En una mañana de fines de verano boreal el mundo cambió. Era 11 de septiembre de 2001 cuando cuatro aviones fueron secuestrados por miembros de al Qaeda para atentar contra edificios emblemáticos del poderío de Estados Unidos.
Con 2.996 muertes, el 11-S fue y es el mayor ataque en suelo estadounidense de la historia y sus consecuencias aún se sienten.
El mayor ejemplo es la criticada reciente salida de EE.UU. de Afganistán tras 20 años de guerra y ocupación.
Pero también se pueden sentir a un nivel más personal, en generaciones enteras que recuerdan exactamente dónde estaban ese día en que su historia se fusionó con la Historia.
Esto es lo que pasó en aquellos 149 minutos de desconcierto, caos y terror.
07:59
11 DE SEPTIEMBRE 2001
El vuelo 11 de American Airlines (AA11) despega desde el Aeropuerto Internacional Logan de Boston rumbo a Los Ángeles con la capacidad máxima de tripulación, es decir, el piloto y copiloto más nueve aeromozos.
Entre los 81 pasajeros viajan cinco atacantes, uno de los cuales es el líder táctico de los atentados, el egipcio Mohamed Atta.
El plan está en marcha.
Sin embargo, la idea se había gestado 5 años antes, cuando al Qaeda desde su sede en Afganistán estaba en búsqueda de ideas para atacar a EE.UU.
El paquistaní Khalid Sheikh Mohammed planteó la idea de formar pilotos para secuestrar aviones y usarlos como armas, estrellándolos contra edificios de importancia real y simbólica.
La aprobación del plan llegó del mismísimo líder de al Qaeda, un multimillonario saudita que recién empezaba a aparecer en el radar de las agencias de inteligencia estadounidenses, pero que luego se convertiría en el hombre más buscado del mundo: Osama Bin Laden.
08:14
En otra terminal del mismo aeropuerto de Boston el vuelo 175 de United Airlines (UA175) despega también rumbo a Los Ángeles, con nueve tripulantes y 56 pasajeros. Cinco de ellos son secuestradores.
Al mismo tiempo, en el vuelo AA11 los secuestradores consiguen entrar en la cabina de vuelo y tomar el control del primer avión.
El golpe comienza con dos auxiliares de vuelo apuñalados probablemente por los atacantes que viajan en primera clase. A continuación, Atta, el único de los cinco entrenado para pilotar un avión, avanza desde ejecutiva escoltado por otro secuestrador, mientras el quinto apuñala a un pasajero.
La víctima es Daniel Lewin, quien había servido 4 años en el ejército israelí y estaba sentado justo detrás de Atta. Se cree que muere al intentar frenar el secuestro sin saber que detrás suyo tiene a otro atacante.
Tal como sucederá en los otros vuelos, el resto de la tripulación y los pasajeros son obligados a desplazarse al final del avión. En este caso, usan un gas irritante y amenazan con una bomba que, se cree, nunca existió.
Desde ahí la auxiliar de vuelo Betty Ong hace una llamada al centro de reservas de American Airlines alertando sobre el posible secuestro del AA11.
08:20
Es el turno del vuelo 77 de American Airlines (AA77) , que despega del Aeropuerto Internacional de Washington-Dulles, en Washington D.C., con seis tripulantes y 58 pasajeros, incluyendo a cinco atacantes. El destino también es Los Ángeles.
Esto no es casualidad: los cuatro vuelos secuestrados tienen previsto viajar de costa a costa y, por ende, van con los tanques cargados con hasta 43.000 litros de combustible.
En manos de los secuestradores los aviones se convertirán en misiles pilotados.
08:24
Atta intenta comunicarse con los pasajeros, pero por error, da la noticia del secuestro al centro de control aéreo de Boston, revelando además que no tomaron uno sino varios aviones.
El controlador aéreo no entiende bien y mientras intenta averiguar qué está pasando llega un segundo mensaje de Atta que no deja lugar a dudas: el AA11 acaba de ser secuestrado.
A esta altura, los atacantes ya han apagado el transpondedor del avión, un dispositivo que ayuda al control aéreo a identificar a cada aeronave y saber su rumbo, velocidad y altitud. Ubicarlo, entonces, pasa a ser un problema.
