Cuando la gran crisis financiera iniciada en 2008 devastaba países enteros, dos prominentes economistas se enzarzaban en un debate que hoy vuelve a cobrar sentido en medio de la emergencia por el coronavirus.
¿Cómo será la recuperación económica tras el colapso?
En ese entonces, el exsecretario del Tesoro estadounidense Larry Summers, por un lado, y el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, por el otro, se planteaban esa pregunta, pero llegaban a distintas conclusiones.
Ahora, con el cierre de fábricas y ciudades enteras debido al coronavirus y el consumo casi anémico, los organismos internacionales auguran este año un desplome económico sin precedentes y una pérdida de empleo salvaje.
En este contexto, muchos expertos creen que estamos cerca de un escenario de lo que se conoce como «estancamiento secular».
Así que esa pregunta es igual de válida hoy que entonces, y la respuesta gira en torno al papel que deben tener los gobiernos en la recuperación económica.
«Ante una crisis sin precedentes, la respuesta política necesita ser agresiva. Fue el caso en 2008 y lo es hoy también», escribe en un informe de mercado Carol Zhang, estratega de Bank of America.
¿Qué significa?
El «estancamiento secular» es un término originalmente formulado en 1930 por el eminente economista Alvin Hansen, tras la Gran Depresión, y puesto de nuevo sobre la mesa por Summers en 2013.
Supone un crecimiento económico bajo y lento, y tasas de desempleo persistentes acompañadas de tipos de interés cercanos a cero o negativos.
El estancamiento puede darse provocado por una circunstancia temporal como la recesión del crecimiento o elshock económico causado por el coronavirus.
Es además un período de tiempo en el que el crecimiento solo se puede lograr con condiciones financieras insostenibles como déficit fiscal, deuda o inflación.
Y se traduce en que la depresión económica es la norma, no la excepción.
Una desgracia para cualquier economía.
«La teoría del estancamiento secular sostiene que después de una contracción pronunciada, puede ocurrir que el sector privado por sí solo no sea capaz de regresar al pleno empleo, lo que vuelve esencial a las políticas públicas», explicó el propio Summers en un artículo en Project Syndicate.
En realidad ya existe un país importante cuya evolución económica se corresponde desde hace 20 años con este concepto de estancamiento secular: Japón.
«Este patrón de bajo crecimiento con momentos de deflación se viene observando en ese país desde principio de los años 90 y se dice que es en Europa donde hay más posibilidades de que este fenómeno cobre forma de un modo amenazador», explica Xosé Carlos Arias, profesor de Economía de la Universidad de Vigo, España.
Y, aunque recesión es la palabra que todos los países quieren evitar, la verdadera cuestión es qué tipo de medidas se deben aplicar.
En la batalla entre Stiglitz y Summers ambos coincidían en que el gasto público era la clave.
«Es el desafío macroeconómico de nuestro tiempo», decía ya en 2008 Summers, quien incluso hoy en día defiende que el gasto de los Estados es la vía adecuada para estimular el crecimiento.
Las diferencias entre los dos eminentes economistas llegaron a la hora de determinar cómo se debe inyectar ese dinero público en la economía.
Summers, asesor del presidente Barack Obama durante la crisis, apostó por regular el mercado financiero y meter en cintura a Wall Street, pero en mitad de la profunda recesión, a Stiglitz le parecieron pocas medidas.
«El gobierno de Obama cometió un error crucial en 2009 al no aplicar un estímulo fiscal mayor, más prolongado, mejor estructurado y más flexible. Si lo hubiera hecho, la recuperación de la economía habría sido más fuerte y no se hablaría de estancamiento secular», escribió en un artículo.
Dilema: ¿más deuda o más gasto?
En el contexto de la crisis económica creada por el coronavirus, los expertos creen que los Estados van a volver al dilema que ya vieron muchas economías desarrolladas en 2008: aumentar el gasto para reactivar la economía o cuidar el déficit para tener las cuentas públicas saneadas.
«Desactivar la bomba de la deuda supone poner restricciones al crecimiento«, explica Arias.
Lo que queda claro, con el antecedente del cruce de argumentos entre Stiglitz y Summers, es que esta encrucijada no es nueva.
En un documento de trabajo, los profesores de Economía Antón Costas y Xosé Carlos Arias recordaron que si algo dejó la crisis de 2008-2009 es que «la amenaza de un derrumbe generalizado de la economía quedó desactivada a través de los programas de estímulo que prácticamente todos los gobiernos, desarrollados o emergentes, pusieron en marcha».
Y todo parece indicar que en esta ocasión ese patrón va a repetirse.
Primero deuda, después soluciones
«Dentro de esta incertidumbre general que vivimos hay dos cosas que sabemos. Uno, hay que endeudarse para poner un cortafuegos cueste lo que cueste, y dos, que luego habrá que ver cómo se soluciona este problema», dice Arias.
Pero mientras Estados Unidos aprobó recientemente el mayor paquete de ayudas de su historia, los líderes europeos continúan divididos sobre la estrategia comunitaria para la recuperación económica.
«Es alentador que los estímulos hayan llegado más rápido que en crisis anteriores, pero no pueden garantizar que se vayan a evitar efectos secundarios [de la crisis] en términos de bancarrotas y suspensiones de pagos», explica Esty Dwek, estratega jefe de Mercados de Natixis IM Solutions.
Para Arias, «la deuda va a crecer. De esto no hay ninguna duda».
Orden de las tareas
Las implicaciones de esto es que no podemos hacer crecer la economía y favorecer un desendeudamiento al mismo tiempo.
Sin el crédito, las transacciones se secan.
Pero con la deuda de las familias, empresas y entidades financieras ahora mismo en su máximo en toda la historia de la humanidad, los gobiernos tendrán que enfrentarse al problema de la deuda más pronto que tarde.
Luchar contra el covid-19 y estimular la economía serán las tareas más inmediatas.
La tercera, creen economistas como Arias, será como equilibrar de nuevo las cuentas de los países.
fuente.bbcmundo