El mundo occidental se rige por el calendario gregoriano, que hoy marca el fin de su ciclo anual. Para los judíos, que observan otro calendario, este día también puede tener un significado.
En el judaísmo los ciclos son sumamente importantes, pues son estos los que nos obligan a evolucionar, a reflexionar y a hacer evaluaciones constantes.
Si nos detenemos un poco a pensar, podemos darnos cuenta de que a lo largo del año celebramos varias festividades judías, las cuales conllevan agradecimientos y reflexiones continuas. Para dar un ejemplo de esto, está el rezo de “Modé aní” que, pronunciado cada mañana al despertar, agradece al Creador habernos dado la oportunidad de vivir un día más.
Del mismo modo, cada shabat podemos evaluar nuestra semana, agradecer todo lo otorgado y disponer de todo un día para dedicarlo a Dios y a nuestra familia; cada Pésaj podemos preguntarnos de qué o de quién somos esclavos, de qué debemos liberarnos; cada Rosh Hashaná tenemos la oportunidad de celebrar un año más, y cada día de Kipur pedimos perdón y perdonamos con un ayuno que nos toca el alma de una manera muy especial.
Así, este trabajo nunca está terminado: cada día y cada año nos encontramos con nuevos desafíos que superar, con arrepentimientos, miedos y éxitos que celebrar, pero son los ciclos los que nos permiten hacer esos juicios constantes, que nos obligan a mirar lo invisible, a tocar lo intangible y a darnos cuenta que lo verdaderamente
importante no está en asuntos materiales.
Entonces, si un año judío está lleno de estas reflexiones que invaden la mente, ¿qué hace un judío el 31 de diciembre?
Bueno, pues resulta que fue el Papa Gregorio XIII el que, en el año 1582, ordenó que todo el mundo cristiano se rigiera bajo el calendario gregoriano y a lo largo de 200 años distintas regiones lo fueron implementando. Para el año de 1752, Gran Bretaña y sus múltiples colonias lo asimilaron como su calendario y fue así como el calendario gregoriano se expandió en grandes, muy grandes extensiones territoriales.
A pesar de que las comunidades judías continuaban con su calendario semilunar, el calendario gregoriano fue permeando por cada rincón del mundo y llegó a varios sectores de la sociedad, sobre todo a partir de los siglos XVII y XVIII, ya bien entrada la época de la modernidad. Esto provocó que los judíos continuaran con sus
festividades y que, debido a la convivencia cultural a lo largo de los siglos, terminaran también celebrando algunas festividades no pertenecientes al judaísmo, como es el caso de los millones de judíos estadunidenses que celebran el Día de Acción de Gracias (Thanksgiving) o el día de San Valentín.
El tema puede ser bastante controversial, mientras algunos piensen que estas celebraciones son para un judío un pecado inaceptable, a otros les encanta la idea de adoptar de la festividad su actividad más atractiva, como dar regalos o pasar tiempo con la familia. Así pues, este 31 de diciembre hay familias judías que se quedan en casa pasando una noche cualquiera, mientras otras familias judías se emocionan al preparar una cena y hasta una gran fiesta.
¿Qué hace un judío el 31 de diciembre? No hay una respuesta concreta, pero si de cerrar ciclos se trata entonces, querido lector, tienes tarea; ya seas judío o cristiano, aplícate a esto que debe hacer, de vez en cuando, cada ser humano:
1.-Pide perdón:
Todos llevamos un arrepentimiento en nuestra consciencia, ese que a veces no tenemos la humildad de aceptar pero que sin duda pesa. Haz esa llamada y pídele perdón a esa persona que lo merece, en ese mismo instante muestras una calidad humana verdaderamente grande, esa que sumada a otras cualidades te convierte en un ser humano admirable.
2.-Abraza y besa todo lo que puedas:
Amamos con todo el corazón, sin embargo lo demostramos poco, por alguna extraña razón. No es que yo te quiera apresurar pero en verdad no hay tiempo, la vida es demasiado corta y no podemos darnos el lujo de no abrazar a las personas que más queremos. Abraza y besa todo lo que puedas, el verdadero objetivo es lograr
acariciar el alma de tus seres queridos.
3.-Agradece y recalcula:
Tal vez lo más hermoso del ser humano es la consciencia que le permite darse cuenta de todo lo que posee, no concientizar todos los tesoros obtenidos a lo largo del camino es tan trágico como nunca haberlos obtenido. Agradece a Dios la vida, agradece a la vida todo lo otorgado, agradece a tu familia y a tus amigos cada momento vivido, agradécete también a ti mismo el que te has podido levantar cada vez que te has caído, pero nunca dejes de agradecer cada momento y cada bendición. Bien dicen que el agradecimiento es la memoria del corazón.
Recalcula: no hay un camino perfecto, la vida está llena de bifurcaciones y opciones que hacen el recorrido bastante complejo. Recalcular siempre es una opción, se vale equivocarse, echar reversa, dar vuelta en “u” o cambiar de dirección, lo que está completamente prohibido es quedarse paralizado mientras todos a nuestro alrededor siguen su recorrido.
Pues bien, ya sea que tú festejes o no el 31 de diciembre, no dejes de recalcular, abrazar, pedir perdón, perdonar y agradecer, son estas reflexiones las que, sigas la religión que sigas, te permiten crecer.