Aunque incluso la sentencia de un juez obligaba al Estado de Guatemala a garantizar su alimentación, Mavelita murió por un cuadro de desnutrición aguda.
Ocurrió en 2017. Tenía ocho años y pesaba poco más de 15 kilos.
De nada sirvió la histórica resolución de un juzgado de menores que en 2013señaló al Estado guatemalteco como responsable, por omisión, de vulnerar derechos fundamentales como el de la vida o la alimentación de Mavelita y otros cuatro niños.
Las medidas cautelares obligaban a varias instituciones públicas a restituir los derechos violados de los niños. Todos vivían en Camotán, en la región semiárida conocida como «Corredor seco» que atraviesa Guatemala y que se ve gravemente afectada por sequías de manera periódica.
Tras varios recursos interpuestos por el gobierno, la sentencia fue firme cuatro años después y el Estado cumplió parcialmente algunas de las medidas impuestas. Pero no fue suficiente.
«Es un caso que llena de indignación y frustración porque es una situación que se pudo haber evitado», dijo Zulma Calderón, supervisora de hospitales de la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH) de Guatemala, al conocerse la muerte de Mavelita.
«Si fueron cinco niños a los que el Estado ni siquiera ayudó con una sentencia en firme, no quiero ni imaginar a los otros miles de niños afectados por desnutrición en el país», dice Jeremías Hernández, de la Central de Organizaciones Indígenas Campesinas Ch’orti’ Nuevo Día que acompañó este caso.
En conversación con Hernández asegura que otros dos de los niños que ganaron el juicio migraron a Estados Unidos. «En Guatemala no hay condiciones para revertir su desnutrición», afirma.
El responsable de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (SESAN) del gobierno de Guatemala, Juan Carlos Carías, reconoce que fue un caso «complicado» del que no puede «excluir la responsabilidad del Estado».
«Pero también hay una responsabilidad moral inmediata de los padres de los niños de dar una atención adecuada. El Estado sí que dio un seguimiento a las medidas cautelares», afirma, a la vez que reconoce que la desnutrición es la asignatura pendiente de los distintos gobiernos guatemaltecos.
«Para nosotros, es el principal freno del desarrollo económico en nuestro país»
Desnutrición como la de Yemen
Mavelita era solo una de los cientos de miles los niños que sufren este trastorno de la salud en Guatemala. El país centroamericano lleva años ocupando el primer lugar de casos de desnutrición crónica en América Latina con un 46,5 % de menores de cinco años afectados.
Es decir, casi la mitad de los niños del país reflejan un retraso en el crecimiento (una altura menor a la media de las personas de su edad) debido a una alimentación insuficiente y/o inadecuada, lo que les provocará consecuencias irreversibles a nivel físico y psicológico durante su desarrollo.
Los 10 países de América Latina y el Caribe con mayor tasa de desnutrición crónica infantil
Países (con información disponible) | Tasa |
---|---|
1. Guatemala | 46,5 % |
2. Ecuador | 23,9 % |
3. Haití* | 21,9 % |
4. Honduras* | 22,7 % |
5. Panamá* | 19,1 % |
6. Nicaragua* | 17,3 % |
7. Bolivia | 16,1 % |
8. Belice | 15 % |
9. Perú | 13,1 % |
10. El Salvador | 13,6 % |
El último informe de la PDH de Guatemala hecho público el pasado mes de abril, de hecho, afirmó que el país ocupa el sexto puesto en desnutrición crónica infantil a nivel mundial igualando la tasa de Yemen, un país inmerso en guerra desde hace más de cuatro años.
Y, lo que es aún más preocupante, es que este trastorno solo se logró reducir un 8,7% en 20 años.
«Al ritmo actual, Guatemala necesitaría de 100 años para erradicar la desnutrición crónica, lo cual es abrumador», alerta el representante de UNICEF Guatemala, Carlos Carrera.
Y la realidad es aún más dramática entre los niños indígenas, entre los que la desnutrición crónica afecta al 58% y coloca a Guatemala, según la CDH, a ocuparel primer puesto en todo el mundo.
En cuanto a la desnutrición en zonas rurales, el país centroamericano solo es superado por Burundi, en África, «demostrando la desigualdad que reviste a este fenómeno social», destaca el informe.
