Tras el obstáculo de la pandemia y las restricciones de Bolsonaro, el Carnaval de Río resurgió de la cenizas.
Adiós a la pandemia y a los años oscuros para la cultura bajo el mandato de Jair Bolsonaro: el Carnaval de Río recuperó el domingo la alegría de vivir con un espectáculo en el Sambódromo rebosante de fantasía y desparpajo.
«Es una sensación de libertad y felicidad sin parangón, indescriptible», resumió Debora Soares, una modelo de 25 años de la favela de Cidade de Deus, mientras se tomaba ‘selfies’ con otras bailarinas subidas a una carroza verde durante el primer desfile de la noche.
En el célebre recinto carioca, unas 70,000 personas se entregaron en cuerpo y alma al vibrante ritmo de la samba y a la creatividad de las ‘escolas’, que durante meses confeccionan con ahínco miles de exóticos disfraces y decorados. La de Grande Rio, ‘escola’ campeona de 2022, suscitó entusiasmo con una carroza sobre la que giraban sendos tiovivos gigantes, que parecieron devolver al público a su infancia.
Mocidade convirtió a sus figurantes en graciosas mazorcas de maíz y todas las ‘escolas’ contaron como es tradición con radiantes bailarinas que agitaban hasta el último músculo envueltas en plumas.
«Va a ser un carnaval inolvidable», previó Laraci Santos, una enfermera de 64 años. «Desfilo desde los siete años, pero cada vez que entro en la avenida es como si fuera la primera. Me dan ganas de llorar», agregó.
Y es que los brasileños estuvieron este año más impacientes que nunca por celebrar su fiesta favorita después de que la pandemia del covid-19 forzara la anulación de la edición de 2021 y restringiera la de 2022, celebrada excepcionalmente en abril. Muchos también festejan el fin del mandato del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro, que recortó fondos para la cultura y menospreció el carnaval.
«Doble felicidad»
Su sucesor, el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, ha prometido volver a dar alas a la cultura mientras que su esposa «Janja» estuvo presente este domingo en el carnaval de Salvador (noreste), según imágenes difundidas por la prensa local en las que se la ve bailar con una sonrisa de oreja a oreja.
«La felicidad es doble. Con este carnaval podemos celebrar el fin de ese gobierno (de Bolsonaro) y también dejamos atrás los horrores de la pandemia», que en Brasil dejó unos 700,000 muertos, afirmó a la AFP Amanda Olivia, de 34 años. Olivia tenía previsto participar en el pase de Mangueira, así como también la titular de Cultura, la cantante Margareth Menezes.
En total, 12 «escolas» desfilan entre domingo y lunes: cada una con varios miles de personas que recorren al unísono los 700 metros de la pasarela del Sambódromo, incluidos decenas de turistas que pagan varios cientos de dólares para formar parte del delirio carnavalesco.
Las agrupaciones disponen de entre 60 y 70 minutos para convencer al jurado de que su «enredo», el nudo temático que cada año eligen, es el mejor en cuanto a letra, percusión, trajes, carrozas y puesta en escena en general.
Si bien en los últimos años el espíritu de resistencia y denuncia del gobierno de Bolsonaro fue más o menos explícito, en esta edición las ‘escolas’ exaltaron sobre todo los orígenes africanos del carnaval brasileño y figuras de la samba.
«Todavía no al 100%»
La alcaldía de Rio estima que el carnaval atraerá en total a cinco millones de personas, incluido el callejero que volvió a celebrarse plenamente en los barrios de la ciudad por primera vez en tres años. En términos económicos, esto supondrá $880 millones, con una ocupación hotelera prevista superior al 95%. Sin embargo, vendedores ambulantes alrededor del Sambódromo aseguraron que la actividad no se había recuperado del todo.
«Diría que estamos en 75%» del nivel anterior a la pandemia. «No alcanzó todavía el 100%. Antes a esta hora esto estaba lleno de gente, y ahora ya ve, está parado», contó a la AFP Guilherme Leal, un vendedor de cerveza con 22 carnavales a su espalda. «Llegué a ganar $570 en una noche de carnaval, hoy $230», agregó. «Pero hay que sobrevivir».
En el estado de Sao Paulo (sureste), la fiesta se vio ensombrecida por la tragedia: al menos 36 personas murieron el fin de semana por fuertes lluvias en el litoral norte, que acoge a miles de visitantes durante estas fechas festivas.