En enero de 2016, la agencia de inteligencia policial Europol estimaba que unos 10.000 niños habían desaparecido al cruzar las fronteras europeas. ¿Por qué?
«Hay distintas razones que explican por qué los niños llegan sin acompañantes», dice Delphine Moralis, secretaria general de la organización Missing Children Europe (Niños Perdidos Europa), que agrupa a casi 30 ONGque operan en 24 países de la región.
«Algunos son enviados así por sus padres, con la esperanza de una vida mejor y otros han sido separados de sus familiares por los traficantes, porque así pueden controlarlos mejor», explica Moralis.
«Y una parte podría haber perdido a sus parientes en el caos»
En 2015, el 91% de los menores que llegaron solos a Europa eran varones y el 51% viajaba desde Afganistán.
Pero el perfil está cambiando. Cada vez llegan más niñas solas a Europa y la edad de los niños que desaparecen se ha ido reduciendo.
El año pasado, por primera vez, se perdieron niños de cuatro años.
¿Qué ha pasado con todos estos niños perdidos?
Para explicarlo en pocas palabras: nadie lo sabe en realidad.
Cuando un niño proveniente de Siria, Afganistán o Eritrea se pierde en Grecia o Italia rara vez pasa algo.
Pocas agencias de fronteras denuncian su desaparición.
Existe sin embargo el temor de que los contrabandistas que les ayudan a cruzar la frontera estén poniendo a muchos de esos niños en manos de traficantes de personas. Y esos menores luego pueden acabar empujados a la prostitución o trabajando en condiciones de esclavitud.
«Los traficantes están explotando a los niños», afirma Moralis.
«Y un problema es que esos niños con frecuencia prefieren recurrir a las personas que los introdujeron en Europa en lugar de a las autoridades, lo que los hace vulnerables», le dice a «The Inquiry»
Un largo y tortuoso camino
Gulwali Passarlay dejó Afganistán con 12 años y le tomó más de un año llegar a tierras británicas. Desde el inicio, fue separado de su hermano por los traficantes y tuvo que hacer el viaje a solas.
Gulwali caminó por días, saltó desde trenes en movimiento y pasó dos semanas en una prisión de adultos en Turquía antes de alcanzar la costa de ese país.
Una vez en la costa, fue llevado a una embarcación con espacio para 20 viajeros. En el bote había 120 personas y, como era de esperar, se averió.
«Era la primera vez que había visto el mar. Estaba aterrorizado. Le dije a Dios: ‘No quiero morir aquí. No en el Mediterráneo. Mi mamá nunca sabrá si estoy vivo o muerto'», relató el menor.
Minutos antes de que el barco se hundiera, un guardacostas los encontró y los condujo hasta Grecia. Gulwali fue presentado ante la policía y luego ante el ejército.
Le tomaron las huellas digitales y le dieron noticias devastadoras: tendría que abandonar el país en un mes o sería deportado.
En ese momento ya sabía que su hermano estaba en Inglaterra. Entonces, hizo lo que miles de otros niños: dejó el campo de refugiados en Grecia y desapareció.
«Caminamos por las vías del tren, así la policía no podía vernos. Mantuvimos un bajo perfil», cuenta.
Y otros niños que conoció tomaron medidas más radicales para no ser atrapados.
Algunos se quemaron o cortaron las puntas de sus dedos. Si los encontraban, no podrían ser identificados ni deportados.
Finalmente Gulwali llegó al campamento de Calais, desde donde intentó viajar hacia Inglaterra una docena de veces. Un día tuvo suerte: se escondió en un camión que trasladaba bananas e ingresó al Reino Unido.
A Gulwali le tomó cinco años alcanzar su estatus de refugiado.
Logró ir a la universidad y el año pasado publicó un libro sobre su viaje llamadoThe Lightless Sky («El cielo más oscuro»).
