ingleses, como los alemanes, aman su propia tierra.

El sueño no es ir a vivir a otro lado. En eso creo que los norteamericanos se hacen una idea equivocada. Quieren trabajar y llevar dinero a su propia tierra.

Fronteras abiertas para los trabajadores migrantes. ¿Por qué pueden pasar las mercancías y se favorece toda esa globalización de las mercancías, pero lasfronteras están cerradas para la gente que trabaja?

Retrato de Laura Restrepo

En esas condiciones de despojo absoluto, esa dosis de arrogancia también es expresión de un deseo de pelear»
Laura Restrepo
Escritora y periodista colombiana

En el libro reflejas especialmente el sufrimiento de las mujeres, tanto de las propias mujeres yemeníes como de las mujeres etíopes o somalíes.

La razón por la cual la migración es básicamente femenina es porque la guerra se chupa todos los hombres. Todos los pastores, los profesores, los ingenieros, todos acaban siendo soldados en esta guerra que no tiene fin.

Contiendas internas entre las distintas etnias y al mismo tiempo, esta guerra imposible de ganar.

A mí el sufrimiento es algo que no me convoca ni el dolor ni la tristeza, si tú quieres peco por eso, porque a mí lo que me gusta es la lucha, la capacidad de resistencia a la fuerza, la dignidad de la gente y es algo que encuentro donde quiera que voy. Y también estas mujeres, estas reinas de Saba, a su poderosa y terrible manera, son grandes luchadoras, es decir, es gente de la que uno admira absolutamente su capacidad de sobrevivir.

Por eso, volviendo a la frase «soy descendiente de la reina de Saba», esa dosis de arrogancia también es expresión de un deseo de pelear. «Me quieren borrar del planeta, pero no es verdad que yo sea nadie. Yo soy alguien y yo doy la pelea».

A mí me preguntarás, pero qué hace la literatura en un terreno tan desolador, tan catastrófico. A mí me conmovía mucho ver los papelitos que llevan colgados al cuello las mujeres en unas bolsas de plástico.

Los meten en esas bolsas de plástico para protegerlos de las inclemencias del clima. En esos papelitos dicen cosas como: «Me llamo tal, vengo de tal pueblo, dejé a mi marido en tal otro, mi hijo está enfermo. Si alguna vez te cruzas con él, por favor, dile que la madre lo recuerda».

Mínimas biografías que en el libro yo pongo que asociaba con el SOS que un náufrago lanza al mar dentro de una botella.

De todas maneras, esos papelitos son literatura, es alguien contando su historia, es alguien diciendo: «Estoy viva, estoy aquí, mírame, escúchame. Utilizo la escritura para llegar a ti».

Retrato de Laura Restrepo en Etiopía

En sus viajes con Médicos Sin Fronteras, la escritora visitó Yemen, Etiopía y la frontera somalí.

En tu libro también hablas de la mutilación genital, aún vigente en muchos países.

Eso es brutal.

Es interesante también mirar este mundo a través de los ojos de Médicos Sin Fronteras con los dilemas a los que se enfrentan.

Por un lado, ellos llegan a un país con la obligación y la determinación de respetar las costumbres de ese país. Pero al mismo tiempo se topan con cosas horrendas como es una costumbre generalizada de mutilación genital femenina, que se da en toda esa zona.

¿Cómo respetas la costumbre de un país cuando llega una mujer infectada a decirte, por favor, ábreme y cúrame la infección que me ha tenido padeciendo toda la vida? Miles de mujeres mueren por eso.

El cierre de los labios de la vulva puede ser o parcial o radical con extirpación del clítoris. Muchas veces el cierre es tan estrecho que hace que en la menstruación salgan solo tres gotas de sangre.

Es brutal. Las hace pudrirse por dentro, las vuelve estériles, las rechazan por estériles. Es una tragedia inenarrable.

Los médicos y las médicas en particular tienen sus propias maneras de ayudar a cualquier mujer que viene en esas condiciones, pero claro, es complicado porque la presencia talibán ahí era muy fuerte también.

Otra cosa que queda muy patente en el libro es la vergüenza, ¿qué peso tiene la vergüenza sobre las mujeres de esos países?

Es llamativo inclusive, que muchas veces la palabra la usan en inglés, Shame, la vergüenza.

Una forma de coacción sobre las mujeres, inclusive más fuerte que la física.

Muchas cosas no se pueden hacer por vergüenza con la familia. Matrimonios a los que hay que acceder para que la familia no sufra la vergüenza de tener una madre soltera o tener a una mujer que no se ha casado después de cierta edad.

Shame pesa como una lápida sobre las mujeres.

fuente.bbcmundo

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