A la víctima, quien vive en San Miguel, también la abusó padrastro cuando era menor de edad. Ahora es una veinteañera que subsiste del comercio informal y debe lidiar con secuelas de años de agresiones.
La vida de Ana (nombre falso) ha estado marcada por los infortunios desde que tenía dos años. A esa edad se separó de su padre, quien migró ilegalmente a Estados Unidos, y se quedó a cargo de su mamá, en una colonia de San Miguel.
Doce años después, en junio de 2009, el hombre fue deportado y buscó a su excónyuge para pedirle que dejara que la hija de ambos se quedara los fines de semana en la casa que él compartía con su nueva pareja. Así lo acordaron.
La adolescente de 14 años estaba ilusionada por el reencuentro con su papá porque tenía la esperanza de que se estrecharían los lazos afectivos. Pero desde la primera visita, ella se desencantó y empezó a vivir una pesadilla.
Por la noche, Ana se despertó asustada porque sintió que unas manos se deslizaban sobre sus piernas. Con asombro descubrió que era su padre quien la tocaba. Ella le reclamó y lloró; pero él solo se alejó sin decirle nada.
Más tarde, ella se quedó dormida y su padre regresó para someterla; la amenazó para que no gritara y la violó. Fue la primera experiencia sexual de la adolescente.
“Ella le preguntó por qué le había hecho eso y él le respondió que porque se parecía mucho a su mamá (la expareja del hombre) cuando era joven”, relata la fiscal de la Unidad de Delitos Relativos a la Niñez, Adolescencia y la Mujer de San Miguel, que judicializó el caso.
La investigación fiscal indica que tras sufrir la vejación sexual, la víctima volvió a la casa de su madre, pero tuvo valor de contarle lo que su papá le hizo. Fue a su padrastro a quien le reveló que fue violada. Él se aprovechó de que la menor de edad estaba vulnerable; fingió que le daba apoyo y consuelo y también abusó de ella.
Los encuentros sexuales entre la muchacha y su padrastro se repitieron con el consentimiento de Ana. Eso fue lo que ella declaró después a las autoridades.
Cuando su madre descubrió la relación entre su pareja y su hija, corrió a la adolescente de la casa. Al verse desamparada, la víctima no tuvo más opción que buscar a su padre, pese a que tenía “odio y resentimiento” contra él.
El hombre la recibió en su hogar pero la violaba casi a diario. Por temor o vergüenza, ella no lo denunció y soportó en silencio las agresiones sexuales y maltratos a los que la sometía. La Fiscalía refiere que él le repetía a su pariente que “la quería como mujer” y, cuando ella se resistía a ser violada, la golpeaba o la drogaba para someterla.
Víctima descubrió en segundo embarazo que tenía VIH
Dos años después de que Ana empezó a ser violada por su papá quedó embarazada y dio a luz a una niña. Cuando la familia le preguntaba quién era el padre ella se negaba a revelarlo. La verdad se descubrió con una prueba de ADN.
La joven y su hija tuvieron que quedarse a vivir con el agresor. Él no cesó los abusos sexuales ni los maltratos que luego se extendieron a la niña. Una vez, según la Fiscalía, el hombre estaba enojado con Ana y le impidió que ella y su hija ingresaran a la casa pese a que caía una tormenta.
Cuando la víctima cumplió 18 años conoció a un hombre y luego se acompañó con él. En febrero de 2017, a los 22 años, quedó embarazada y se puso en control prenatal. Cuando se hizo los exámenes de rutina descubrió que tenía VIH. Meses después, dio a luz a otra niña.
Los médicos la refirieron al Hospital Nacional San Juan de Dios para recibir tratamiento. Un día que la joven llegó al establecimiento vio salir a su padre y madrastra de una clínica. Ahí se enteró de que el hombre, desde hacía varios años, era portador del virus y fue él quien la contagió. Eso hizo que Ana se atreviera a delatarlo. El 23 de mayo de 2017, ella denunció en la Policía que él la violó de forma continua y era el papá de su hija, quien ya tenía 5 años.
La Fiscalía ordenó arrestar al hombre por los delitos de violación en menor incapaz agravada y violación agravada. En la investigación, las autoridades descubrieron que el padrastro de Ana también abusó de ella y fue aprehendido por el primer delito.
Padre purgará 26 años de cárcel y padrastro cuatro
Ambos agresores enfrentaron juntos el proceso judicial, pero cuando llegó el juicio el Tribunal Segundo de Sentencia de San Miguel separó las causas. Esto debido a que había contratiempos para realizar la diligencia, porque un imputado tenía un abogado público y el otro uno particular.
El 12 de marzo de este año, el padrastro de Ana compareció en el juicio. La fiscal explicó que -en un intento por evitar que el hombre fuera condenado y presionada por familiares del acusado- la víctima declaró que fue a los 15 años, y no 14, cuando empezó a tener relaciones sexuales consentidas con él.
Tras escuchar el testimonio de Ana, el juez cambió la calificación del delito, de violación en menor incapaz agravada (que se castiga con entre 8 y 12 años de cárcel) lo pasó a estupro (penalizado con entre 4 y 10 años de reclusión). Al agresor se le impuso la pena mínima por este delito.
El 9 de octubre, fue enjuiciado el papá de la víctima. El mismo juez lo sentenció a 26 años y ocho meses de cárcel. También le ordenó pagar $300 de responsabilidad civil.
Ana ahora vive en una situación precaria, pues subsiste del comercio informal. Cuando se supo que tenía VIH, su madre la buscó para proponerle que le diera a su hija mayor para hacerse cargo de ella.
Hasta hoy, las niñas no son portadoras del virus. Los exámenes psicológicos que le hicieron a la joven en Medicina Legal revelaron que tiene tensión emocional, vergüenza y ansiedad asociada a los abusos que sufrió.edh