Miguel León-Portilla, filósofo e historiador mexicano, principal experto en materia del pensamiento y la literatura náhuatl falleció el día de hoy a los 93 años de edad.
“Siempre me decía que él descendía de los conversos judíos de España” recuerda con nostalgio Alicia Gojman, quien lo acompañó a Israel cuando recibió el doctorado Honoris Causa de la Universidad de Tel Aviv.
Este destacado académico y miembro del Colegio Nacional apoyó a Israel, en todo momento y circunstancia. En mayo 2016, la Comunidad judía le organizó un merecido homenaje por su 90 aniversario.
León Portilla recibió el Premio Elías Sourasky, instituido en 1966 por el empresario judío Elías Sourasky, fundador el Colegio Tarbut.
Escribió mucho sobre el judaísmo y sobre sus varios viajes que hizo a Israel, pues fue invitado a dar cursos en ambas universidades, la Hebrea de Jerusalem y la de Tel Aviv.
Su libro “La visión de los Vencidos” también se tradujo al hebreo.
Éste es parte de su discurso en el marco del homenaje realizado por la comunidad judía de México:
Nosotros tenemos un enorme legado judío. Enorme. Y yo le digo a mis alumnos: ¿por qué no nos fijamos en algunas cosas de los judíos? El judío tiene esta capacidad que es envidiable: como hombre que está situado en su tiempo, que tiene esa idea de que el tiempo es una flecha, el judío le comunica a sus hijos su visión del mundo.
Un filósofo y pensador francés, Blas Pascal, dice de Israel: Primus Amore Dei: primer amor de Dios. Y ese primer amor de Dios, ese pueblo, es capaz de transmitir a sus descendientes su visión del mundo. Pero eso no significa que haya una raza superior: bien lo saben los judíos, que no hay raza superior. Más aún: no hay raza judaica. ¿Por qué no hay raza judaica? Porque hay judíos de origen semítico, hay judíos que vienen de Rusia, de Lituania, de Alemania, hay judíos chinos, hay judíos indígenas, en Ventaprieta, aquí en el estado de Hidalgo. Así, pues, no hay raza judía.
Tampoco hay una sola lengua judía: no todos los judíos necesariamente saben hebreo. Muchos lo saben ahora, que se han vuelto para construir en Israel, pero ni siquiera la religión los une, porque hay judíos que son agnósticos.
Entonces ¿qué hace a un judío, judío?
Yo tuve la temeridad de dar una conferencia, nada menos que en el colegio Tarbut. Había varios rabinos, yo tenía miedo de que me tiraran una piedra, que dijeran: ¿Viene usted a decir quiénes somos? Pero entonces les dije: ustedes son los dueños del tiempo“.