Cristina Martínez, la chef mexicana que llevó la barbacoa a Filadelfia

Quería ser grande y el camino muchas veces hostil no fue suficiente para que la chef mexicana, Cristina Martínez, dejara de luchar por lo que cree desde que salió de su natal Capulhuac en 2009.

Antes del éxito de su reconocido restaurante South Philly Barbacoa, en Filadelfia, Cristina escapó de un esposo violento, atravesó dos veces la frontera de Estados Unidos y desde entonces encara la ausencia de sus cuatro hijos.

La muerte de uno de ellos, después de que lograron reunirse en Filadelfia, le marcó duramente. Pero ni cierto fatum trágico, ni sus dificultades para comunicarse en inglés, ni la condición de indocumentada le impidieron hasta ahora salir adelante.

«En cada familia, en cada niño, en cada gente que viene a este lugar puedo mirar a mis hijos, a mi madre, a mis hermanos, a mis tíos y esa gente que viene es mi familia», declara Cristina emocionada en una reciente entrevista con la Voz de América.

El colorido South Philly Barbacoa, situado en el mercado italiano, quedó en el sexto puesto de la lista de los diez mejores nuevos restaurantes de la revista Bon Appétit en 2016.

Cada día sirve allí cientos de platos.

«Tenía idea de lo que era abrir un negocio, un chiquito restaurante y bueno se dio que es grande ahora», detalla Cristina.

La tortilla mexicana hecha a base de semillas del maíz que trajo de Chiapas, México, y su conocida «barbacoa» de carne de cordero con la receta, que aprendió de su padre, son los platos más populares. Le siguen el consomé, la pancita y otras delicias que vende a un precio económico.

«Me di cuenta de que no había quien hiciera este tipo de comida. Es un proceso que se necesita de un potencial doble de una mujer, pero yo soy muy femenina”, dice y se ríe. «Eso no me limita a hacer lo que me gusta: cocinar, esperar a las familias».

Además de South Philly Barbacoa, a escasos metros, Cristina tiene otros dos restaurantes, El Compadre y Casa México.

Generar el cambio: «Gracias por dar el rostro»

En South Philly Barbacoa se habla en español, pero no todos los clientes son hispanos. Cristina no oculta su orgullo cuando señala a una mesa donde jóvenes estadounidenses comen mientras conversan y se ríen: «Son doctores, enfermeros, a veces vienen cuando salen de trabajar en el hospital».

Quiere creer que sus clientes la ven como familia, como la madre, la hermana, la tía o tal vez la abuela.

«No sé de dónde vienen, quiénes son, pero siempre la gente se presenta conmigo y me dicen ‘gracias por abrir este espacio’», dice.

Habla con franqueza de su vida, de cómo conoció y cautivó a su esposo, Benjamin Miller, en un restaurante donde trabajaron juntos, del activismo de ambos a favor de los inmigrantes y de su propia batalla legal para regularizar su estatus migratorio.

«Siento que he generado un cambio en todas la mujeres, tengo mucho apoyo de parte de la comunidad latina. Siempre me está llamando la gente para decirme ‘gracias Cristina, has sido mi inspiración’, ‘gracias porque nos apoyas’, ‘gracias por dar tu rostro’», comenta.

La relación con Benjamin, su actual esposo, le cambió la vida: «Fue como dar la vuelta al mundo en un minuto (…) Confió en mí y fue puliendo a Cristina Martínez, todavía rebeldona», dice y se ríe. «Estoy como en bruto, todavía no se termina el trabajo de Ben conmigo, la reunificación de mi familia, falta mucho por hacer para que Cristina sea realmente la mujer que un día pueda volver a ver a sus hijos».

Junto con su esposo, quien tuvo que aprender español para comunicarse con Cristina, impulsa Right2Work, una iniciativa para visibilizar a los trabajadores indocumentados y las condiciones en que sobreviven, especialmente en el sector de la culinaria.

«Hay cocinas donde no hay un cuchillo, donde no hay un jabón, donde a los trabajadores se les trata como esclavos y Right2Work se encarga de escuchar a este tipo de empleados (…). Eso se queda en casa y buscamos la manera de que se liberen de esas cargas que traen a veces como trabajador inmigrante en este país», explica Cristina.

Su restaurante, dice, es la puerta de entrada para gente de todo el mundo. Por eso, después de siete años, decidió no mezclar más la carne de cordero con cerdo en su barbacoa y ofrecer comida halal, como se conoce a los alimentos aceptables según la sharía o ley islámica.

«La gente muslim (musulmana) puede venir y disfrutar, porque es otra comunidad de inmigrantes que no ha sido tan aceptada», asegura.

Con más de una década en Estados Unidos, Cristina tiene un mensaje para los que, como ella, dejaron su casa en busca de oportunidades.

«Hay gente que trabaja sola, duerme sola (…) podemos unirnos para poder disfrutar de este país también, no solamente el trabajo, también disfrutar del potencial que este país nos da».

¿Y los sueños de la chef Cristina?

«No hay sueños, es vivir hoy, todos los días. No hay sueños, yo solamente quiero abrir mis ojos y saber que estoy viva para saber que puedo cocinar. Tengo 50, quiero vivir por lo menos unos 80 años (…) y, bueno, estar más tranquila y dar todavía más», concluye.

 

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