Ha sido un símbolo de la guerra en Siria.
Ahora, la batalla por el control de Alepo luce encaminada a su final. Puede que aún falten algunos días, pero las fuerzas leales al presidente Bashar al Asad parecen contar con el impulso necesario y con una ventaja inexpugnable.
Al mismo tiempo, también en Siria, milicias árabes y kurdas respaldadas por el poder aéreo de Occidente han comenzado a aislar Raqa, la capital de facto del autodenominado Estado Islámico (EI).
Y en la batalla para despojar a EI de Mosul, su bastión en territorio iraquí, las tropas del gobierno de ese país han comenzado el lento y letal proceso de despejar la ciudad calle por calle.
Estas tres batallas prometen alterar significativamente el curso que llevan las guerras en Irak y Siria.
Su conclusión marcará un punto de inflexión en lo que se ha convertido en un conflicto regional.
Pero, ¿será posible que la derrota de EI en Mosul y Raqa así como recaptura de Alepo por parte del gobierno sirio logren acercar realmente la paz a estos países?
La triste verdad es que estos sucesos pueden simplemente anunciar el inicio de la próxima, e igualmente amarga, etapa en el conflicto.
Los límites de Asad
La dura situación que se vive en Alepo ha puesto en evidencia la brutalidad del conflicto sirio, así como la incapacidad de los actores externos occidentales y árabes para influir en la situación sobre el terreno.
Cuando las fuerzas leales al gobierno retomen el control absoluto de la parte oriental de la ciudad -si acaso lo logran-, enviarán un mensaje muy poderoso que indicará que el presidente Asad no se marchará del poder.
Gobernará sobre la porción occidental de Siria que aún está bajo su poder, mientras que diversas milicias rebeldes que se le oponen seguirán controlando otras zonas del país.
Es posible que grupos vinculados a EI o Al Qaeda sigan contando con las milicias más fuertes, mientras que los llamados moderados no saben con certeza qué apoyo recibirán del próximo gobierno estadounidense, liderado por Donald Trump.
Esto es una receta para el caos y la anarquía.
Ciertamente, mucho depende del próximo paso del presidente Asad.
¿Quiere él realmente -como ha dicho- retomar el control de todo el territorio que ha perdido?
Si es así, resulta que él sencillamente no cuenta con suficiente personal para lograrlo y esto se un problema con ramificaciones más profundas que abordaremos en un momento.
Esto, además, puede llevarle a enfrentarse con sus aliados en Moscú.
Los objetivos de Rusia
Rusia ha tenido éxito en alcanzar su objetivo estratégico: mantener al presidente Asad en el poder y así consolidar y expandir su punto de apoyo en Medio Oriente.
Moscú usó la campaña en Siria para dar muestras de su poder militar y exhibirlo ante potenciales compradores de su armamento.
Pero, ¿es posible que Rusia quiera capitalizar su éxito actual, por ejemplo, buscando algún tipo de acuerdo con el nuevo gobierno de Donald Trump?
Hasta ahora, la permanencia del régimen de Al Asad y los intereses estratégicos de Moscú han ido de la mano, pero esto no será siempre así.
El poder aéreo ruso ha sido decisivo para asegurar el futuro de Al Asad. Pero el mandatario sirio también tiene otros apoyos externos, principalmente Irán y una variedad de milicias proiraníes, entre las cuales destaca el grupo libanés Hezbolá.
De hecho, a lo largo del conflicto la maquinaria militar del gobierno sirio se rompió y sus pérdidas han llevado a la fragmentación.
Muchas de sus «unidades» se han convertido en poco más que milicias leales.
No tienen la capacidad para retomar y mantener todo el territorio arrebatado por los rebeldes.
Inevitablemente, la voz de Irán en Siria se ha vuelto mucho más fuerte (lo que también ha ocurrido hasta cierto punto en Irak, gracias a la lucha contra EI).
Esto es algo que deberá tener en cuenta el próximo gobierno de Estados Unidos si decide buscar algún tipo de acuerdo con Rusia, ya que significará esencialmente aceptar la posición cada vez más fuerte de Irán.
Un legado en ruinas
Hasta ahora, todas las señales indican que la principal preocupación del gobierno de Trump es combatir el terrorismo.
