La pandemia de COVID-19 (en realidad, SARS-CoV-2 y popularmente conocido como coronavirus) ha puesto al mundo de cabeza.
Muchos filósofos posmodernos —como Slavoj Žižek— ya se adelantaron a anunciar el fin del sistema capitalista, debido a la crisis económica que se nos viene encima. Pero el asunto no es tan sencillo. En realidad, hay muchas razones para saber que Žižek se equivoca.
La pandemia de COVID-19 ha tomado mal parado a casi todo el mundo occidental. Los países europeos, particularmente, han sufrido con el pandemonium que se ha armadao. Especialmente Italia y España, los países con la más alta tasa de mortalidad por la enfermedad (218 y 214, respectivamente, por cada millón de habitantes).
Estados Unidos no lo pasa muy bien, ya que se ha convertido en el epicentro actual de la pandemia (algo lógico si tomamos en cuenta que debido a su elevadísimo tráfico aéreo internacional, era de esperarse que llegara desde Europa y Asia mucha gente infectada; era inevitable que en ese país brotaran múltiples focos de infección al mismo tiempo). Sin embargo, su tasa de mortalidad es más bien baja (en comparación con Italia y España): apenas 16 muertos por cada millón de habitantes.
La economía de estos países está siendo golpeada por dos diferentes flancos: por una parte, están teniendo que destinar muchísimo dinero a sus servicios médicos. Dinero que no estaba presupuestado. Pero, por otro lado, las cuarentenas obligadas que se han impuesto en muchos lugares han provocado el colapso de las dinámicas económicas. La gente se queda en sus casas y entonces no compran. Eso afecta los ingresos de los negocios que ofrecen productos y servicios, que entonces pierden la capacidad de pagar salarios y rentas. La imposibilidad de pagar salarios los obliga a despedir a sus empleados, que al no tener dinero tampoco tienen la posibilidad de hacer compras. Entonces se recrudece el problema y se crea un círculo vicioso. Y al no poder pagar rentas, la industria inmobiliaria y sus derivados también entran en recesión.
Al colapsarse toda esta dinámica económica, cae la recaudación fiscal de los gobiernos. En consecuencia, al mismo tiempo que el gobierno está gastando más dinero del programado en servicios médicos, está dejando de recibir el dinero que normalmente disponía.
Esa es la razón por la que muchos países han comenzado a recurrir a sus ahorros, y han decidido invertir la friolera de 5 trillones de dólares para paliar los efectos de esta crisis. Es decir, cinco millones de millones de dólares. El mayor rescate económico en toda la historia de la humanidad. De todo ese dinero, EE.UU invertirá en su recuperación 2 trillones. Es decir, el 40% del rescate económico mundial.
¿Significa esto que el capitalismo está en crisis? Sin duda. Pero ojo: No es por culpa del propio capitalismo. Se trata de un evento natural —una pandemia— que afecta por igual a unos y otros, y el capitalismo no podía ser la excepción.
¿Será este episodio un parteaguas que marque el colapso del sistema capitalista, tal y como lo han previsto filósofos como Žižek?
No. Al contrario.
Es cierto que los países capitalistas van a tener que gastar muchísimo dinero para conservar su sistema. Pero lo tienen, a diferencia de los países socialistas o postsocialistas. Rusia no tiene la capacidad de hacer semejante inversión. China sería el único listo para disponer grandes cantidades de dinero, pero eso no fue gracias al comunisma maoísta. Al contrario: China dispone de ese dinero porque hace mucho que abrió su economía a esquemas de libre mercado, abandonando las tesis económicas del comunismo.
En contraste, los países que siguen modelos o paradigmas socialistas están enfrentando la crisis en total desventaja. Cuba y Venezuela simplemente no tienen los recursos para pretender un rescate remotamente similar al de EE.UU, y en Ecuador —país con gobierno izquierdista— está enfrentando acaso la peor situación en todo el mundo. Las imágenes son dantescas en Guayaquil: gente muriendo en la calle, cadáveres que son abandonados o hasta incinerados en camellones, avenidas, espacios abiertos. Las cifras oficiales de contagios y fallecimientos son a todas luces inexactas, y el sistema de salud está desbordado en un nivel no visto ni en España ni en Italia.
Justamente el hecho de que los países capitalistas tengan la posibilidad de invertir todo ese dinero es lo que va a garantizar que su sistema va a sobrevivir. En contraparte, es absolutamente incierto el futuro de los sistemas políticos y económicos que se definen como de izquierda o, incluso, como “anti-imperio” (refiriéndose con esto a anti-estadounidenses).
¿Cómo afecta todo este panorama a Israel?
En términos generales, positivamente. Por una parte, Israel es uno de los países que mejor está manejando la pandemia. Con 6,857 contagiados, su tasa de mortalidad es apenas de 4 por cada millón de habitantes. Cierto que, al igual que otros países, va a tener que invertir mucho dinero en la reactivación de su economía, la ventaja es que el gobierno tiene ese dinero.
Pero las verdaderas ventajas vienen de situaciones más allá de esas realidades domésticas. Lo más relevante es que uno de los países más afectados, lo mismo por la pandemia que por la debacle de los precios del petróleo, es Irán, máximo enemigo de Israel.
La economía iraní ya era un desastre. Su incapacidad de reaccionar a los ataques israelíes o estadounidenses ya se habían hecho evidentes. Como si esto no fuera poco, el COVID-19 vino a poner de cabeza al país. Se sabe que los datos oficiales dados por el gobierno son falsos. No se está reflejando la realidad que sufre el país. Y en medio de todo ello, las desavenencias entre Rusia y Arabia Saudita tiraron el precio del petróleo, dándole una estocada mortal a la economía iraní, petrolizada por completo.
Así que el reacomodo que vendrá de toda esta situación pone a Israel en una situación ventajosa dentro de la geopolítica del Medio Oriente.
Y no se olvide esto: La pandemia es una calamidad natural que afecta a todos por igual.
Lo que marca la diferencia es qué tan preparado está cada quien para enfrentarse a esto.
Israel lo está, así que sobrevivirá sin grandes problemas. Sus enemigos, no —Irán, pero también Siria, Hezbolá y los palestinos extremistas—. La crisis los ha tomado mal parados y no se ve claro de qué modo se puedan recuperar.
Menos aún, cuándo puedan hacerlo.