La noticia de la toma del vuelo empieza a ascender en la cadena de mando de la Administración Federal de Aviación de EE.UU. (FAA), la agencia gubernamental encargada de regular la aviación civil.
Sin embargo, pasa más de media hora antes de que la FAA y las aerolíneas comprendan el verdadero significado de ese “tenemos algunos aviones” pronunciado por Atta.
Por eso, los vuelos en todo el país siguen cumpliendo con sus rutinas sin recibir advertencia alguna. Entre ellos está el cuarto y último avión que fue secuestrado ese día.
08:42
El vuelo 93 de United Airlines (UA93) despega del Aeropuerto Internacional de Newark, en Nueva Jersey, rumbo a San Francisco. Debe salir a las 8:00 am, pero se atrasa por la cantidad de tráfico que suele haber en las mañanas.
Este cambio aparentemente trivial termina siendo determinante en el fracaso de los atacantes.
Pero otro detalle pudo haber sido clave también. El vuelo parte con siete miembros de la tripulación y 37 pasajeros, entre los cuales hay cuatro secuestradores, no cinco como en los otros tres aviones.
Mientras el UA93 levanta vuelo, ocurre la toma del segundo avión, el UA175 .
08:44
A media hora de haber sido secuestrado, el AA11 atraviesa el cielo despejado de Nueva York.
Y no solo está despejado de nubes, sino también de aviones: los controladores aéreos creen que el vuelo se dirige al Aeropuerto Internacional John F. Kennedy y están pidiendo al resto de los pilotos que se muevan del camino.
Pese a los riesgos, la auxiliar de vuelo Madeline Sweeney lleva unos 15 minutos informando cada hecho a American Airlines desde un teléfono en la cola del avión. Entonces el AA11 empieza a descender, pero no es donde se espera.
«Algo está mal. Estamos en un rápido descenso… vamos erráticamente”, dice.
Entonces su interlocutor le pregunta si puede mirar por la ventana y descifrar dónde están. Sweeney lo hace y describe lo que serán sus instantes finales.
“Estamos volando bajo. Estamos volando muy, muy bajo. Estamos volando demasiado bajo. ¡Dios mío, estamos demasiado abajo!”Madeline Sweeney, auxiliar de vuelo del AA11
La llamada se corta.
08:46
El AA11 se estrella contra la Torre Norte, una de las Torres Gemelas del World Trade Center (WTC), esos rascacielos de 110 pisos que llevan tres décadas protagonizando el paisaje neoyorquino.
El desconcierto es absoluto.
Constance Labetti está en el piso 99 de la Torre Sur trabajando cuando ve venir al primer avión: “Me quedé congelada. No me moví. No podía moverme. Me quedé de pie junto a la ventana”, cuenta.
Su voz es una de las tantas de sobrevivientes y familiares de víctimas que forman parte del Memorial y Museo del 11-S, ubicado en el propio WTC.
“Podía verlo acercándose cada vez más. Podía ver el ‘AA’ en la cola. Podía ver la cabina del piloto. Podía ver dentro de la cabina, las ventanas polarizadas de la cabina. Así de cerca estaba”, continúa.
El impacto contra la Torre Norte suena como un rugido, dice Labetti.
“Por un momento, solo por ese momento, estaba casi [suspirando] de alivio, hasta que me di cuenta de todas esas personas que acababan de morir”, narra.
Al estrellarse, el avión atraviesa los pisos 93 al 99, matando a cientos. Se cree que también deja inaccesibles todas las escaleras desde el piso 92 hacia arriba, es decir que otros cientos de personas quedan vivas pero atrapadas.
El choque también hace que el combustible del avión genere una bola de fuego que destruye al menos un grupo de ascensores y hace estallar pisos inferiores, incluyendo el vestíbulo de West Street y el nivel B4, cuatro pisos bajo tierra.
En algunos lugares las temperaturas alcanzan los 1.000ºC y un humo negro y espeso envuelve los pisos superiores no solo de la Torre Norte, sino también de la Sur.
Allí la megafonía da la orden de no evacuar, pero el jefe de Labetti en Aon Corporation, Ron Fazio, les indica a todos que abandonen el edificio de inmediato usando las escaleras. Esa decisión salvará a decenas de personas.
