Luego de se aplicaran restricciones en todo el mundo para prohibir grandes concentraciones de personas por la pandemia de COVID-19, la capital Israelí no es la excepción y esta Semana Santa no habrá peregrinos.
Las fiestas religiosas en Tierra Santa, por primera vez en décadas, no recibirá a los miles de cristianos que visitaban el lugar cada año por estas fechas.
“Con el mundo bloqueado no podemos pensar en tener peregrinos”, declaró el custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton.
Aseveró que esta “será una Semana Santa de tono menor” y “distinta” ante “la tragedia por la pandemia”.
Patton encabezó el Vía Crucis que los franciscanos hacen cada semana entre las calles del casco antiguo de Jerusalén, que con su población confinada y sin visitantes extranjeros.
Las medidas tomadas por el gobierno israelí para combatir la expansión del virus incluyen el cierre de iglesias, mezquitas y sinagogas, y prohíben la celebración de eventos religiosos para prevenir el riesgo de infección.
La basílica del Santo Sepulcro, el lugar más sagrado para el cristianismo, está clausurada desde hace más de una semana, lo que ha generado malestar entre las iglesias cristianas, que pidieron a Israel que mantuviera una mínima apertura del templo con ocasión de la Semana Santa.
Con todo, esta Semana Santa, que comienza este 5 de abril con el Domingo de Ramos, será diferente.
Para conmemorar lo que la tradición cristiana marca como la entrada de Jesús en Jerusalén, frailes con cubrebocas y guantes se limitaron a entregar ramas de palma hasta los hogares de cristianos que se encuentran aislados en la ciudad, convocados a través de un altavoz, de acuerdo a Reuters.
No se realizarán las tradicionales procesiones en el espacio público y los fieles no podrán asistir a los principales santuarios, que celebrarán los ritos a puerta cerrada.
Ante ello, la custodia de Tierra Santa exigió a Israel que ceremonias principales como el Lavatorio de los Pies o el Calvario se puedan retransmitir en directo.
Tampoco se celebrará la procesión del Domingo de Ramos, caracterizada tradicionalmente por la presencia de cientos de peregrinos que portan palmas y cantan salmos mientras bajan la carretera que lleva del Monte de los Olivos a la Ciudad Vieja.