Depresión, pánico y ansiedad.
Son estados anímicos que estuvieron presentes, durante años, en los días de Vicky Spratt, una joven británica de 28 años.
¿La razón? El uso de pastillas anticonceptivas, según relata.
Millones de mujeres las consumen y no tienen inconvenientes, pero para algunas, los efectos colaterales pueden ser perjudiciales para su salud mental.
Fue eso lo que le pasó a Spratt.
Todo empezó a los 14 años, cuando su madre la acompañó al médico porque su periodo menstrual había durado tres semanas.
La doctora que la atendió dijo que la píldora anticonceptiva probablemente la ayudaría.
«Me advirtió que no me protegería de enfermedades de transmisión sexual y que, si tenía sexo sin protección, podría sufrir de cáncer cervical más adelante. Pero a los 14 años, las relaciones sexuales no eran parte de mis intereses», recuerda la chica, editora del sitio web de moda The Debrief.
Recibió una prescripción de tres meses.
«Sentía que sacar las diminutas pastillas amarillas de su empaque era una especie de rito de iniciación para convertirse en mujer. Las pastillas eran un símbolo de feminismo, liberación e innovación médica», cuenta Spratt.
La «ruleta de la pastilla»
Fue así que empezó una época, que duró más de una década, y que la joven llamó la «ruleta de la pastilla»: la búsqueda de la píldora anticonceptiva adecuada para su organismo con diversos grados de éxito y desastre.
En esos años empezó a padecer de ansiedad, depresión y marcados cambios de humor que han estado presentes en su vida adulta, en mayor o menor medida.
Sus relaciones no duraban y tuvo incluso que dejar la universidad por un año.
«Pensé que el problema era yo: una persona infeliz, insegura e inútil«.
Y no fue sino hasta que terminó la universidad, teniendo poco más de 20 años, que empezó a considerar seriamente si su estado anímico estaba vinculado con las pastillas anticonceptivas.
En ese momento, comenta, sus problemas mentales y su comportamiento no podían atribuirse a los de una «adolescente malhumorada».
No estaba sola…
Una madrugada, insomne por un ataque de pánico que había durado toda la noche, empezó a buscar información acerca del tema en internet.
En ese momento estaba probando una anticonceptiva que solo tenía progesterona debido a que sufría de migrañas.
En esos casos, las pastillas que también incluyen estrógeno, no se consideran seguras para la mujer.
Los términos de búsqueda fueron: anticonceptivas + depresión / ansiedad.
«Y lo encontré: foros y comentarios en blogs de personas que habían experimentado los mismos síntomas que yo«.
En este punto, Spratt había conversado con su médico en varias ocasiones. Estaba sufriendo de ataques de pánico que la debilitaban como nunca antes.
«Sin embargo, el tema de las anticonceptivas nunca se mencionó, pese a que los episodios se iniciaron cuando inicié el tratamiento con la nueva pastilla», recuerda la chica.
En cambio, le prescribieron betabloqueadores -que se usan para tratar la ansiedad- y le recomendaron que asistiera a terapia cognitiva-conductual.
«Viví de esa manera por unos siete meses, no lo recuerdo con exactitud porque los recuerdos en ese período de mi vida son borrosos. En mi mente todo pasó muy rápido porque vivía en un estado permanente de urgencia y sentía que una maldición recorría mis venas».
Terror
Spratt dice que, honestamente, desearía mirar atrás, recordar esa época y reír. Así que es como terminan las buenas historias, dice. Pero no hay nada gracioso acerca de su experiencia, añade.
«Estaba aterrada y asustada. No me reconocía a mi misma, no me sentía cómoda conmigo misma. No sabía qué hacer ni a quién pedirle ayuda. No sabía si habría un final. Estaba aletargada, sentía que era una inútil y me culpaba a mí misma», afirma la mujer.
Le preguntó a la doctora si lo que me estaba pasando podría estar vinculado a las pastillas.
La joven indica que la cara de la especialista trataba de disimular lo que pensaba de la teoría de Spratt: que era ridícula. Categóricamente le dijo que las pastillas no eran el problema.
«Esto, pese a que le expliqué que me había sentido terrible con cada una de las siete anticonceptivas que me habían prescrito. La única excepción fue una pastilla que consumí por un tiempo con una dosis elevada de estrógeno que me hizo sentir la mujer maravilla por un año».
Ese medicamento lo tuvo que suspender debido al riesgo de sufrir una trombosis, uno de los posibles efectos secundarios que puede tener su uso prolongado. Tampoco es la ideal para alguien que sufre de migraña.
Decidió entonces desobedecer a la doctora y a la terapista y dejó de tomar la anticonceptiva que solo tenía progesterona. Y un mes después, también suspendió los betabloqueadores.
Mejoría
Poco a poco empezó a sentir que recuperaba su identidad.
«Hasta el día de hoy llevo los betabloqueadores en mi cartera. Son una especie de red de seguridad que tengo en caso de que vuelva a caer en el inmenso abismo de mi mente. Pero en tres años y medio, no he tenido que tomarlos«.
Confiesa que sus problemas no desaparecieron de un día a otro, pero que los ataques de pánico no volvieron a presentarse.
En ocasiones se siente ansiosa, estresada o desanimada, pero es imposible comparar esas sensaciones con las que experimentó cuando tomaba las pastillas de progesterona.
«Volví a sentir alegría, recuperé mi libido y dejé de sentirme aterrada de todo y de todos», afirma.
Alivio
Un año después de que los ataques de pánico desaparecieron, decidió irse de viaje sin compañía. Algo impensable un año atrás.
«Sentada en una playa lejana, bajo una tormenta eléctrica tropical, lloré de alivio. Volvía a ser yo de nuevo, estaba en control de mi mente. No estaba equivocada, sabía más de lo que los doctores me hicieron creer».
Hoy en día utiliza anticonceptivos hormonales. Y a excepción de pequeños cambios de humor 48 horas antes de su período, no ha estado deprimida, no se siente ansiosa y no sufre de ataques de pánico.
Spratt piensa que, en los últimos años, los efectos que los anticonceptivos hormonales pueden tener en la salud mental de las mujeres es un tema que ha empezado a recibir más atención.
Pastillas y depresión
Según un estudio publicado por la Universidad de Copenhagen, en Dinamarca, las mujeres que toman estas pastillas tienen más propensión a recibir una prescripción de antidepresivos en comparación con aquellas que usan otros métodos para prevenir embarazos.
La diferencia fue particularmente evidente en el caso de mujeres entre 15 y 19 años que usaban la píldora de progesterona y estrógeno.
En la investigación participaron más de un millón de danesas que tenían entre 15 y 34 años.
Helen Stokes-Lampard, directora del Colegio de Médicos de Reino Unido, explica que hay una conexión entre las hormonas y el humor, positiva y negativa.
«Para la mayoría de las mujeres, los beneficios de un método anticonceptivo confiable y la regulación de su ciclo menstrual superan los efectos secundarios. De hecho, muchas mujeres indican que las hormonas mejoran su estado anímico».
Si una mujer considera que las pastillas pueden estar causando efectos negativos en su salud mental, debe conversarlo con su médico en su próxima cita.
fuente:bbcmundo