«En los siguientes 30 años me aseguraré de que todos nosotros podamos vivir para siempre», promete Dmitry Itskov.
Suena descabellado, pero no hay lugar para la duda en el discurso de este millonario ruso de 35 años y hablar suave, quien dejó el mundo de los negocios para dedicarse «a algo más útil para la humanidad».
«Estoy 100% seguro de que pasará. De lo contrario, no lo hubiera puesto en marca»,
Se refiere a su empresa, que tiene como objetivo transferir un cerebro humano a una computadora para poder revertir el inevitable futuro de cada uno de nosotros y volvernos inmortales.
¿Pero es esto posible? ¿Se puede «subir» un cerebro a una computadora?
Itskov no tiene demasiado tiempo para averiguarlo.
«Si no existe una tecnología para la inmortalidad, en 35 años estaré muerto», se lamenta.
Sueño infantil
La muerte es ineludible, al menos a día de hoy, porque a medida que envejecemos las células de nuestro cuerpo pierden la capacidad de repararse.
Esto nos hace vulnerables ante enfermedades cardiovasculares y otras condiciones relacionadas con la edad que terminarán matando a dos tercios de todos nosotros.
Así que Itskov ha puesto parte de su fortuna al servicio de un audaz plan para eludir el envejecimiento.
Quiere usar la ciencia más vanguardista para destapar los secretos del cerebro humano y trasladar la mente de un individuo a una computadora, liberándola de los límites biológicos de su cuerpo.
«Mi fin último es transferir la personalidad de una persona a un cuerpo completamente nuevo», explica.
Sueña con ello desde que era niño, en la Unión Soviética de la década de 1980.
«Mi mayor sueño era ser cosmonauta, volar en el espacio exterior», cuenta.
Fue por una novela de ciencia ficción que dejó en él una huella duradera.
«El héroe tomaba una píldora de la inmortalidad y terminaba volando sobre la órbita de la Tierra. Recuerdo haberme preguntado a mí mismo qué podría hacer si fuera inmortal».
Pero, ¿hay algo más que ciencia ficción en su plan?
«Un visionario»
El doctor Randal Koene, el director científico de 2045, la iniciativa de Itskov, se ríe ante la sugerencia de que el ruso podría haber perdido contacto con la realidad.
«Toda evidencia señala que es posible en teoría. Extremadamente difícil, pero posible», dice el neurocientífico que trabajó como investigador en el Centro para la Memoria y el Cerebro de la Universidad de Boston, Estados Unidos.
«Así que se podría decir que alguien como él es un visionario, no un loco, porque eso implica que lo que estás pensando es imposible y no es el caso«, añade.
La posibilidad teórica a la que se refiere Randal está relacionada con el modo en el que trabaja nuestro cerebro y que aún la neurociencia no ha podido explicar.
Nuestros cerebros están hechos de unas 86.000 millones de neuronas, unas células interconectadas y especializadas en la recepción de estímulos y en la conducción del impulso nervioso (en forma de potencial de acción) entre ellas.
Ese impulso se propaga por nuestro cerebro a modo de olas.
Pero cómo se genera la mente en ese músculo que alberga nuestro cráneo es un misterio como ningún otro para la ciencia, señala el neurobiólogo Rafael Yuste, de la Universidad de Columbia, en EE.UU.
«El reto es, precisamente, averiguar cómo se llega de ese sustrato físico de células interconectadas del órgano a nuestro mundo mental, a nuestros pensamientos, la memoria, los sentimientos», explica.
Mapa de conexiones
Para desentrañar el funcionamiento relativo a ello, varios neurocientíficos están abordando el cerebro como si fuera un ordenador.
Según esta analogía, el cerebro convierte las entradas de información, los datos sensoriales, en respuestas, en nuestro comportamiento. Y lo hace por medio de la computación.
Y ese es el punto de inicio de la teoría de la transferencia de cerebros a computadoras.
Si se pudiera mapear ese proceso, tal vez se podría copiar el cerebro a una computadora junto con la mente individual a la que da lugar.
Esa es la visión del doctor Ken Hayworth, un neurocientífico que durante el día estudia cerebros de ratón en el Centro de Investigación Janelia del Instituto Médico Howard Hughes en Virginia, EE.UU., y por la noche se enfrenta al problema de cómo transferir su propia mente a una computadora.
Hayworth cree que la clave para ello es establecer el conectoma, el mapa de las complejas conexiones de las neuronas del cerebro.
Y es que, según el experto, es esa red de conexiones la que codifica toda la información que hace que seamos quienes somos.
Aunque eso es algo que aún no se ha comprobado.
«De la misma manera que mi computadora es solo el conjunto de ceros y unos de mi disco duro, y que no me importa lo que pase siempre y cuando esos ceros y unos lleguen a la siguiente computadora, así debería ser conmigo mismo», dice.
«No me importa si mi conectoma se implementa en un cuerpo físico o en un simulador informático que controla un cuerpo robótico», añade.
