El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva salió el viernes de prisión, menos de un día después de que el Tribunal Supremo falló que una persona sólo puede ser encarcelada después de que se hayan resuelto todas sus apelaciones.
Cientos de partidarios de Lula con camisetas rojas, congregados frente a la sede de la Policía Federal en la ciudad sureña de Curitiba, vitorearon al popular político de 74 años, cuya liberación podría dar ánimos a una oposición desmoralizada.
Lula, que aún está apelando su condena por corrupción y lavado de dinero con relación a la compra de un apartamento frente al mar en el estado Sao Paulo, abrazó a su hija, alzó un puño y luego se abrió paso hasta un escenario donde lo rodearon su novia y otras personas.
“No tienen idea de la dimensión del significado de que esté aquí con ustedes”, les dijo Lula a sus jubilosos partidarios, agradeciéndole a los líderes sindicales y a su partido, el Partido de los Trabajadores (PT). “Ellos no arrestaron a un hombre. Intentaron detener una idea. Una idea no desaparece”.
Lula ha estado encarcelado desde abril de 2018. No queda claro qué papel político buscará tomar ahora que se encuentra libre. Tiene prohibido postularse a la presidencia mientras sus apelaciones se resuelven, pero sigue siendo una figura popular en la izquierda. Sin embargo, podría tener que volver a la cárcel si las apelaciones se desahogan en su contra.
Lula fue encarcelado en 2018 con una condena de ocho años y diez meses tras haber sido declarado culpable de aceptar sobornos de empresas de ingeniería a cambio de contratos con el gobierno. Siempre alegó inocencia y dijo que el caso en su contra tenía motivaciones políticas.
El exlíder sindical de 74 años gobernó Brasil de 2003 a 2010. Dejó el cargo con un alto índice de popularidad gracias a las políticas sociales que sacaron a millones de personas de la pobreza, pero sus críticos dicen que arruinó el país al permitir que la corrupción prosperara.