08:47
El presidente de EE.UU., George W. Bush, está por entrar a un salón de clase de la escuela primaria Emma E. Booker en Sarasota, Florida, cuando le informan que “un pequeño avión de dos motores” ha chocado contra una de las Torres Gemelas.
Bush es notificado de que aún no hay más información disponible y decide seguir con su plan de leerle a los niños.
Si bien a esta altura la FAA lleva más de 20 minutos al tanto del secuestro del primer avión, no hay registros de que otra agencia en Washington lo sepa.
Tampoco la Casa Blanca está al tanto.
Allí se encuentra el vicepresidente, Dick Cheney, quien se entera por la televisión y reacciona quizás como millones de personas a lo largo del mundo: “¿Cómo diablos pudo un avión chocar contra el World Trade Center?”, pregunta.
En este momento aproximado los atacantes toman el control del tercer avión, el AA77.
08:56
A 10 minutos del choque, en los pisos más altos de la Torre Norte quedan pocos lugares donde refugiarse del calor, el fuego y el humo, y las primeras personas empiezan a caer desde más 300 metros de altura. O a saltar.
La tragedia adquiere una nueva dimensión de horror.
09:01
Es tal el caos en el centro de control aéreo de la FAA en Nueva York que el segundo avión, el UA175, logra surcar el cielo de la ciudad sin inconvenientes a pesar de nunca haber apagado su transpondedor y estar lejos de su ruta.
“Tenemos varios problemas en desarrollo aquí. Están creciendo mucho, mucho. Necesitamos trabajar con los militares… Estamos, estamos metidos en algo más, hay otro avión aquí que puede estar en un problema similar”Gerente del centro de control de la FAA en Nueva York
Para cuando la información de un posible nuevo secuestro llega al comando central de la FAA ya es tarde para actuar.
09:03
El UA175 se estrella contra la Torre Sur del WTC, atravesando desde el piso 77 al 85.
Han pasado tan solo 17 minutos desde el primer impacto en la Torre Norte y lo que ya era la mayor operación de rescate en la historia de Nueva York pasa a ser dos veces más grande.
Labetti todavía está bajando las escaleras cuando el avión choca contra su torre.
“Creo que llegué al piso 72, piso 75, cuando sentimos y escuchamos un ruido fuerte”, narra también para el Memorial y Museo del 11-S.
“Fue como si alguien tomara el edificio, lo sacudiera y lo volviera a poner en su lugar”, explica. “Me agarré del pasamanos muy fuerte para no caerme. Pero mucha gente en la escalera estaba cayéndose”.
Labetti continúa el descenso junto a su jefe y otros colegas, creyendo que la Torre Norte se había derrumbado contra su edificio.
Sin embargo, millones ven en vivo a un segundo avión golpeando la segunda torre. La idea inicial de un accidente pierde sentido.
A diferencia de lo que sucedió con el primer avión, el UA175 se inclina antes del choque, dejando intactas partes enteras del edificio en los propios pisos donde impactó.
Una de las escaleras también permanece accesible al menos desde el piso 91 hacia abajo, pero el descenso no es fácil. El fuego, el humo, la oscuridad y el olor a combustible hacen la huida cada vez más difícil.
Y hay un problema más: el 911.
El desconcierto desborda al servicio de emergencia telefónica, que una y otra vez aconseja a las personas en ambas torres que permanezcan donde están y esperen a ser asistidos sin importar si se encuentran arriba o debajo de las zonas de impacto, o si pueden evacuar por su cuenta.
Aunque los números difieren, los sobrevivientes de la Torre Sur que logran descender desde la zona del impacto o más arriba no superan las dos docenas.
09:05
Bush está sentado frente a los pequeños de 7 años cuando el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Andrew Card, le susurra al oído la noticia del segundo ataque contra las Torres Gemelas.
“Un segundo avión golpeó la segunda torre. Estados Unidos está siendo atacado”Andrew Card, jefe de gabinete de la Casa Blanca, a George W. Bush
El presidente se queda ahí sentado, asintiendo levemente con la cabeza y apretando los labios.