«Una conversación en un idioma extranjero»
Pero el científico es realista.
«Estamos muy lejos de poder establecer cómo es un conectoma humano», reconoce.
«Para ponerlo en perspectiva: representar el cerebro completo de una mosca nos tomaría aproximadamente uno o dos años. Así que mapear un cerebro humano entero con la tecnología actual es simplemente imposible», dice.
Y es ahí donde los científicos se encuentran con otro reto teórico.
Incluso si pudiéramos crear el diagrama del cableado de un cerebro humano, para poder transferir la mente a una computadora también tendríamos que leer la actividad constante de cada una de las neuronas.
Pero para ello Itskov podría obtener algo de apoyo inesperado, dice Yuste, quien ayudó a llevar a cabo el proyecto de investigación neurocientífica más grande del mundo, la llamada Brain Initiative (Iniciativa del cerebro).
Como parte de este programa estadounidense de US$6.000 millones y cuyo objetivo es descubrir misterios del cerebro como el que da lugar al Alzheimer, Yuste espera que con el tiempo se logre representar la constante interacción de las neuronas en el cerebro.
«Queremos medir cada pico (de actividad) de todas las neuronas de forma simultánea, algo que muchos creen imposible», señala.
Para un estudio aún sin publicar, por primera vez Yuste ha podido hacer el mapa de los hipnóticos destellos eléctricos que componen la actividad de casi todas las neuronas— varios miles de ellas— de uno de los sistemas nerviosos más sencillos, el de un invertebrado llamado hidra.
«Fue muy excitante», recuerda. Pero «a día de hoy simplemente no podemos decir qué significan esos patrones. Así que es como escuchar una conversación en una lengua extranjera que no entiendes».
«Codificar la intuición, la belleza, el amor»
En 15 años Yuste espera poder representar e interpretar la actividad de todas las neuronas de la corteza cerebral de un ratón.
Pero su objetivo final es hacerlo con un cerebro humano.
«Si el cerebro fuera una computadora digital y si quisieras subir la mente a ella, antes tendrías que ser capaz de descifrarla o bajarla. Así que creo que la Brain Initiative es un paso necesario para que la transferencia (de la mente a una computadora) pueda llevarse a cabo», asegura.
Sin embargo, hay quien argumenta que la dinámica complejidad del cerebro, la misma de la que emerge la condición humana, es imposible de replicar.
«No puedes codificar la intuición. No puedes codificar la belleza estética. No puedes codificar el amor o el odio«, dice Miguel Nicolelis, un neurocientífico de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, EE.UU.
Nicolelis está desarrollando un exoesqueleto controlado por la mente para ayudar a los que sufrieron parálisis a volver a caminar.
«No hay manera de que algún día podamos ver el cerebro humano reducido a un medio digital. Es simplemente imposible reducir tal complejidad a un proceso algorítmico».
Yuste también está lejos de tener la certeza de que el cerebro trabaja como una computadora y que podría ser copiada a un cerebro.
Pero como los neurocientíficos aún no pueden explicar de forma exacta cómo el cerebro da lugar a cada uno de nosotros, ni tampoco pueden probar que transferir la mente a una computadora es imposible, el experto cree que la sociedad debería empezar a considerar las consecuencias que tendría que Itskov tuviera éxito con su plan.
«El camino que, gracias a las nuevas tecnologías neurológicas, nos llevaría a entender el cerebro es el mismo que nos llevaría, en teoría, a la posibilidad de trasferir la mente a una computadora«, dice Yuste.
«Los científicos que están investigando estos métodos tienen la responsabilidad de pensar más allá», sentencia.
Cuestión ética
Sin embargo, la transferencia mental podría abrir la puerta a un mundo lleno de riesgos.
«Si pudieras replicar la mente y transferirla a un material distinto, en principio podrías clonar mentes«, explica Yuste.
«Y esos son temas complicados porque tienen que ver con la definición de qué es una persona».
Pero Itskov es más optimista: «Te contestaré a la cuestión ética con la respuesta que me dio su santidad el Dalai Lama cuando lo visité en 2013. Su punto era que puedes hacer cualquier cosa si tu motivación es ayudar a la gente».
Para Yuste, quien forma parte del panel de ética del Brain Initiative, eso no es suficiente: «La transferencia del cerebro la pondría en la lista de temas que deben ser discutidas con cuidado y sobre las que hay que reflexionar».
Pero mientras, Itskov ya está planeando su vida sin fin: «En los siguientes siglos me veo teniendo varios cuerpos, o en algún otro lugar en el espacio, en un holograma, con mi consciencia pasando de uno al otro».
Se calcula que 107.000 millones de personas han muerto hasta la fecha.
A medida que nuestra comprensión del cerebro avance en las próximas décadas quedará claro si Itskov es realmente el visionario trascendental que dice ser, o simplemente el último soñador de sueños imposibles.
fuente.bbcmundo