Hace treinta años, el mundo supo que enfrentaba una gran amenaza ambiental.
Luego de recibir asesoramiento científico, los políticos cuyas naciones se enfrentaban en la llamada Guerra Fría pusieron de lado sus diferencias para unirse a sus ciudadanos y las industrias y tomar medidas rápidas para detener el crecimiento de un agujero en la capa de ozono de la Tierra.
Hoy, si bien este problema no ha desaparecido por completo, existe evidencia científica que sugiere que paulatinamente se está solucionando.
Sin embargo, cuando se trata de abordar las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio climático, nuestros esfuerzos siguen siendo insuficientes.
¿Por qué es tan difícil para el mundo repetir el éxito ambiental respecto a la capa de ozono y acordar medidas para detener el cambio climático?
Este 16 de septiembre, cuando se conmemora el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, tratamos de encontrar respuestas a ese interrogante.
Tomar la ciencia en serio
Las diferencias entre cómo se abordó el problema de la capa de ozono durante la Guerra Fría y la falta de acción en el presente sobre el cambio climático radican en los contextos y la magnitud de los desafíos en ambos momentos históricos.
«El ozono era una buena historia en el sentido de que fue la ciencia la que realmente impulsó la política», dice Oksana Tarasova, jefa de investigación del Programa Global Atmosphere Watch de la Organización Meteorológica Mundial de la ONU, radicada en Ginebra.
«En ese momento nuestra ciencia era tomada en serio y por eso se llevaron a cabo acciones apropiadas en el terreno político. La ciencia siempre estaba en conversación con la formulación de políticas», agrega.
En 1973, Mario Molina, investigador de la Universidad de California-Irvine, descubrió que los productos químicos utilizados para enfriar en refrigeradores, así como en aerosoles y espumas plásticas, podrían destruir la capa de ozono que existe en la atmósfera superior.
A estos se les conoce como clorofluorocarbonos o CFC.
Las advertencias de Molina fueron validadas en 1985, cuando un equipo de científicos británicos midió una caída dramática en la concentración de ozono sobre la Antártida.
Esta caída no se traduce exactamente en un agujero, sino en un adelgazamiento significativo en la capa de ozono sobre ese delicado ecosistema.
En los dos años siguientes, durante dos expediciones al continente, la profesora de química atmosférica del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), Susan Solomon, pudo reunir suficiente evidencia para identificar a los CFC como los responsables del daño en la capa de ozono.
Tregua para una meta común
La comparación entre el «agujero» en la capa de ozono y un «agujero» en el techo de nuestra casa fue una imagen poderosa que creó conciencia.
Esto ayudó a aumentar la conciencia pública sobre los riesgos de cáncer de piel, cataratas y quemaduras solares asociadas con una mayor exposición a las radiaciones ultravioletas.
En contraste con el consenso actual de que la acción humana está causando el calentamiento global, la comunidad científica en ese momento todavía estaba debatiendo qué estaba causando el agujero en la capa de ozono.
Sin embargo, los políticos decidieron tomar medidas, con la evidencia que tenían.
¿Qué es la Capa de Ozono?
- El ozono (O3) es un «alótropo» de oxígeno, una forma de oxígeno que es diferente del O2, el gas que constituye el 21% de la atmósfera. El ozono se forma a partir del oxígeno en una reacción reversible.
- La capa de ozono es un «escudo» frágil de gas en la atmósfera superior, donde el ozono se encuentra en sus concentraciones más altas.
- Esta capa absorbe la radiación ultravioleta, evitando que la mayor parte llegue al suelo. Este proceso es importante porque la radiación ultravioleta puede provocar cáncer de piel.
Los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética dejaron de lado temporalmente sus rivalidades de la Guerra Fría para hallar soluciones. Así fue que, en 1987, se firmó el Protocolo de Montreal, que prohibía el uso de productos químicos que causan el agotamiento del ozono.
El tratado fue el primero en la historia en lograr la ratificación universal, lo que significa que todos los estados miembros de la ONU deben cumplir con él.
En total, el acuerdo tuvo 197 signatarios (todos los miembros de las Naciones Unidas, así como Niue, las Islas Cook, la Santa Sede y la Unión Europea).
«Modelo de cooperación»
Por sus descubrimientos, Molina recibió el Premio Nobel de Química en 1996, mientras que Solomon compartió el Premio Nobel de la Paz en 2007 con el exvicepresidente de Estados Unidos Al Gore y el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas.
El presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, elogió el Protocolo de Montreal al llamarlo «un modelo de cooperación».
Tarasova dice que la cooperación no fue solo a nivel político, sino también entre legisladores y científicos.
«Los procesos de evaluación no se hacen de forma aislada», dice ella.
«Si se implementa una política, es necesario tener herramientas para ver si la política está funcionando o no. Por eso, a veces los impulsores de estas políticas regresan a los científicos para pedir consejos y preguntar si se está avanzando en el camino correcto».
«Es por eso que el Protocolo de Montreal constituye una historia de éxito», termina.
