Advierte de que «la sed de poder se vuelve avaricia que desea poseerlo todo
Con palabras muy duras para los funcionarios públicos que abusan de su cargo y roban, el Papa Francisco ha formulado el miércoles una dura condena de los «políticos corruptos, que quieren más, y más, y más…», entrando en una patología en que «la sed de poder se vuelve avaricia que desea poseerlo todo».
Francisco ha reconocido que «la riqueza y el poder pueden ser buenos y útiles al bien común si se ponen al servicio de los pobres y de todos con justicia y caridad». Pero al mismo tiempo advertía que «cuando, como sucede con demasiada frecuencia, se viven como privilegio, con egoísmo y prepotencia, se transforman en instrumentos de corrupción y muerte».
El Papa comentaba ante varias decenas de miles de fieles que asistían a la audiencia general en una mañana soleada, el episodio bíblico de Nabot, el israelita honrado que se negó a vender su viña al rey Ajab, y termino asesinado mediante una de las peores insidias de la corte.
La reina Jezabel, que era pagana y asesinaba a los profetas, escribió cartas falsas en nombre de su marido y con el sello del rey ordenando a varios ancianos vecinos de Nabot dar falso testimonio de que había blasfemado contra Dios y contra el rey.
Nabot fue lapidado y, por haber sido de un pecador, su viña paso a ser propiedad real. Pero el profeta Elías salió al paso de Ajab para decirle: «En el lugar en que los perros han lamido la sangre de Nabot, van a lamer también tu propia sangre».
Con mucha fuerza, el Papa subrayó que el robo de la viña de un ciudadano «no es una historia de otros tiempos, es una historia de hoy».
Afirmó que «es la historia de los poderosos que para conseguir más dinero explotan a los pobres, la historia del tráfico de personas, la historia de la pobre gente que trabaja en negro por un sueldo mínimo, la historia de los políticos corruptos que quieren siempre más, y más y más…».
El Papa insistió en hacer notar los desastres a que lleva «el ejercicio de la autoridad sin respeto por la vida, sin justicia y sin misericordia», advirtiendo que «la sed de poder se vuelve avaricia que desea poseer todo».
Francisco terminó sus comentarios en una nota positiva recordando que al hacerle notar su pecado «el rey Ajab entendió, se humilló y pidió perdón. ¡Qué hermoso seria si los poderosos explotadores de hoy hiciesen lo mismo!».
Al final, en su saludo a los peregrinos de lengua española, el Papa aplicó la historia también a las autoridades religiosas y a sí mismo en primera persona pidiendo «que el ejemplo de Jesús transforme nuestra concepción de poder para que siempre vivamos nuestra responsabilidad como un servicio, en el que manifestar su misericordia a los demás».
fuente:DIARIO ABC