Mi hija es la primera de cuatro generaciones de prostitutas que llega a la universidad

«De niña siempre soñé con ser maestra, pero acabé de prostituta como mi mamá, mi abuela y mi bisabuela».

Karina Núñez es la cuarta generación de una familia de trabajadoras sexuales uruguayas y recuerda su niñez como una etapa llena de penurias.

«Transcurrió durante la dictadura cívico-militar en Uruguay y el hombre que le arrebató mi madre a su proxeneta, decidió criarme como su hija propia», dice en entrevista .

«Luego se convirtió en preso político y nuestra vida dio un cambio rotundo: mi madre tuvo que volver al trabajo sexual».

Aunque su infancia no fue fácil y la resume en una mezcla de pobreza, incertidumbre y mucha prostitución, hoy cuenta que ha «roto cadenas».

Y sí que lo ha hecho. Se ha convertido en una de las líderes sindicalistas más prominentes del gremio en Uruguay.

Además de defender los derechos de las mujeres y de las trabajadoras sexuales, Karina lucha contra la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes.

De igual forma, «con ayuda de otras mujeres», logró que su hija, Valeska, se convirtiera en la primera en su familia en ir a la universidad y eso la llena de orgullo. Pero el camino no fue fácil.

«Cuando naces en el entorno de la prostitución, salir de allí es muy difícil».

Lo que sigue es su relato.

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El grado de estigmatización hacia mi forma de ganarme la vida generó círculos que no me fueron muy propicios como para poder desarrollarme. Y también hizo que en una época de mi vida la desidia hacia la sociedad construyera mis días.

Mujer fumando.

El haber sido explotada sexualmente lo viví durante muchísimo tiempo como algo heroico. Muchos años después, con mucho dolor, pude entender que no tiene nada de heroico».
Karina Núñez.
Activista y trabajadora sexual.

Siempre pensé que una se tenía que valer por una sola y, bueno, si te pasaba algo, era porque habías hecho algo mal y te lo tenías que aguantar.

Tomaste una mala decisión y ahora aguántate.

No percibía que las cosas que me pasaban eran producto de toda esa vulnerabilidad que venía acarreando ya en la cuarta generación de una familia de trabajadoras sexuales.

El proceso de haber sido explotada sexualmente lo viví durante muchísimo tiempo como algo heroico.

Muchos años después, con mucho dolor, pude entender que ser explotada sexualmente no tiene nada de heroico.

Ahora lo veo como un suceso trágico de mi vida y un detonante para el fortalecimiento que tengo.

Esta comprensión me ayudó a no quedarme en el papel de víctima y a fortalecerme para poder después liberar a otras compañeras de esos procesos de silencio, angustia y resignación.

Cada persona tiene una forma de percibir su lugar de comodidad o su lugar de riesgo de diferentes formas.

Para los que nos criamos en espacios de oferta de servicios sexuales y en donde hablar de servicios sexuales es algo natural, es obvio que no vamos a un buscar otro espacio.

Si pasamos los embarazos dentro de una hostería con música alta, estruendosa, cuando nuestros hijos salgan de la matriz no se van a sentir a gusto con un Mozart porque no es el espacio en que se criaron intrauterinamente.

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«Solo quería ser la mejor versión de Karina»

Cuando Karina Nuñez comprendió que no quería que su hija siguiera su camino, ni el de su abuela o su bisabuela, cuando entendió, luego de vivir en carne propia, la vulnerabilidad de las trabajadoras sexuales y todo a lo que se exponen día tras día, quiso luchar.

A medida que fui golpeando puertas y reclamando por los derechos de mis compañeras, me fueron reconociendo como una voz confiable.

Karina Núñez

Karina Núñez
En 1999 denuncié una red de trata que se llevó a dos niñas a Italia y recibí una paliza de nueve proxenetas de la red que me dejaron 11 días en una UCI (…) pero valió la pena».
Karina Núñez
Activista y trabajadora sexual.

Fueron ellas las que me pusieron el título de sindicalista y de no sé qué cosas más, pero yo en realidad solo quería ser la mejor versión de Karina.