Un reto mayor
A pesar de los resultados positivos respecto a la capa de ozono, tres décadas han pasado desde el Protocolo de Montreal y aquellos que niegan el cambio climático están al frente de los gobiernos clave en lo que respecta a la política ambiental, como es el caso de Estados Unidos y Brasil.
La escala de los dos desafíos ambientales también significa otra diferencia clave, dice Tarasova. Lidiar con la capa de ozono requería trabajar solo con un puñado de elementos en el sector económico y cambiar los hábitos de algunos consumidores, pero abordar el calentamiento global requiere repensar la forma en que usamos y producimos la energía que alimenta al mundo.
Tarasova dice: «El Protocolo de Montreal trata sobre la producción y el consumo de sustancias que agotan el ozono e involucra a un número limitado de participantes».
Pero frenar las emisiones de gases de efecto invernadero «es algo sustancialmente más grande, porque toda la economía depende de los combustibles fósiles».
«La energía lo es todo. Tomar medidas es muy difícil porque todos tienen que tomar medidas al mismo tiempo. Se necesita una transición mucho más fundamental en la forma en que hacemos las cosas».
La comunidad internacional se ha unido y ha acordado una serie de compromisos vinculantes y no vinculantes en varias ocasiones (Río 1992, Kioto 1998, Copenhague 2009 y París 2015) pero las emisiones siguen aumentando.
Rusia, por ejemplo, no ha firmado el acuerdo de París.
Bajo la presidencia de Donald Trump, EE.UU. (el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo) se retiró del acuerdo y cambió su política hacia una agenda de desarrollo de combustibles fósiles.
Según la Comisión Europea, este país genera el 13% de las emisiones mundiales de CO2, mientras que Rusia aporta el 4,6%.
El el caso de Brasil, que genera el 2,4% de las emisiones de CO2, también parece haber una reversión de las políticas anti cambio climático. La deforestación es uno de los principales impulsores de las emisiones de CO2 en el país, y la situación en ese sentido ha empeorado bajo el mandato del presidente Jair Bolsonaro.
De esta manera, estamos ante un marcado contraste con la forma en que incluso políticos rivales como Reagan, Mikhail Gorbachev y Margaret Thatcher llegaron a un acuerdo sobre el Protocolo de Montreal, en 1987.
Evitar lo peor
Pero hay lecciones que aprender del pasado, así como claros beneficios.
Un estudio de 2015 realizado por investigadores de la Universidad de Leeds, en Reino Unido, estimó que el agujero de ozono de la Antártica habría sido un 40% más grande si las sustancias químicas que afectan el ozono no se hubieran prohibido en la década de 1980.
El estudio encontró que la capa de ozono sería más delgada sobre las latitudes medias del hemisferio norte, y que en ocasiones realmente habría habido un agujero sobre el Ártico.
Otro estudio realizado por un grupo de científicos en el Reino Unido, los Países Bajos, Alemania y Grecia estima que el Protocolo de Montreal ha evitado dos millones de casos de cáncer de piel por año.
Para 2030, habrá un 14% menos de casos de cáncer de piel anual, en comparación con el escenario que habríamos tenido sin el Protocolo de Montreal, dice el estudio.
La última evaluación científica de nuestra capa de ozono, realizada en 2018, reveló que partes de ella se han recuperado a una tasa de 1-3% por década, desde 2000.
Según la ONU, teniendo en cuenta el ritmo que prevén, las concentraciones de ozono sanarán completamente en el hemisferio norte y en la latitud media para la década de 2030. En el hemisferio sur esto ocurrirá en la década de 2050 y en las regiones polares, en 2060.
Trabajo constante
Pero aunque se han logrado progresos, el problema con nuestra capa de ozono está lejos de resolverse, y los países continúan cooperando para abordarlo.
En enero, una enmienda al Protocolo de Montreal, la Enmienda de Kigali, entró en vigor para reducir gradualmente la producción y el uso de hidrofluorocarbonos (HFC), gases que habían reemplazado a los CFC.
Aunque los HFC son solo una pequeña fracción de los gases de efecto invernadero, pueden ser cientos o miles de veces más potentes que el dióxido de carbono para contribuir al cambio climático.
Al firmar la enmienda Kigali, los países se comprometieron a reducir la producción y el uso de HFC en más del 80%, durante los próximos 30 años, evitando así el calentamiento en hasta 0,5°C, para fines de siglo.
Además, los esfuerzos continúan para abordar las emisiones ilegales de productos químicos que destruyen el ozono. Un estudio publicado en mayo identificó a las provincias del este de China como las principales fuentes de un aumento en una de esas sustancias, el CFC-11.
«Es por eso que es importante celebrar este día de la capa de ozono y hablar sobre el éxito del Protocolo de Montreal, pero también entender que no es un acuerdo que se firmó y ya», dice Tarasova.
«No podemos detener el monitoreo ni descartar todos los satélites, porque estamos ante un problema en evolución. Necesitamos estar pendientes de forma constante».
fuente:bbcmundo