Pero, por cada uno que lo logra, hay miles que nunca llegan a este punto. Y muchos sienten que desaparecer es más seguro que someterse al Sistema Europeo Común de Asilo.
Exámenes y preguntas
Ciara Smyth testificó como experta ante la Cámara de los Lores, en Reino Unido, sobre la situación de los menores no acompañados en la UE.
También enseña Derecho en la Universidad Nacional de Irlanda, Galway.
«Hay un número de agencias de la Unión Europea ubicadas en Italia y Grecia cuyo deber sería identificar a solicitantes de asilo, pero se están convirtiendo en centros de detención«, en opinión de Smyth.
Además, «hay evidencia de que en algunos países europeos las autoridades desalientan a los niños a la hora de aplicar al asilo».
«Muchos países en la ruta de tránsito hacia el norte de Europa adoptan un enfoque de dejarlos pasar, haciendo la vista gorda», asegura también la experta.
«No los registran. Están alentándolos a que sigan», dice.
Y los menores siguen porque, como Gulwani, muchas veces están buscando a sus familiares.
En este punto, también hay una distancia entre lo que debería pasar y lo que pasa en realidad.
Bajo la Convención de Dublín, que determina los procedimientos a seguir por los Estados miembros de la Unión Europea para examinar las solicitudes de asilo, las autoridades deberían averiguar si estos niños tienen familia en otro país del área.
Si así fuera, el niño debe ser enviado a ese país para que su solicitud de asilo sea procesada.
Y una vez que los niños llegan al país donde van a solicitar el asilo, un representante debe apoyarlos durante el proceso,un guardián.
Pero hay muchas variaciones: «En algunos países tienen buenos guardianes y en otros casi no hay ninguno», asegura Smyth.
Luego los niños deben explicar por qué se fueron de casa. Son entrevistados repetidamente y se les pide que cuenten, con todos los detalles, los hechos traumáticos de los cuales intentan escapar.
«La clave de una aplicación de asilo exitosa es ser capaz de presentar unahistoria coherente«, explica Smyth.
Pero para los niños que viajan sin acompañantes, es bastante difícil ofrecer una narrativa clara y lineal.
En este punto, más niños desaparecen.
¿Por qué no se está haciendo más para apoyar a estos niños vulnerables?
El año pasado, casi 90.000 menores solos llegaron a Europa. Es un número enorme. Es evidente que incluso si todos los estados pusieran más atención y recursos, los niños migrantes y refugiados seguirían cayendo por la red.
Y ocuparse de los niños que ya están en el sistema de asilo ha puesto un peso enorme en las autoridades locales, en un momento en que los presupuestos están muy presionados.
Pero, según Smyth, también sucede que la UE no se está adhiriendo a las políticas que ella misma creó para proteger a los niños.
Y parece que la población también mira hacia otro lado.
Hace un año, tras la publicación de la fotografía del niño ahogado Alan Kurdi, gente de toda Europa empatizó con los migrantes y refugiados.
Los acogieron en sus casas, donaron alimentos e incluso se ofrecieron como voluntarios.
Reino Unido, Alemania y Canadá dijeron que aceptarían más refugiados y los líderes europeos aceptaron compartir la responsabilidad de todos los refugiados que llegan a Grecia e Italia.
Pero un año después, muchas de las promesas no se han cumplido. Y sin embargo, no se percibe mucha indignación pública. ¿Por qué?
En parte, es por la economía. A medida que la austeridad se extiende por Europa, la gente siente menos inclinación a ayudar a extraños.
Y la supuesta conexión entre migrantes y radicales tampoco ha ayudado.
Sin apoyo popular, los políticos se ven menos inclinados a actuar y aplicar las leyes existentes.
Así que la historia de los 10.000 niños perdidos cuenta una historia mucho más amplia: el fallo de las autoridades de las fronteras a la hora de aplicar las leyes y el fallo de los europeos a la hora de persuadir a sus políticos para que mantengan las promesas que hicieron.
fuente:bbcmundo