En el año 1999 denuncié una red de trata que se llevó a dos gurisas (niñas) a Italia y por eso recibí una paliza de nueve proxenetas de la red que me dejaron 11 días en una unidad de cuidados intensivos y pasaron tres meses para que pudiera volver a caminar.

Luego, cuando pude volver a hacerlo, con ayuda de muletas, regresé a la sala de denuncias. Tuve que esperar siete años para que me hicieran caso y pudieran procesar a la guardia que me había vendido a la red.

Pero hoy puedo decir que todo eso valió la pena.

«División moral entre la mujer santa y la puta»

En Uruguay la prostitución es una actividad regulada desde 2002 y es actualmente una de las naciones de América Latina con las leyes más liberales al respecto.

En muchos países de la región todavía existen vacíos legales sobre el trabajo sexual y en otros es completamente ilegal.

Karina piensa que esto tiene mucho que ver con preceptos de moral «que venimos acarreando, desde la Biblia y desde el Nuevo Testamento».

«Hay una división moral entre la mujer santa y la mujer puta».

Karina Núñez
Karina Núñez se define como «feminista popular».

Si bien ella se considera una «feminista popular», admite que le costó mucho llegar a identificarse como tal.

«Y todavía me cuesta ser reconocida como feminista. Creo que en América Latina tiene que haber un debate a calzón quitado sobre el trabajo sexual y sobre la autonomía de los cuerpos».

«Si verdaderamente es real el precepto de que todos los cuerpos femeninos son suyos, ¿por qué entonces los cuerpos de las mujeres que deciden a conciencia y en libertad ofertar servicios sexuales no son de ellas? ¿Por qué tienen que ser tutelados por otras mujeres o por el Estado?»

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Las tres etapas de la prostitución

Según Karina Núñez, la mayoría de las prostitutas pasan por tres etapas y esta conclusión la saca tras haber entrevistado a cerca de dos mil trabajadoras sexuales.

Las hizo llenar un formulario y luego se enfocó en los 313 que estaban más completos.

Sus hallazgos fueron publicados en el libro «El ser detrás de una vagina productiva», que ya va por su tercera edición.

Y así los resume .

Mujeres en la calle junto a un carro.
Karina dice que las trabajadoras sexuales son mujeres con mucha valentía: «Cobran por algo que le ha sido dado al hombre por antonomasia como propio para su uso y goce, que es nuestro cuerpo».

La primera etapa es la prostitución. Cuando escribí el libro, en 2008, la prostitución para mí era la oferta de servicios sexuales.

Después aprendí que cuando lo haces antes de los 18 años es explotación sexual y no una forma de trabajo.

Es una vulneración aberrante de los derechos de los niños y las niñas.

La segunda es el de meretricio. Aquí la mujer se empodera, es el momento del empoderamiento de la vagina, porque anteriormente accedías a que tu cuerpo y tu vagina fuera penetrados de muchas, varias formas. Como quisieran.

Pero en esta etapa, pues le pones un precio a esa forma y le pones un límite a las ofertas del servicio.

Y en Uruguay, donde la prostitución está regulada, para ser trabajadora sexual adquirimos la categoría jurídica de trabajadoras sexuales cuando vamos al médico y nos hacemos la libreta de visita médica.

Ahí pasamos a una tercera etapa.

Pero, en el estudio hallé que cuando estudiábamos los factores educativos de las compañeras nos encontrábamos que aquellas que no habían terminado la primaria o el ciclo escolar pasaban toda su vida como meretriz.

Podían entrar o salir de la oferta de servicios sexuales, pero pasaban sus vidas como meretrices. Ofrecían servicios sexuales sin atención médica y sin tener controles sanitarios.

Cuando las compañeras tenían algún grado de estudio, pasaban entre 10 o 15 años en la oferta de servicios sexuales.

Las compañeras sin estudios parían hijas trabajadoras sexuales o en situación de explotación sexual e hijos que se dedicaban al proxenetismo o alguna otra forma de trata.

Y las compañeras que tenían estudios elevados ni sus hijos ni sus hijas tenían vínculos con estas actividades.