“No quería hacer nada dramático. No quería levantarme de la silla y asustar a un salón lleno de niños. Entonces esperé”, explica Bush en el documental de la BBC “11-S: Así se vivió en la Casa Blanca”.
En su opinión, “durante una crisis, es muy importante establecer un tono y no entrar en pánico”.
09:24
Poco después del segundo impacto contra las Torres Gemelas, American Airlines y United Airlines toman la decisión de no permitir que otros vuelos suyos despeguen en todo el país.
Ed Ballinger, un controlador aéreo de United con más de 40 años de experiencia, decide dar un paso más y enviar un mensaje lo más conciso posible advirtiendo de la situación a cada uno de los vuelos que están bajo su radar ese día.
El UA93 es uno de ellos y está a minutos de convertirse en el cuarto avión secuestrado.
“Cuidado con cualquier intrusión en la cabina: dos aviones chocaron el World Trade Center”, dice el texto de Ballinger.
El piloto del UA93, Jason Dahl, responde: “Ed, confirma el último mensaje, por favor”, pero la ratificación no llega a tiempo.
Años después Ballinger seguiría con el remordimiento de que quizás su mensaje fue tan conciso que no resultó lo suficientemente claro.
09:28
“¡Mayday!”, grita el capitán o copiloto del UA93 en medio de sonidos de forcejeo.
Desde el centro de control de Cleveland, Ohio, reciben la señal de alerta, pero no hay nada que puedan hacer. Los atacantes se apoderan del avión.
La toma de la cabina del UA93 empieza 46 minutos después del despegue y no a la media hora como en los otros tres aviones. Esta demora más los 42 minutos de retraso de salida serán decisivos para el desenlace del vuelo.
Liderados por el libanés Ziad Jarrah, los atacantes repiten la táctica de usar una supuesta bomba como amenaza, asegurar que están regresando al aeropuerto y llevar a los pasajeros al fondo del avión.
“Señoras y señores: les habla el capitán. Por favor siéntense y permanezcan sentados. Tenemos una bomba a bordo. Así que siéntense”Ziad Jarrah, secuestrador que pilota el UA93
Ya en la cola del avión, se hacen al menos 37 llamadas desde los teléfonos del avión y celulares particulares. Varios explican que los secuestradores no están preocupados de verlos hablar.
Sin embargo, es así como los pasajeros se enteran del ataque en las Torres Gemelas y del destino que les depara si no actúan.
09:34
En el Departamento de Justicia, en Washington D.C., ya saben que hay un tercer avión secuestrado. La noticia la había recibido el procurador general, Theodore Olson, directamente de su esposa, Barbara Olson, quien está a bordo del AA77.
“Ted, ¿qué puedo hacer?”, le había preguntado ella antes de que la llamada se cortara.
En la FAA, en cambio, llevan media hora buscando al avión, pero como el transpondedor está apagado, no logran ubicarlo. Recién ahora deciden informar a los militares.
“Estamos buscando… También perdimos al American 77”, dicen desde el centro de la FAA en Washington al Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial (NORAD).
Una vez más, los militares se están enterando tarde. Demasiado tarde. Ese día el mayor margen de tiempo que tuvieron entre la notificación del secuestro y el impacto fue con el primer avión: apenas 9 minutos.
En simultáneo, desde el Aeropuerto Nacional Ronald Reagan de Washington informan al Servicio Secreto de que una aeronave no identificada se dirige hacia la Casa Blanca. El vicepresidente es evacuado a un búnker.
Pero entonces el avión da un giro de 330 grados. Ya no se dirige a la Casa Blanca ni tampoco al Capitolio: va hacia el Pentágono, que está a solo 8 kilómetros de distancia, y lo hace a máxima potencia: a 800 km/hora.
09:37
El AA77 choca contra la pared oeste del Pentágono, generando una bola de fuego que se eleva 60 metros por encima del techo.
Las 64 personas que van a bordo del avión mueren, así como también 125 que se encuentran en la sede del Departamento de Defensa. Otro centenar queda gravemente herida.
En las coberturas en vivo de los atentados, el ataque al Pentágono se ve opacado por la espectacularidad y dimensión de la tragedia aún en desarrollo en Nueva York. Bush no lo vive así.
