El terrible problema ambiental de los Juegos Olímpicos

El próximo agosto se desarrollarán los Juegos Olímpicos Río 2016.

Aguas de un inquietante color marrón, corrientes de aire con olor a huevo podrido y objetos flotantes son característicos de los ríos, playas y lagunas de Río de Janeiro, un panorama desalentador que, a 75 días de los Juegos, elimina cualquier esperanza de que queden limpios antes de agosto.

Las lavadoras, botellas de detergentes y neumáticos que la prensa ha denunciado en las bahías de Río son solo una parte de la suciedad acumulada.

En el agua se han encontrado también bolsas submarinas de gas sulfhídrico y metano -fruto de la descomposición de los vertidos-, bacterias fecales, virus y microorganismos capaces de generar dolor de cabeza, vómitos, conjuntivitis e incluso hepatitis a quien entre en contacto con ellos durante un tiempo prolongado.

Las grandes víctimas de esta crisis medioambiental son la Bahía de Guanabara y la Laguna Rodrigo Freitas, que, según expertos, sufren daños casi irreparables que supondrán décadas de dedicación e inversión para su limpieza, mientras las autoridades aseguran que no constituyen un riesgo para los deportistas olímpicos y limitan el problema a una cuestión estética.

El biólogo brasileño Mario Moscatelli defiende que ya no hay que centrarse tanto en estas aguas, “una causa perdida”, sino en las áreas más próximas al sur y a las instalaciones olímpicas, que suponen un peligro para los bañistas pero que podrían rescatarse en “cuatro o cinco años”.

La bajada de Jacarepaguá, próximas al recinto olímpico, está “en proceso terminal”, asegura a Efe Moscatelli, porque hospeda una gran cantidad de aguas residuales tras años de vertidos descontrolados.

Moscatelli denuncia que hace un par de semanas, en una resaca, “hubo una agitación del fondo y una liberación de gran cantidad de gas”, que se quedó en la región y generó dolores de cabeza y malestar a los habitantes de la zona.

Una situación similar se dio durante una etapa del campeonato mundial de surf, que se celebró en la ciudad hace una semana, y durante el cual varios competidores sufrieron diarrea por las aguas contaminadas, aunque no era la primera edición en la que ocurría.

Moscatelli insiste en que, pese a que el ayuntamiento asegura que el invierno carioca es tranquilo y sin grandes fenómenos, “existe la probabilidad, nadie puede decir que no exista, de que este tipo de situación se de durante los Juegos”, que se desarrollarán en Río de Janeiro entre el 5 y el 21 de agosto.

Por todas estas razones, en dos semanas pretende presentarle un documento al ministro de Medioambiente brasileño, José Sarney Filho, con la esperanza de que se lo traslade al presidente interino, Michel Temer, alegando que, hace dos semanas, “(Temer) dijo claramente que no habría falta de recursos para los Juegos”.

Su empeño en llegar a las altas esferas brasileñas se debe, explica, a que “si depende del gobierno del estado de Río de Janeiro, no hay más recursos. Entonces, la última gran esperanza es el gobierno federal”.

Además de presentar el documento, Moscatelli quiere movilizar a los habitantes de la bajada de Jacarepaguá para que el próximo fin de semana salgan a las calles y “soliciten los recursos necesarios para que el proyecto de recuperación sea efectuado”.

“La crisis es una excusa que no se sustenta. Nunca faltaron recursos, lo que faltó es gestión”, denuncia el biólogo, que está seguro de que, una vez acaben los Juegos Paralímpicos, a finales de septiembre, desaparecerá cualquier oportunidad para limpiar las aguas de Río de Janeiro.EFE

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