Los casos de desnutrición aguda -cuando los niños presentan un peso menor al que correspondería a su altura, y que provoca el debilitamiento de sus defensas multiplicando sus posibilidades de morir -, sin embargo, presentaron un descenso del 21% entre 2010 y 2017.
En este período, el número de muertes a causa de este tipo de desnutrición -como la de la niña Mavelita- se redujo en un porcentaje similar: 18%. Pero, el año pasado, aún fueron 137 los fallecimientos registrados, según cifras del gobierno de Guatemala.
¿Solo pobreza?
Pensar en desnutrición es probablemente imaginar familias pobres pasando hambre y sin recursos para comprar comida.
Sin embargo, aunque Guatemala es con diferencia el país con mayor desnutrición crónica infantil en América Latina, llama la atención que no sea el país más pobre de la región.
Honduras, con un 61,9% de personas en situación de pobreza, supera el 59,3% de Guatemala y el 58,5% de Haití.
Sin embargo, la tasa de desnutrición crónica entre niños hondureños es menos de la mitad (22,7%) que la de sus vecinos guatemaltecos.
¿Cómo se explica?
Una de las claves para encontrar la respuesta pasa por analizar a las poblaciones indígenas, que en el caso de Guatemala distan mucho de ser una minoría al suponer entre un 40 y un 60% (según distintas fuentes y estudios) de la población total y es es el grupo en el que se registran más casos de desnutrición.
La inmensa mayoría vive en zonas rurales, especialmente en departamentos que concentran las mayores tasas de pobreza como Huehuetenango, Quiché, Sololá o Alta Verapaz. Este último registra un 83,1% de pobreza total (53,6% de extrema pobreza).
«Esta distribución demográfica y sus realidades hacen que nuestro país se diferencie mucho de Honduras, donde seguramente no sean tan significativas las brechas entre población indígena y no indígena», apunta Hernández, de la asociación indígena Ch’orti’ Nuevo Día.
El secretario de la SESAN señala por su parte diferencias en hábitos alimenticios y condiciones que ofrecen, en su criterio, mejores oportunidades en Honduras para luchar contra la desnutrición.
«Sus producciones agrícolas son más intensivas, tiene mayor producción de ganado o leche que Guatemala, hacen exportaciones de frutas como piña o plátanos y mucha gente vive de esas actividades. El metabolismo de las personas también está relacionado con la altura y temperatura de los lugares donde viven», opina.
«Apagar el fuego»
UNICEF destaca cómo los niveles de desnutrición crónica en el vecino El Salvador -que eran comparables en los años 60- fueron reducidos en casi tres cuartas partes frente al descenso mucho menor de Guatemala, un país considerado de renta media-alta y que hace de su desnutrición «algo aún más llamativo, en comparación con otros países».
Como explicación, su representante apunta a medidas que sí han seguido en otros territorios como contar con un enfoque integral de políticas, mayor inversión social y una continuidad de programas contra la desnutrición entre diferentes gobiernos, algo que no ocurre en Guatemala.
Incluso el responsable de la SESAN reconoce este fallo. «Esto debe ser una política de Estado, no de gobierno. Debe tener continuidad y seguimiento. Pero en las últimas dos décadas han sido políticas a corto plazo, que no tienen seguimiento por algunas cuestiones mediáticas o políticas».
Una de las críticas más comunes entre las organizaciones locales es la falta de planes de prevención y sostenibles por parte del gobierno y que la desnutrición se aborde con «acciones de asistencialismo» como entregas puntuales de comida como maíz, aceite, frijol y comida enlatada a poblaciones donde se identifican los casos más críticos.
Según Hernández, de la asociación Nuevo Día, «cuando ese abastecimiento dos o tres veces al año se acaba, se vuelve a lo mismo (…). La visión del gobierno es atender la emergencia que surge en una parte del país, como en el Corredor Seco, para poder levantar la banderita y decir: ‘sí, estamos atendiendo la desnutrición en el país‘«.
«Estamos llegando a apagar el fuego en ese momento», reconoce Carías de la SESAN, quien sin embargo defiende los avances logrados y la tramitación de varias leyes en el Congreso, pero admite que los programas anteriores se enfocaron más en atención que en prevención.
Pero para todo esto, hacen falta recursos. El representante de UNICEF señala que otra de las diferencias respecto a países de la región es «el bajísimo nivel de ingresos tributarios que recibe Guatemala, que no llega al 10% del PIB, siendo el mas bajo de América Latina y uno de los mas bajos del mundo, lo cual limita mucho la acción que el Estado puede hacer en cualquier política de este tipo».
