El 21 de enero, algunas asociaciones en defensa de los derechos de la mujer organizaron “marchas de mujeres” en muchas ciudades de Estados Unidos y del mundo. Las manifestaciones apuntaban en su mayoría contra el recién investido presidente Donald Trump.
Hubo muchas portavoces y participantes. Una de ellas, la actriz Ashley Judd, leyó un poema en Washington en el que se preguntaba por qué “los tampones están gravados y la Viagra y el Rogaine no“.
Mientras la señora Judd hablaba sobre su desoladora tragedia, miles de niñas y mujeres yazidíes estaban siendo sexualmente esclavizadas en Irak y Siria a manos del Estado Islámico (ISIS), y vendidas en mercados de esclavas sexuales.
El ISIS atacó la patria yazidí de Shingal en Irak el 3 de agosto de 2014; más de 9.000 yazidíes fueron asesinados, secuestrados o convertidos en esclavos sexuales. Los yazidíes son una minoría religiosa históricamente perseguida en Oriente Medio.
El Estado Islámico ha institucionalizado la cultura de la violación y la esclavitud sexual. El ISIS está librando literalmente una guerra contra las mujeres. Ha publicado una “lista de precios” para las muchachas yazidíes y cristianas, algunas muy pequeñas, de entre uno y nueve años de edad.
El experto en Oriente Medio Raymond Ibrahim escribió sobre una muchacha yazidí que fue esclavizada cuando tenía 15 años y soportó meses de cautiverio hasta que logró escapar:
Recuerdo cómo un hombre, que parecía tener por lo menos 40 años, venía y se llevaba a una niña de diez años. Cuando ella se resistió, él le dio una paliza, con piedras, y le habría prendido fuego si no se hubiese ido con él. Todo contra la voluntad de la niña. Solían venir y comprar a las chicas sin un precio fijado; quiero decir, que nos decían: “Vosotras, yazidíes, sois sabiya [botines de guerra, esclavas sexuales], sois kafires [infieles], y vais a ser vendidas sin precio”, queriendo decir que no tenían valor de referencia. Algunas chicas yazidíes eran vendidas por un paquete de cigarrillos.
“Cada día moría más de cien veces. No sólo una. Cada hora, moría, cada hora. […] De las palizas, la miseria, la tortura”, decía.
Mirza Ismail, fundador y presidente de la Organización Internacional por los Derechos Humanos de los Yazidíes, dijo en su discurso en el Congreso de EEUU:
Según muchas mujeres y muchachas que escaparon, con las que hablé en el norte de Irak, los yazidíes secuestrados, en su mayoría mujeres y niños, superan los 7.000.
Algunas de esas mujeres y niños han tenido que ver cómo niños de siete, ocho y nueve años se desangraban hasta morir ante sus ojos, después de ser violados por milicianos del ISIS múltiples veces al día. Las milicias del ISIS han quemado vivas a muchas chicas yazidíes por negarse a convertirse y casarse con hombres del ISIS. ¿Por qué? Porque no somos musulmanes, y porque nuestro camino es el de la paz. Por eso nos están quemando vivos: por vivir como hombres y mujeres de paz.
En diciembre de 2015, varias informaciones revelaban que el ISIS estaba vendiendo mujeres y niños yazidíes en a ciudad sudoriental de Gaziantep (o Antep), en Turquía. Gaziantep ha cobrado fama por las amplias actividades de Estado Islámico en la ciudad.
Sin embargo, esta y otras muchas amenazas no impidieron a los defensores de los derechos de la mujer en Gaziantep protestar por la inacción del Gobierno turco frente a las actividades de ISIS.
Una activista de la organización “Plataforma Democrática de Mujeres de Gaziantep”, Fatma Keskintimur, leyó un comunicado ante la prensa, que decía, entre otras cosas:
Que las bandas yihadistas que combaten en Siria han recibido todo el apoyo de Turquía, y las células locales que utilizan, lo sabe todo el mundo. Dado el tipo de peligro que esta situación genera a los habitantes de Antep, la inquietud de la población aumenta cada día.
Aun en estas condiciones, los defensores de las mujeres en Turquía, y en particular los kurdos, siguieron luchando y protestando contra el Gobierno.
El año pasado, por ejemplo, la Asamblea de Mujeres Yazidíes conmemoró el 3 de agosto como “el día de la acción internacional contra las masacres de mujeres y el genocidio”. Miembros del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), formación pro kurda, organizó manifestaciones en muchas ciudades de Turquía para condenar el genocidio yazidí y en señal de solidaridad con las víctimas.
