La renuncia del presidente de Bolivia, Evo Morales, está siendo estudiada con ojo forense en toda América Latina por los críticos del llamado “Socialismo XXI” para tratar de sacar lecciones que puedan aplicarse en otros países.
Los críticos de Morales, y de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), ven en la salida de Morales el resultado inevitable de una serie de errores cometidos por el líder cocalero, que pensó que podía pasar por encima de la opinión de la mayoría de los bolivianos.
Analistas de América Latina y Estados Unidos coinciden en los siguientes factores como parte de la ruta hacia el fracaso de Morales:
Vocación vitalicia
El ánimo de Morales, característico de los caudillos latinoamericanos, de intentar perpetuarse en el Poder presentándose a la población como un líder mesiánico con la exclusividad para guiar a Bolivia hacia el progreso, la igualdad y la felicidad, fue al final su perdición.
Morales asumió la presidencia por primera vez en el 2006 prometiendo la refundación del Estado boliviano, con la convocatoria a una Asamblea Constituyente que redactara una nueva carta magna. Los partidarios de Morales intentaron en esa Constituyente abrir el paso a la reelección presidencial ilimitada, pero no lo lograron.
La nueva Constitución se aprobó en el año 2009 con la fundación del Estado Plurinacional de Bolivia y con solo una reelección permitida. Con un 63 por ciento de apoyo en las urnas, Morales inicia su segundo y supuestamente último período.
Pero el Tribunal Constitucional emitió un fallo en el que declaró que el primer período de Morales, (2006-2010) fue parte de otra etapa histórica previa a la fundación del nuevo Estado plurinacional, por lo que su segundo período pasó a ser el primero y el tercero pasó a ser el segundo. En el 2014 se reeligió a un tercer mandato consecutivo, insistiendo sin embargo que era su segundo período.
En el 2016 fue convocado un referéndum para decidir sobre una modificación al artículo 168 dela Constitución para permitir que Morales pudiera ser nuevamente candidato para el período 2020-2025. El 51.3 por ciento de la población le dijo “No” a la reelección de Evo Morales.
En noviembre del 2017, el Tribunal Constitucional dejó sin efecto el artículo 168 de la Constitución afirmando que este violaba el derecho de Morales a ser electo a un cargo público, contemplado en la Convención de Derechos Humanos.
En diciembre del 2018, el Tribunal Supremo Electoral decide que Morales puede optar a la reelección en el 2019, pese al resultado del referéndum del 2016, lo que le abrió supuestamente las puertas para que pudiera gobernar del 2020 al 2025.
Morales se conviertió así en el mandatario boliviano con más tiempo ininterrumpido en el poder, al cumplir al momento de su renuncia el domingo 13 años, 9 meses y 18 días en el cargo.
Quiero que sepa el pueblo boliviano, no tengo por qué escapar, que prueben si estoy robando algo. Si dicen que no hemos trabajado, vean las miles de obras construidas gracias al crecimiento económico. Los humildes, los pobres que amamos la Patria vamos a continuar con esta lucha.
— Evo Morales Ayma (@evoespueblo) November 10, 2019
Fraude Electoral
Morales se encaminó a su cuarta candidatura a la presidencia encabezando los sondeos de opinión. La gran interrogante era si lograría reelegirse en primera vuelta o si debería medirse en una segunda ronda contra el expresidente y candidato presidencia, Carlos Mesa.
Pero el día de las elecciones las proyecciones apuntaban a un resultado demasiado estrecho para que Morales pudiera cantar victoria en primera vuelta.
Los primeros resultados en ser publicados apuntaron a una segunda ronda. Y luego al día siguiente los resultados fluyeron más lento de lo esperado. El Tribunal Electoral dijo que el retraso se debió a las dificultades para la transmisión del voto de zonas rurales. Pero la información se suspende indefinidamente luego de un informe que pone a Morales a décimas de una victoria en primera vuelta. El anuncio y la suspensión de la información desató violentas protestas en todo el país.
Los empresarios y militares
Hubo varios factores que complicaron el panorama a Morales. El primero fue la decisión de la Organización de Estados Americanos (OEA) de aceptar la solicitud de hacer una auditoría electoral, que al final declararía que hubo un fraude y que llevó a la anulación de las elecciones.
El segundo fue que el sector empresarial boliviano declaró de inmediato un paro de sus actividades de forma indefinida hasta que se corrigiera cualquier fraude electoral. Los opositores mientras tanto mantuvieron sus protestas en las calles y carreteras de Bolivia.
Finalmente, el ejército y la policía boliviana, viendo que la OEA no estaba avalando ningún fraude, que los empresarios estaban dispuestos a paralizar el país y que la población no cesaba de protestar, decidieron no nadar contra la corriente popular y no ser los protagonistas de un baño de sangre. Le informaron a Morales que no actuarían contra la población y que si “el pueblo se los pedía” le acompañarían en todo momento.
Según el académico Javier Corrales, profesor de Asuntos Latinoamericanos de la Universidad de Amherst, Morales se sobrepasó a lo largo de los años y recientemente actuó con mucho autoritarismo ante un claro sentir de los bolivianos en contra de su reelección.
“Primero desconoce el referéndum y ahora lo cogieron haciendo trampa”, dijo el profesor Corrales. “Hoy en día las alteraciones de resultados son más sutiles. Las de Morales fueron muy complicadas y además luego salió muy altanero acusando de golpistas a los que lo estaban denunciado”.
El exembajador boliviano en Washington, Jaime Aparicio, considera que Morales subestimó a los bolivianos al intentar reelegirse a pesar del claro mandato establecido en el referéndum del 2016.
“Eso ya la gente no lo permitía”, dijo Aparicio en entrevista telefónica con la Voz de América. “Y las fuerzas del orden, el ejército y la policía, vieron que ya la situación se había vuelto inviable”.
En Managua, mientras tanto, el diputado conservador y analista político, Alfredo César, seguía el domingo con toda su atención los acontecimientos en La Paz. Le llamó la atención la resolución de los empresarios bolivianos de paralizar la economía y la astucia de los militares y policías de no ponerse al lado equivocado de la historia.
“O masacraban al pueblo o sacaban al dictador”, dijo César, en entrevista telefónica con la VOA.
El político nicaragüense cree esta podría ser una importante lección para militares nicaragüenses que hasta ahora se han mantenido leales al presidente Daniel Ortega, a pesar de las denuncias de crímenes de lesa humanidad cometidos contra los manifestantes que desde abril del 2018 han venido exigiendo la renuncia de Ortega.
“El Ejército (de Nicaragua) sigue analizando por dónde se mueven las cosas”, dijo César. “Por eso (Estados Unidos) no les ha sancionado porque no se descarta ver cómo reaccionan en una situación ya insostenible”.