“Fue en ese momento que me di cuenta que estábamos en guerra”.
Y agrega: “El primer avión fue un accidente, el segundo fue un ataque y el tercero fue una declaración de guerra”.
09:42
Tras conocerse la noticia del atentado en el Pentágono, el centro de comando de la FAA da una orden sin precedentes: todas las aeronaves comerciales y generales deben aterrizar de inmediato en el aeropuerto más cercano.
En total, unas 4.500 bajan a tierra en todo EE.UU.
El único vuelo secuestrado que queda en el aire, el UA93, apaga su transpondedor.
09:57
A esta altura los tripulantes y pasajeros del UA93 saben que, si no actúan, su destino es la muerte.
Una de las tantas advertencias que les llega desde tierra es de Alice Hoagland, quien deja dos mensajes de voz a su hijo, Mark Bingham.
“Mark, aparentemente son terroristas y están empeñados en estrellar el avión, así que si puedes, intenta tomar el control del avión”, le aconseja en uno de los mensajes que termina con las palabras: “Te quiero, cariño. Buena suerte”.
Según una de las llamadas a tierra, entre todos votan qué hacer y lo que deciden es rebelarse contra los secuestradores e intentar recuperar el control.
“Todos están corriendo para primera clase. Tengo que cortar. Adiós”Pasajero a bordo del UA 93 al interrumpir su llamada con un ser querido
09:58
COLAPSA LA TORRE SUR
09:58
En un nuevo golpe de horror, la Torre Sur colapsa sobre sí misma en apenas 11 segundos.
El derrumbe mata a todos aquellos en el edificio y a otros que están en la calle y en el hotel Marriott, ubicado dentro del complejo WTC.
Labetti es de las personas que consiguen escapar de la torre y de la nube gigante de polvo y escombros que se desata tras el colapso.
A la mañana siguiente se entera de que Fazio, su jefe y “héroe”, aquel que iba apenas detrás suyo y que animó a todos en la oficina a abandonar la torre, jamás llegó a la casa.
10:03
Hace 6 minutos que los pasajeros del UA93 intentan entrar en la cabina de vuelo para arrebatar el control a los secuestradores.
En la caja negra quedan registrados los gritos y ruidos del forcejeo de la puerta, que se suman al sonido de platos y vidrios rompiéndose cada vez que Jarrah, el secuestrador que pilota, hace movimientos bruscos con el avión para intentar detener la revuelta de los pasajeros.
“¿Ya está? ¿Lo terminamos?”, pregunta Jarrah al ver que sus esfuerzos son inútiles. Alguno de los otros secuestradores responde: “No. Todavía no. Cuando vengan todos, lo terminamos”.
Aún están a 20 minutos de vuelo de Washington DC, el destino final de su ataque, pero los secuestradores ya se han dado cuenta de que como mucho, tienen segundos.
Jarrah vuelve a preguntar: “¿Ya está? ¿Lo bajamos?”. Esta vez la respuesta es diferente: “Sí, deja todo y destrúyelo”, seguido de un frenético: “¡Destrúyelo! ¡Destrúyelo!”.
El UA93 empieza a bajar. Se escucha a los secuestradores exclamar: “¡Alá es lo más grande!”, mientras los pasajeros siguen con su contraataque.
El avión se estrella en un campo en Shanksville, Pensilvania. Nadie sobrevive.
En la Casa Blanca pasarán varios minutos sin saber si el avión fue o no derribado por los militares, pues estos contaban con la orden de abatirlo para evitar que llegara a su objetivo, fuese la residencia presidencial o el Capitolio.
“Resulta ser que los pasajeros a bordo fueron capaces de moverse con mayor rapidez y efectividad de lo que nosotros pudimos. Fueron enormemente valientes y salvaron cientos de vidas”Dick Cheney, ex vicepresidente de EE.UU.
10:28
COLAPSA LA TORRE NORTE
10:28
Ya han pasado 102 minutos desde el impacto del AA11 en la Torre Norte, el golpe con el que todo empezó. Aunque resiste casi el doble de tiempo que su gemela, el destino es igual: en cuestión de 9 segundos el edificio colapsa sobre sí mismo.