Entonces, ¿buscará lograr un entendimiento antiterrorista con Moscú y mantendrá el apoyo a los llamados grupos moderados sobre el terreno (los mismos a los que el gobierno de Obama ha estado respaldando)?
Una vez que Alepo esté bajo control de las fuerzas progubernamentales, ¿qué ocurrirá en las áreas bajo dominio de Al Asad?
Muchas de las ciudades sirias y gran parte de la infraestructura del país está destruida.
Se necesitan inmensos recursos para la reconstrucción. Un dinero que el aislado presidente no será capaz de recaudar.
No se trata solo de un problema financiero, sino también de capital humano.
Tanta gente se fue, o se convirtieron en desplazados, que el país no cuenta con los recursos humanos para la reconstrucción, incluso si hubiera un poco de paz.
Las preocupaciones de Turquía
Hay, por supuesto, otro actor externo en el conflicto sirio: Turquía.
Sus fuerzas ocupan una zona significativa en la parte norte de Siria y, de hecho, se está transformando rápidamente en el embrión del refugio que Ankara esperaba establecer desde hace tiempo.
Turquía además amenaza con participar en la batalla por Raqa.
Fuerzas rebeldes apoyadas por Ankara ya se han enfrentado con las milicias kurdas que respalda Estados Unidos, algo que Washington ve como una peligrosa distracción de la campaña para liberar Raqa de las manos de EI.
Las motivaciones turcas son complejas.
Su principal preocupación es evitar la unidad kurda, así como cualquier aspiración de los separatistas kurdos de abandonar Turquía.
Pero, más allá, el presidente Recep Tayyip Erdogan desea recordarle al mundo que lugares como Mosul o Raqa alguna vez fueron de los otomanos.
Esto no quiere decir que él busque controlar esos territorios en la actualidad, pero sí subraya el deseo de Ankara de vigilar de cerca lo que considera como su estratégica área de influencia.
Desde ese punto de vista, más allá de la disputa entre turcos y kurdos, el escenario se está configurando para una batalla entre Ankara y Teherán por ejercer influencia en Siria.
El genio kurdo ya está bastante fuera de la botella, pero las divisiones internas entre ellos pueden frustrar sus mayores ambiciones.
Aunque tienen algo a su favor: tienden a estar entre los guerreros más capaces que hay sobre el terreno, razón por la cual -pese a las preocupaciones de Ankara- Washington les ha dado apoyo.
La prominencia de los kurdos, sin embargo, trae consigo otros problemas como se aprecia en el avance sobre Mosul, que ya ha derivado en la expulsión de árabes sunitas por parte de milicianos kurdos que han destruido sus hogares.
Agravios duraderos
El papel de las milicias apoyadas por Irán en la ofensiva causa preocupaciones similares entre la población sunita, así como lo hace entre los actores árabes como Arabia Saudita.
Algunos milicianos sunitas se unieron a la campaña contra EI, pero esto lo único que ha hecho es destacar una vez más los problemas fundamentales de gobernabilidad e inclusión en Irak.
Ellos esperan que su papel en la campaña les permita tener un mayor reconocimiento una vez que EI sea derrotado.
Sin embargo, aunque es probable que Mosul sea capturado y que Raqa finalmente caiga, eso de ninguna manera significará el fin de EI.
De hecho, ya hay muchas discusiones en Occidente acerca de la amenaza que representan los yihadistas extranjeros que regresen de Irak y Siria, así como sobre la probabilidad de que EI busque incrementar sus ataques en Europa y más allá.
Obviamente, también habrá hombres de EI que permanecerán en Siria e Irak.
Sigue resultando poco claro que quiere decir exactamente «derrotar» a EI.
En muchos casos, se trata de una abstracción -una idea- surgida del fracaso del nuevo estado iraquí dominado por los chiitas para cumplir con sus compromisos de gobernabilidad e inclusión de la minoría sunita.
En ese sentido, las propias políticas del gobierno de Irak (los desalojos ejecutados por las fuerzas kurdas y las amenazas de las milicias proiraníes) solo están recreando las condiciones originales que ocasionaron el surgimiento de EI inicialmente.
fuente.bbcmundo