Mara abandonó el ex zoológico de Buenos Aires, donde vivió por 25 años, y arribó a la reserva de Mato Grosso, Brasil donde pasará el resto de su vida en libertad.
Mara, la elefanta que vivió 50 años en cautiverio en circos y zoológicos de Argentina llegó al Santuario de Elefantes de Brasil, en Chapada dos Guimarães, en el Mato Grosso.
Ella se tomó su tiempo para salir de la caja en la que viajó exactamente 2.752 kilómetros, y poco después de su puerta se abriera, asomó su trompa y comenzó a oler el césped natural y la tierra colorada.
A modo de reconocimiento, Mara lanzó tierra sobre su cabeza y lomo y comenzó a jugar en ella.
“Mara llegó en perfecto estado de salud y manifestando buen ánimo. Apenas salió de la caja jugó con agua y se tiró tierra con su trompa como lo hacía acá”, informó la secretaria de Ambiente de la Ciudad a través del Ecoparque.
Mara come 1000 kg de vegetales y follaje diariamente, pesa 5500 kg y mide cinco metros de largo, 2 metros de ancho y 3 metros de alto.
La estructura del santuario tiene un sector para elefantes al aire libre, muy similar a las áreas de manejo y de tratamiento del Ecoparque, ya que está techado, pero toda esa parte es abierta. Ella pasará la noche en ese lugar para descansar, comer, tomar mejor y depende de su comportamiento si al otro día se podrá permitir que otro elefante ingrese para que esté en contacto con ella, no directamente sino a través de barreras físicas. Esta es una parte crítica en la que se pueden tocar con las trompas, pueden olerse, verse, pero hay barreras de seguridad.
El lugar está rodeado de selva, tiene 28 hectáreas y conviven allí otras tres elefantas asiáticas: Lady, Ramba y Maia. Las tres tienen un pasado similar al de Mara: pasaron por circos y zoológicos.
La elefanta Mara, nació en India hace 55 años y desde 1995 fue la atracción de circos y del ahora desmantelado zoológico de Buenos Aires, Argentina.
Momentos antes de que Mara partiera a su nuevo hogar.
Ella fue transportada en una gran caja equipada para un viaje de más de cuatro días al santuario de Chapada dos Guimaraes, en el estado brasileño de Mato Grosso.
Durante el viaje se hicieron paradas cada tres horas para atender a tres parámetros básicos: agua, comida y materia fecal. “Esto también fue un indicador del comportamiento de Mara, porque si no comía o no tomaba agua, debíamos ver qué hacer para mantenerla hidratada”, aclaró Federico Iglesias.
Pese a llevar cerca de cuatro días, el trayecto duró menos horas de las estipuladas debido a que las rutas estaban prácticamente vacías por la cuarentena, y contó con un protocolo de traslado especialmente adaptado a las exigencias sanitarias exigidas por la pandemia de COVID-19 que estamos viviendo.