“Uno no sabe por dónde brincará la liebre”, refrán adecuado para estos tiempos en los que nos hemos preparado para enfrentar todo tipo de adversidades.
Los países se han dotado de armamento sofisticado, tecnologías de todo tipo capaces de descifrar códigos secretos, estrategias militares, seguimientos y espionaje, satélites capaces de ver movimientos de personas a miles de kilómetros de distancia, procedimientos y protocolos de contra espionaje, desarrollos de altos niveles para la protección de sistemas y ciberseguridad… todo para defendernos de nosotros, los seres humanos.
Durante miles de años el hombre se ha protegido del hombre, ha luchado con su misma especie, se ha cuidado de él por considerarlo su enemigo natural. Cientos de guerras se han suscitado ganando siempre el más fuerte, el más preparado, el más equipado o el más numeroso.
Dos guerras dentro de la etapa contemporánea del hombre han marcado fuertemente el odio y la capacidad destructiva entre una misma especie: la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Desde entonces mucho se ha hablado de como sería una Tercera Guerra Mundial tomando en cuenta los avances tecnológicos y capacidades bélicas. Ha habido teorías apostándole a una guerra de “apretar botones”, otras teorías hablando de una guerra meramente de ataques cibernéticos, una más de proyectiles teledirigidos capaces de salir y volver a entrar a la atmósfera. En fin, opciones no han faltado.
De lo que nunca se habló es que la Tercera Guerra Mundial sería contra un enemigo diminuto y silencioso que atacaría de manera sorpresiva a toda la humanidad y que, por primera vez en la historia, los ciudadanos del planeta tierra tendríamos que unirnos, compartiendo toda la tecnología desarrollada por cada país para utilizarla en conjunto tratando de crear una solución de emergencia que mitigue a éste pequeño enemigo nuevo y real que podría dejar mucho más daño que el generado por las pasadas guerras juntas.
Estamos en guerra, una guerra atípica, con características peores que las tradicionales, una guerra que ha surgido sin estar preparados para ella, una guerra llena de miedo y confusión trayendo consigo la oportunidad de unión entre los seres humanos y la lección de que “No hay enemigo pequeño”, por más pequeño que éste sea.