Al presidente de México lo llama «socio extraordinario». Con los de Guatemala, Honduras y El Salvador pacta endurecer las normas de migración. Y de su par de Brasil recibe puros elogios.
Del norte al sur de América Latina, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha encontrado una receptividad llamativa para impulsar su agenda política, migratoria, comercial o de seguridad.
Ese nivel actual de cooperación contrasta con los retos que Trump enfrenta en su propio país y en otras partes del mundo, como Europa, Medio Oriente o Asia, y con los temores de tensiones hemisféricas que despertaba cuando asumió.
El presidente que buscó votos demonizando a los inmigrantes latinoamericanos y prometiendo proteger a EE.UU. del comercio con México, ahora habla de América Latina como si fuese su nuevo gran aliado.
«Tenemos una relación tremenda ahora con muchas naciones que están muy contentas con lo que está sucediendo, y eso incluye a América del Sur, donde nos han ayudado tanto, donde nadie pensó que esto sería posible«, dijo Trump el miércoles pasado.
«La relación con México es un ejemplo, o El Salvador, o Honduras, o Guatemala», agregó durante una conferencia de prensa en Nueva York al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Pero ¿a qué se debe esto?
«Amable y genial»
La relación del gobierno de EE.UU. con América Latina pasó por un período inicial de desinterés y siguió por una fase de amenazas y castigos antes de alcanzar el estado actual.
Solo la semana pasada, Trump destacó su relación con el gobierno mexicano al menos en siete ocasiones, desde un encuentro con sheriffs hasta la propia asamblea de la ONU.
En particular se refirió a la renegociación que logró del acuerdo NAFTA de libre comercio entre EE.UU., Canadá y México, y al pacto para que este país movilizara miles de efectivos de la Guardia Nacional en procura de frenar el flujo migratorio hacia el norte.
«Quisiera agradecer al presidente (Andrés Manuel) López Obrador, de México, por la gran cooperación que estamos recibiendo y por poner ahora a 27.000 soldados en nuestra frontera sur. México nos está mostrando gran respeto, y yo los respeto a cambio», dijo Trump en su discurso sobre el máximo escenario diplomático global.
El acuerdo, sellado en junio a cambio de que Trump desactivara su amenaza de imponerle aranceles a México, inquieta a activistas que creen que aumenta el riesgo de abusos contra inmigrantes que huyen de la violencia y pobreza en Centroamérica.
Pero Trump se mostró satisfecho la semana pasada al escuchar a su secretario interino de Seguridad Nacional, Kevin McAleenan, decir que hubo una reducción de cerca 60% de migrantes que llegan a EE.UU. desde México respecto a mayo, y de cerca de 80% desde Centroamérica.
Eso ocurrió en una reunión con el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, quien al igual que sus pares de Honduras y Guatemala firmó un acuerdo bilateral con Washington para evitar que lleguen a EE.UU. solicitantes de asilo que pasan por la región.
«Una de las razones por las que firmamos el acuerdo es porque queremos mostrar esa amistad a nuestro aliado más importante, que es EE.UU.», dijo Bukele junto a Trump en un hotel de Manhattan.
«Esperamos trabajar con el presidente Trump durante los próximos cinco años», agregó en lo que pareció un apoyo a su reelección. «El presidente Trump es muy amable y genial, y yo también soy amable y genial».
Los tres acuerdos centroamericanos con Washington llegaron después que Trump anunciara en mayo el corte de la ayuda económica a esos países, que precisan como el agua de esos fondos y las remesas que envían a casa millones de sus ciudadanos que ya viven en EE.UU.
Los pactos ocurren además en circunstancias especiales para el presidente hondureño Juan Orlando Hernández, cuyo hermano es juzgado por narcotráfico esta semana en un caso en Nueva York que lo salpica, o el guatemalteco Jimmy Morales, cuya inmunidad política lo ha resguardado de una investigación por corrupción.
«Tenemos que considerar por qué Jimmy Morales hizo ese tipo de acuerdo», dice Ana Quintana, analista de la Fundación Heritage, un centro de promoción de políticas conservadoras en Washington.