Carías destaca que el actual gobierno priorizó una inversión de US$1.000 millones entre 2016-2019 en áreas como salud, educación, agua y saneamiento para prevenir factores que fomentan la desnutrición.
Pero también admite que la Política de Seguridad Alimentaria y Nutricional -el instrumento que rige los esfuerzos del Estado contra este flagelo- requiere «un poco más de implementación y de inversión en las condiciones de vida».
Comida ‘chatarra’ y reparto de tierras
Julian Catú, asesor de planificación del Fondo de Desarrollo Indígena Guatemalteco adscrito a la presidencia del gobierno, afirma que los desafíos para erradicar la desnutrición en esta población tan afectada siguen siendo muchos, para lo que considera que la «pertinencia cultural» es imprescindible.
«La diversidad y particularidades de los pueblos indígenas es enorme. Hay que tener en cuenta no solo la barrera lingüística, sino también el tipo de producción agrícola que existe en las comunidades, considerar sus productos propios para poder darles una salida y paliar esas brechas», le dice a BBC Mundo.
Catú destaca al respecto cómo en algunas escuelas de zonas indígenas se empezaron a priorizar los productos de las comunidades como parte del desayuno que se ofrece en los centros.
Pero activistas sociales critican que el modelo económico sigue privilegiando la compra de alimentos industriales y no la autoproducción de alimentos, lo que aumenta el consumo en grandes cantidades de comida chatarra, gaseosas y sopas instantáneas entre las personas indígenas, agravando el problema de la alimentación inadecuada.
«Ese mismo modelo económico también ha favorecido la tala de bosques, cuando tradicionalmente eran los que proveían la alimentación complementaria a las familias indígenas», según Hernández, quien califica al mismo tiempo el modelo de reparto de tierras como «injusto».
«Los pueblos indígenas en Guatemala habitan las tierras que no son de vocación agrícola, de vocación forestal. Se suma que las tierras tienen un minifundismo establecido, lo que hace imposible cada vez más producir la calidad de alimentos que la familia necesita», apunta.
El propio informe de la PDH de Guatemala confirma que, pese a que garantizar la disponibilidad de alimentos es fundamental la tenencia de tierras especialmente entre la población indígena, «el 92 % de los productores agrícolas ocupan el 21.9 % de la superficie de las fincas censales del país; mientras que el 65 % de la superficie agrícola está en manos de 1.9 % de los productores».
Sistema de salud «debilitado»
Tampoco ayudan a lograr reducir la desnutrición las deficiencias en el sistema de salud, que la especialista de nutrición de UNICEF Guatemala, María Claudia Santizo, califica de «muy debilitado».
«Desde hace años, no hay una apuesta por invertir a nivel comunitario. El servicio de salud no logra llegar a las comunidades, lo que ha debilitado mucho la atención a la prevención de la desnutrición»
El dato lo confirma la SESAN, que aunque destaca que el sistema de salud ha mejorado, todavía existe un 33% de la población sin cobertura sanitaria.
Santizo apunta a limitantes a la hora de llegar a las familias de estas zonas, ya que la información de la que disponen estas poblaciones no suele ser suficiente y algunas de sus creencias o tradiciones pueden suponer un obstáculo a la hora de asumir prácticas saludables como la lactancia materna, alimentación complementaria o vacunación.
«La desnutrición en Guatemala es grande, pero no hay conciencia de que es un problema nacional, piensan… ‘bueno, así somos los guatemaltecos'», dice Santizo.
Las mujeres de Guatemala, de hecho, son consideradas las de menor estatura en todo el mundo, lo cual parece ser asumido por la población como algo natural.
UNICEF, por su parte, ya se encuentra en reuniones con los distintos candidatos a las elecciones presidenciales de este 16 de junio para hacerles entender la importancia de la desnutrición y el desarrollo y protección de la infancia.
«Su respuesta es generalmente positiva, por lo que tenemos esperanza. Pero también somos realistas y sabemos que los cambios en este país son difíciles», reconoce Carrera.
«Eso es lo que tratamos de conseguir, que estos temas sean prioridad no solo entre los políticos sino entre la sociedad para que el Estado sienta la necesidad de responder a esta demanda de los ciudadanos», concluye el representante de la organización.
fuente:bbcmundo