El chileno Rolf Luders es tal vez el «Chicago Boy» original. Obtuvo un doctorado en economía en la prestigiosa universidad de esa ciudad estadounidense, donde Milton Friedman, el máximo exponente del llamado «neoliberalismo», fue su director de tesis.
Volvió a su país y fue ministro de Economía en el gobierno militar de Pinochet.
Luders fue uno de los protagonistas centrales de ese inusual experimento que se dio en Chile en 1973, cuando un gobernante militar sin ninguna experiencia o conocimiento económico puso en manos de un grupo de tecnócratas recién graduados, los bautizados como Chicago Boys, las finanzas del país.
Los efectos todavía se sienten hoy. Vituperado y alabado por décadas, el modelo de economía de mercado impulsado por ellos está ahora en el centro del debate de la crisis chilena, tras el estallido de la mayor oleada de protestas en el país desde el regreso de la democracia.
Habló con Luders, quien acepta muchos errores de su escuela en el manejo de la economía chilena pero asegura que, en última instancia, en Chile pasó lo que sus profesores de Chicago esperaban.
¿Qué piensa de la crisis actual en Chile y de la manera en que el llamado «modelo económico neoliberal» implantado por ustedes, los «Chicago Boys», ha sido culpado por esa crisis?
El actual movimiento social tiene un complejo origen socio-económico y político y se ha traducido en hechos muy violentos y simultáneamente en marchas pacíficas multitudinarias. Entre los violentistas, que son pocos, hay quienes desean imponer un esquema económico y político totalitario.
Sin embargo, la gran mayoría de los manifestantes son personas con muy diversas demandas, incluyendo el deseo de mayores espacios de participación y el cambio en lo que denominan el modelo económico.
Piden esto porque no distinguen -y tampoco se les puede pedir que lo hagan- entre la implementación de un sistema político, económico y social, nunca perfecto, y sus principios subyacentes.
En las últimas décadas Chile ha alcanzado un PIB per cápita similar al de varios países europeos y consiguió bajar las tasas de pobreza a algunos de los niveles más bajos del continente. Son logros que envidiaría el resto de la región. ¿Por qué cree que sigue siendo tan impopular esa estrategia económica, pese a los logros obtenidos?
Las explicaciones de la mencionada impopularidad son varias y me gustaría destacar tres.
En primer lugar, a pesar del enorme progreso, los ingresos de la gran mayoría de los chilenos aún son bajos en términos absolutos y las diferencia de ingreso son muy significativas.
En segundo lugar, está el problema de las expectativas. Muchos creen -erróneamente por supuesto- que es posible resolver el problema económico del país de un día para otro, y los políticos en sus campañas han estado alimentando tales falsas expectativas. Cuando estas esperanzas no se materializan la población tiende a culpar de ello al modelo.
Y finalmente, es innegable que han habido abusos no sancionados debidamente.
Para muchos, la aplicación inicial de estas políticas económicas de libre mercado está irremediablemente asociada con el recuerdo del gobierno militar de Pinochet. ¿Cree usted que si esas medidas económicas hubieran sido ensayadas primero bajo un gobierno democrático, no suscitarían tanto rechazo como ocurre ahora?
Sí, algo de eso hay. Sin embargo la magnitud de las movilizaciones sugiere que el grado de cuestionamiento al modelo excede significativamente al que le hacen los que consideran su origen como ilegítimo.
¿Son válidas algunas de las críticas que se han hecho en Chile contra la estrategia económica empleada en las últimas décadas? ¿Se arrepiente de algunos de los aspectos que se emplearon en esa estrategia?
Creo que la estrategia de desarrollo empleada en Chile ha sido la apropiada y así lo demuestran los resultados objetivos obtenidos. No obstante, al privilegiar absolutamente el crecimiento y así a la reducción de la pobreza sobre la disminución de la desigualdad, se malinterpretaron las preferencias ciudadanas.
La falta de contacto de la elite con el resto de la población y algunas importantes fallas de implementación que permitieron ciertos abusos no sancionados, también han sido importantes.
¿Cree usted que Chile va a continuar por una senda de aceptación de políticas de libre mercado o, por el contrario, que se avecina un cambio grande de estrategia económica, hacia un modelo más estatista?
Es imposible predecir esto en este momento. Grandes crisis generan grandes oportunidades y en nuestro caso pueden derivar en una democracia representativa más participativa y en una economía social de mercado más eficiente, justa y libre. Las condiciones están dadas para ello y todo depende de la conducción del proceso.
Pero también es posible -espero que no sea el caso- que a río revuelto se impongan las preferencias de los violentistas.
Uno de los puntos fuertes de crítica a las políticas de libre mercado en Chile tiene que ver con las administradoras privadas de fondos de pensiones. Muchos jubilados alegan que están enfrentando la pobreza en la vejez por culpa de este sistema. ¿Son válidos esos reclamos?
Si y no. El monto de las pensiones es bajo en relación a los ingresos de las personas al momento de retirarse (en promedio cercano al 40%).
No obstante, los ahorros de los contribuyentes han sido muy bien manejados y el problema tiene que ver con la falta de adaptación de las regulaciones a tres factores (el aumento de las expectativas de vida, el fuerte crecimiento de los salarios reales y los largos períodos en que muchos no contribuyeron). O sea, otra falla del Estado.
Usted es un especialista en historia económica de Chile ¿Qué hubiera pasado con Chile si en 1973 no se hubiera dado el viraje a la economía de mercado? ¿Cómo sería hoy la economía chilena?
Lo más probable es que en estos momentos estuviésemos -en vez de liderar la región- con indicadores económico-sociales inferiores a la mediana de la misma.
El PIB per cápita de Chile decreció en la mayor parte del siglo XX (hasta el año 1983) en relación a aquellos del resto del mundo, de los EE.UU., de Europa, y del resto de América Latina. Una vez adoptada la economía social de mercado, nuestro PIB per cápita ha estado -salvo ahora último- creciendo a una tasa mucho más alta que aquella de las regiones indicadas.
Evaluando los resultados obtenidos casi cinco décadas después, con las críticas y alabanzas que ha recibido el modelo económico chileno, ¿qué cree usted que dirían sus profesores de la Universidad de Chicago sobre el legado de los «Chicago Boys» en Chile? ¿Ha pasado en Chile lo que ellos esperaban que ocurriese?
En Chicago se distinguía entre economía positiva (lo que es) y economía normativa (lo que se desea) y en las aulas se practicaba estrictamente la primera.
Así, lo aprendido en Chicago y lo investigado de vuelta en Chile, nos permitió entender las fortalezas y debilidades de la economía chilena de los años 1960 y posteriores y posiblemente -a los que participaron en el proceso de implementación de la economía social de mercado- hacerlo de mejor forma.
En este sentido seguramente sí se cumplió lo que los profesores nuestros esperaban.
fuente.bcmundo