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«Sus limpiadoras, sus vasijas de esperma y sus cuidadoras»

Karina dice que las trabajadoras sexuales son mujeres guerreras, con mucha valentía.

Mujer sola.

El hombre siempre pudo usar a la mujer para lo que se le cantara a cambio de nada».
Karina Núñez
Activista y trabajadora sexual.

«El hombre siempre pudo usar a la mujer para lo que se le cantara a cambio de nada y el hecho de que las trabajadoras les cobren por hacer lo que supuestamente deben hacer me parece que es un símbolo importante de lucha», afirma.

«De lo contrario, seguimos siendo mujeres que tienen que esperar que un hombre las elija para que sean las madres de sus hijos, para que sean sus limpiadoras, sus vasijas de esperma y sus cuidadoras cuando envejezcan o durante la vejez de sus parientes. Todo de forma gratuita».

Siendo una «trabajadora sexual pobre», Karina cuenta que en realidad el hecho de que su hija lograra llegar a la universidad no fue algo que ella decidió.

«No es ese tipo de cosas que se pueden decidir cuando eres pobre», dice.

«En realidad, fui acompañada por otras mujeres que, amorosamente, me mostraron otra perspectiva. Me ayudaron a ver que sí podía hacer que mis hijas decidieran o no ser trabajadoras sexuales y no naturalizarlas desde chicas en el ejercicio del trabajo sexual».

«Un orgullo que no me cabe en el pecho»

Uno de los mayores retos para hacerlo posible fue construir un nuevo estereotipo de lo que significa ser mamá.

«Mi forma de cuidar a mis hijas era teniéndolas conmigo en la hostería, las cuidaba yo misma. Las vigilaba, sabía con quién tenían vínculos, quién las visitaba, etc.», relata.

«Si las dejaba al cuidado de alguien más, iba a pasar lo mismo que pasó conmigo. Mi madre pagaba para que me cuidaran, pero cuando se iba era otro mundo».

Niña con muñeca.

Mi forma de cuidar a mis hijas era teniéndolas conmigo en la hostería, las cuidaba yo misma. Las vigilaba, sabía con quién tenían vínculos, quién las visitaba, etc.».
Karina Núñez
Activista y trabajadora sexual.

Karina se quita mérito asegurando que la que más tiene es su hija y su capacidad para «desarrollar y explotar su inteligencia».

Aun así no oculta la satisfacción «enorme» que siente.

«Mi hija es la primera de cuatro generaciones de prostitutas que llega a la universidad y el orgullo no me cabe en el pecho».

Aunque durante el proceso de romper cadenas, Karina se convirtió en una respetada voz feminista y en un ejemplo para muchas en Uruguay, asegura que todavía queda mucho por hacer.

Nuevo libro

Por lo pronto, exige la aprobación de una renta básica para las trabajadoras sexuales por la pandemia de covid-19.

«Con eso podemos lograr al menos que puedan pagar sus viviendas. Nos hemos encontrado con muchas compañeras que lamentablemente se han quedado sin hogar por no poder pagar sus alquileres», explica.

«Hemos logrado a través de la solidaridad sustentar a 330 compañeras con canastas mensuales desde marzo. Estas contienen ropa, leche en polvo y suplementos médicos, porque varias sufren de enfermedades oncológicas o de diabetes».

«Todo esto lo hemos logrado con la ayuda del pueblo uruguayo, ya que desde las autoridades no hemos tenido ninguna respuesta».

Karina también trabaja en un nuevo libro «Manual de una buena puta», una serie de relatos de experiencias propias, cuya publicación está prevista para el año próximo y con el que pretende continuar su lucha.

«¿Por qué pensás vos que yo lucho? ¿Porque me pagan para hacerlo? ¿Porque me gusta estar frente a la cámara?», son algunas de las preguntas que se hace la ahora escritora en su nueva obra.

«En realidad, ¿sabes porque lucho? Porque si no lo hago, alguien más lo hará. Pero no basándose en mis necesidades, sino en las suyas. Pero no con mis perspectivas, sino con las suyas. Pero no por mi dignidad, si no por sus privilegios«, se responde a sí misma.

fuente:bbcmundo

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