Lo han comparado con una marcha ocurrida en 1954 en contra del régimen de Gustavo Rojas Pinilla o con una protesta similar en 1977 contra el gobierno de Alfonso López Michelsen. De ahí que muchos analistas califiquen como «histórico» el paro nacional del jueves en Colombia.
La convocatoria llevó a miles de ciudadanos a participar en manifestaciones multitudinarias y mayormente pacíficas por todo el país. Una verdadera novedad en un país donde tradicionalmente las protestas han sido localizadas y acotadas.
La del jueves nació como una iniciativa de los sindicatos para prevenir que el gobierno del presidente Iván Duque ejecute una reforma laboral y de las pensiones que consideran lesiva a los intereses de los trabajadores.
Luego, se fueron sumando adherentes de numerosos sectores sociales -estudiantes, docentes, indígenas, campesinos, mujeres, afrodescendientes y, por supuesto, opositores- así como defensores de los acuerdos de paz suscritos con la exguerrilla de la FARC y cuyo cumplimiento íntegro -según los manifestantes- está en peligro por culpa del gobierno de Duque.
Pero, ¿cuán novedosa fue esta protesta y qué desafíos plantea ahora?
Conversó al respecto con el exvicepresidente Humberto de la Calle, jefe negociador del acuerdo con las FARC.
«Una tarjeta amarilla»
«Creo que el paro sí es histórico. Primero, porque realmente no tiene antecedentes. Otras marchas del pasado han tenido distintas motivaciones pero no el vigor ni las características de esta: la alegría, la forma como transcurrió en paz», dice De la Calle.
El exvicepresidente destaca también que durante la noche ocurrió otra novedad, al producirse «de forma espontánea» un cacerolazo, una forma de protesta conocida en otras partes de América del Sur pero que hasta ahora no se había dado en Colombia.
Indicó que este tuvo lugar fundamentalmente en barrios de clase media, lo que en su opinión subraya el hecho de que no se trataba de una protesta solamente de la clase trabajadora sino que era representativa de un conjunto más amplio de la sociedad.
«Me parece que fue un llamado de atención para el gobierno, una especie de tarjeta amarilla si usamos términos futbolísticos», señala.
«Fue un llamado al diálogo y ojalá el gobierno entendiera que es el momento de abrir la puerta a una especie de nuevo pacto social«, agrega.
«Respuesta correcta pero insuficiente»
De la Calle considera que tanto el gobierno como el expresidente Álvaro Uribe se equivocaron cuando semanas antes del pero «pretendieron descalificar la marcha al decir que era creación del Foro de Sao Paulo y una intervención del gobierno de (Nicolás) Maduro en Colombia».
Para De la Calle, esa idea es «algo totalmente distante de la realidad».
En cuanto a la respuesta inicial que ofreció Duque tras la jornada de protesta, la valora como correcta aunque insuficiente.
«Me parece positivo que diferenció las manifestaciones clamorosas de la ciudadanía de los actos vandálicos de minorías anarquistas al final de la jornada. Eso hay que abonárselo, pero Duque se quedó corto, se limitó a decir que estaba escuchando pero yo creo que la sociedad colombiana no quiere solo que la escuchen», señala.
«Creo que era el momento de invitar y abrir una reflexión muy profunda de carácter nacional. Las marchas ocurrieron en todo el país y no solo en Bogotá. Y creo que desaprovechó la oportunidad de abrir un espacio de diálogo. Es probable que lo deba hacer en el futuro inmediato pero no debería perder tiempo», advierte.
El exvicepresidente menciona la posible reconstitución del gabinete ministerial pues puede ser conveniente en busca de gobernabilidad en el Congreso, pero destaca que hace falta ir más allá.
«Yo veo un poco agotados a los partidos políticos y al Congreso como expresión popular. Ahí tenemos un problema de adscripciones de la democracia representativa clásica. Creo que el gobierno tiene que abrir canales distintos, informales, sociedad civil, ONG», señala.
Asegura que el modelo económico está generando insatisfacciones y que el gobierno tiene que mostrar una mayor empatía con la sociedad.
«Le pongo un ejemplo: a raíz del bombardeo donde murieron menores, el presidente salió en defensa de la fuerza pública -lo cual se entiende pues es parte de su oficio- pero no ha habido un gesto para las víctimas, para las madres de los menores que murieron«, señala.
«Parece que hay una forma de concebir la sociedad colombiana muy distante de una sensibilidad que todos estamos reclamando. No son solo problemas económicos, son problemas de inclusión. Esta es una sociedad tremendamente inequitativa y me parece que el gobierno tiene que entender que esa es probablemente la primera urgencia nacional», agrega.
De vuelta con las metáforas futbolísticas, De la Calle dice que lo ocurrido el jueves no fue una tarjeta roja.
«Ojalá el gobierno, los empresarios y los que acumulan poder en esta sociedad, entiendan la profundidad de ese mensaje y la necesidad de no llegar tarde a reconocerlo como ha ocurrido en Chile. La élite y el poder gobernante en Colombia tiene la oportunidad de reflexionar sobre las grandes insatisfacciones de la ciudadanía», señala.
«Esta es una alerta temprana. Lo que ha ocurrido en Chile y Ecuador surge de manera tardía, cuando ya había tenido una enorme dinámica confrontacional. Aquí es realmente un llamado oportuno, policlasista que desfiló en paz, con manifestaciones muy creativas y alegres», añade.
Pero, ¿puede estar en juego la gobernabilidad de Colombia?
«No creo que haya una amenaza para la gobernabilidad. Tampoco hay un deseo de derribar al gobierno por la fuerza», responde y destaca que el comité que organizó el paro rechazó la propuesta del senador opositor Gustavo Petro de continuar las marchas y las reuniones para generar una movilización permanente.
«Las fuerzas que iniciaron esta movilización han pedido que termine. Ahora depende también de la respuesta del gobierno«, concluye.
fuente:bbcmundo