Safak Ozanli, exdiputada del HDP, dijo que el ISIS aún tenía 3.000 mujeres yazidíes como esclavas sexuales: “El ISIS considera a las mujeres de Shingal y Kobane botines de guerra. Las mujeres que permanecen con vida son vendidas a los jeques árabes. Nosotras, como mujeres, seguiremos uniéndonos contra el ISIS y todos los dictadores”.
Miembros de la minoría religiosa aleví también secundaron la protesta en Mersin. Zeynep Kaya Cavus, destacada activista aleví, dijo que las mujeres yazidíes son “secuestradas y esclavizadas como botines de guerra y expuestas sistemáticamente a agresiones sexuales. Se trata de un genocidio contra las mujeres“.
Hay algunos pocos estadounidenses, también, que están haciendo lo que pueden para ayudar a las yazidíes, como Amy L. Beam, activista pro derechos humanos que vive con las yazidíes y las defiende a jornada completa desde 2014. En breve publicará su libro The Last Yezidi Genocide, y es la directora ejecutiva de Amy, Azadi y Jiyan (AAJ, Amigos, Libertad y Vida), una organización humanitaria en el Kurdistán iraquí.
“Miles de yazidíes tienen una larga lista de familiares muertos o desaparecidos en las zonas controladas por el ISIS en Irak y Siria”, escribió. “Se encuentran en muy mal estado psicológico y ven muy poca ayuda internacional cuando se cumple el primer aniversario del ataque”.
Las muchachas y mujeres yazidíes, con sus hijos […] son sometidas a constantes palizas y violaciones a manos de los combatientes del ISIS; cada uno ha recibido una mujer como trofeo de guerra. Más de un millar de estas chicas y mujeres han escapado por su cuenta o han sido liberadas del ISIS.
Una desearía que las activistas de EEUU hubiesen alzado la voz contra los ataques genocidas que sufren las mujeres y niños yazidíes. Pero no lo han hecho. “Las organizaciones de defensa de los derechos de la mujer de EEUU no han apoyado a las mujeres de Irak y Siria que de verdad son oprimidas, secuestradas y violadas“, dijo Beam a Gatestone.
Algunas de las participantes en la marcha de las mujeres en Washington afirman que Trump les va a quitar sus derechos, una acusación que muchas mujeres que sufren bajo gobiernos u organizaciones islamistas encontrarían patética. Les preocupa no poder abortar, y su inquietud está justificada. Pero no son los ayatolás los que han llegado al poder en EEUU. Además, Trump parece determinado a luchar contra el terrorismo islámico, la mayor amenaza a la dignidad y la libertad de las mujeres en todo el mundo. Eso ya demuestra su compromiso con la libertad, especialmente con la libertad de las mujeres.
La ideología islámica radical es una amenaza universal. Allá donde se debilite o se derrote, ayudará a liberar a las víctimas en otras partes del mundo, también.
Para muchos pueblos perseguidos en Oriente Medio, la presidencia de Trump representa una esperanza de cambio positivo.
El 7 de noviembre, la Organización Internacional por los Derechos Humanos de los Yazidíes emitió un comunicado titulado: “Los yazidíes esperan que la presidencia de Trump les ayude a destruir al ISIS”. Una yazidí de Irak acaba de llamar a su bebé recién nacido “Trump”.
La marcha de las mujeres, por muy buena que fuese la intención de la mayoría, contravenía el principio fundamental de los derechos humanos: “Primero, los que estén peor”.
Lamentablemente, muchas de las organizadoras y participantes en la marcha optaron por reafirmarse e ignorar a las mujeres que son torturadas y exterminadas por los terroristas islámicos y que, en otras partes del mundo, no pueden acceder a una educación o siquiera salir de casa sin el permiso de un hombre.
Ojalá estas mujeres sintieran la misma motivación para protestar por la esclavitud, violación y tortura de las mujeres y niños yazidíes que por el coste de los tampones.
Esa actitud de las fanáticas delirantes, cuyo puro odio hacia un presidente electo las ciega a los verdaderos problemas del mundo, no ayuda a nadie. También hay mucha gente que podría haber odiado a otros presidentes.
Que nuestros actos les recuerden a las mujeres de Oriente Medio que nos preocupamos por su sufrimiento.
Fuente: Gatestone Institute