«Creo que potencialmente (Morales) podría verse como un poco más aliado de EE.UU. para recibir protección de EE.UU.», agrega en diálogo con BBC Mundo.
«I love you»
Los entendimientos de Trump con América Latina también ocurren en un momento especial para el mandatario.
Trump enfrenta una investigación de impeachment desde la semana pasada en Washington, para determinar si cometió un delito al demandar al presidente de Ucrania que indague a sus rivales políticos domésticos.
Algo que buscará establecer la Cámara de Representantes de EE.UU. es si ese pedido de indagar a políticos demócratas estuvo ligado a una decisión de Trump de frenar el envío de ayuda a Ucrania.
A su vez, Trump se apresta a buscar su reelección el año próximo embarcado en una guerra comercial con China, con grandes discrepancias políticas con Europa y sin resultados concretos en sus negociaciones para desnuclearizar Corea del Norte.
«Cuando se trata de América Latina, el gobierno (de Trump) puede apuntar a victorias y éxitos tangibles, a áreas donde ha avanzado los intereses de EE.UU.», dice Quintana.
El propio Trump ha comparado la actitud colaborativa de México con la negativa de la oposición demócrata a votar sus exigencias migratorias.
«Usamos a México porque los demócratas no arreglan nuestra sistema de inmigración roto«, dijo de regreso a Washington la semana pasada.
Incluso en su intento hasta ahora infructuoso de remover al presidente venezolano Nicolás Maduro del poder, Trump exhibe una «coalición» con países latinoamericanos que siguieron su decisión de reconocer al líder opositor Juan Guaidó como presidente interino de ese país y coordinan diversas medidas.
Algunos países como México o Uruguay han evitado sumarse a esa política, pero han quedado en minoría.
En paralelo a la asamblea de la ONU, Trump se reunió en Nueva York con los presidentes o representantes de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador y Perú para discutir sobre la crisis venezolana y dar un espaldarazo a Guaidó.
Pero la sintonía ha alcanzado a otras áreas.
Argentina se convirtió en julio en el primer país de América Latina en designar a Hezbollah como grupo «terrorista», algo que Washington señaló como un logro histórico tras años de esfuerzos diplomáticos.
Paraguay hizo lo mismo el mes siguiente. Y el próximo podría ser Brasil, el gigante sudamericano que en la década pasada persuadió a una región donde había mayoría de gobiernos de izquierda a tomar distancia de Washington.
El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, ha sido catalogado de «Trump del Trópico» por sus semejanzas derechistas y nacionalistas con su par norteamericano, de quien se ha declarado «un gran admirador».
En la asamblea de la ONU la semana pasada Bolsonaro dijo que Brasil y EE.UU. lanzaron en marzo «una asociación audaz e integral» que incluye la coordinación política y militar.
«I love you«, le dijo Bolsonaro a Trump cuando ambos se cruzaron en una sala de la ONU, según informó el diario brasileño O Globo. «Qué bueno verte de nuevo», le respondió el anfitrión.
Por ahora no hay señales claras de que con todo esto Trump pueda reducir la influencia de China en el hemisferio, como se lo había propuesto.
Es incierto también qué va a lograr América Latina a cambio o cuánto durará esta relación especial con alguien como Trump, cuyos críticos en Europa acusan de debilitar el multilateralismo y cuyos opositores en EE.UU. tildan de racista y xenófobo.
Roberta Jacobson, exembajadora de EE.UU. en México, dijo en una entrevista en junio que López Obrador «va a encontrar que no se puede conciliar y aceptar siempre las demandas de un matón como Trump».
Pero por ahora el mexicano y la mayoría de los gobiernos de la región parecen inclinarse por evitar la confrontación con Trump y explorar en reserva puntos de encuentro con Washington.
«Buscamos los medios que sean más efectivos», explica a BBC Mundo el canciller ecuatoriano, José Valencia, cuyo gobierno ha recompuesto la relación con EE.UU. tras el enfriamiento que hubo con el expresidente Rafael Correa.
«Por lo pronto, el camino que hemos buscado de soluciones mediante contactos de gobierno a gobierno», agrega, «ha dado resultado».
fuente.bbcmundo