Bill Spade, del Departamento de Bomberos de Nueva York, está a unos pocos metros de la Torre Norte: “Recuerdo ser arrojado unos 40 pies (12 metros) contra una pared y empezar a quedar enterrado”, narra en un video del Memorial y Museo del 11-S.
Emocionado cuenta que en su mente llega a despedirse de su esposa y sus dos hijos, y que cuando finalmente consigue sacarse los escombros de encima, demora una hora en encontrar una salida entre tanta devastación.
Más tarde se entera de que era el único sobreviviente de los 12 bomberos de su dotación y que su tío murió a bordo del UA93.
El colapso de la Torre Norte mata a todos los que aún están allí, con la excepción de 12 bomberos, un policía y tres civiles que se encuentran en la escalera B de la Torre Norte, la cual pasa a ser recordada como “la escalera de los sobrevivientes”.
“Los ataques del 11 de septiembre fueron eventos de una desproporción incomparable”, dice el “Reporte de la Comisión del 11-S”, un informe sobre los ataques creado por legisladores estadounidenses de ambos partidos y publicado a mediados de 2004.
Con 2.977 personas muertas (sin contar a los 19 atacantes), fue la mayor pérdida de vidas en suelo estadounidense provocada por un ataque del extranjero.
También es la mayor pérdida de personal de rescate en un evento en la historia del país. Por ejemplo, solo en Nueva York, 343 de las víctimas mortales fueron bomberos.
Además, en los ataques y durante los meses de limpieza y reconstrucción unas 400.000 personas fueron expuestas a toxinas, lesiones y daños emocionales que provocaron enfermedades crónicas e incluso la muerte a miles de ellas, según datos de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU.
Un caso famoso es el de Marcy Borders, la “dust lady” que protagonizó una de las fotos más icónicas de ese día, quien sufrió depresión y adicciones tras los atentados, y murió en 2015 a los 42 años de un cáncer de estómago que, según ella, fue consecuencia del polvo que ingirió ese día.
No obstante, todo podría haber sido aún peor. Se calcula que a las 8:46 de aquel 11 de septiembre había entre 16.400 y 18.800 personas en el complejo WTC. Además, el UA93 nunca llegó a su destino en Washington D.C., lo que potencialmente evitó otros cientos de muertes.
Pero el 11-S fue inédito también en lo táctico.
De acuerdo con el “Reporte de la Comisión del 11-S”, nadie en el sector aéreo comercial del país “se había enfrentado a múltiples secuestros. No se había llevado a cabo un plan así en ningún lugar del mundo en más de 30 años y nunca en Estados Unidos”.
Las agencias de seguridad, por su parte, “tuvieron dificultades para improvisar una defensa nacional contra un desafío sin precedentes que nunca antes habían enfrentado y que nunca se habían entrenado para enfrentar”.
El enemigo, asegura el informe, resultó ser una organización “sofisticada, paciente, disciplinada y letal”, “con base en uno de los países más pobres, remotos y menos industrializados del mundo”.
Se refiere al grupo al Qaeda, que entonces era liderado por Bin Laden y tenía sede en Afganistán, país gobernado por el Talibán.
“No haremos distinción entre los terroristas que cometieron estos actos y aquellos que los amparan”, dijo ese mismo 11 de septiembre Bush en un mensaje emitido desde la Casa Blanca.
En la interna, según cuenta al documental quien fue asesor de inteligencia de Bush, Michael Morell, la postura del presidente fue: “A la mierda la diplomacia. Vamos a la guerra”.
Las acciones de Bush tras los atentados derivaron en la guerra en Afganistán y luego en Irak, y de manera más amplia en la llamada “guerra contra el terrorismo”.
El conflicto en Afganistán terminó siendo el más largo en el que EE.UU. haya participado y al cual puso fin el pasado 31 de agosto con la retirada definitiva de sus tropas.
Tras 20 años de insurgencia, el Talibán recuperó el control total del país, desatando una crisis humanitaria.
Ahora queda por ver cómo será el nuevo gobierno y si cumplirán su compromiso de no permitir que Afganistán vuelva, de nuevo, a ser un santuario de al Qaeda.
fuente:bbcmundo