Judith Bar-Hay Kovatch, israelí residente en Sderot –poblado a escasos cientos de metros de la frontera con Gaza- no ha ido a trabajar en la jornada de hoy. Desde el inicio de la presente escalada de tensión, está atenta a las constantes alarmas que indican que un misil puede impactar en cualquier momento.
Esto escribió en su perfil de Facebook hace seis horas: “ayer a las 10:00 suena la alarma, entramos al refugio. Escuchamos que golpeaban la puerta de casa. Un niño de 11 años pidió entrar a nuestro cuarto blindado, nuestro refugio. Estaba en la calle, con su bicicleta, como todos los sábados. Se quedó con nosotros como media hora, mientras volvió a sonar la alarma. Su actitud resiliente, de buscar ayuda, de saber cuidarse, de ser paciente antes de volver a su casa, sin pánico, me emocionó. No, nos acostumbramos a esta situación, tenemos herramientas enfrentarlas”.
Judith trabaja en la organización NATAL, que se dedica a ayudar a quienes sufran el trauma del conflicto y la guerra.
Usted vive en Sderot, castigada constantemente por los misiles lanzados desde la Franja de Gaza.
Si, pero hay que sacar del léxico que todo lo que pasa es en Sderot. Ya hace varios años que no pasa todo en la ciudad. Es un símbolo: aquí empezó todo. Los primeros años fue realmente el centro de la situación, pero los últimos se agrandó el área bajo fuego.
Lleva más de 20 años viviendo en Otef Aza con su familia.
Si, más de un año antes de que empezara toda esta situación. Nos mudamos aquí en junio 1999 y en abril 2001 fue lanzado el primer misil.
Hay quienes remarcan que los lanzamientos empezaron tras la retirada de 2005, cuando Israel desmanteló los asentamientos judíos en Gaza y retiró a sus tropas.
Quien lo achaca a la retirada de Gaza es que no sabe de historia. Porque todo empezó en 2001. Y la retirada, como dices, fue en 2005.
¿Se trata, entonces, de interesados debates políticos?
Solamente.
Usted lidia con afectados por el trauma que genera la psicosis de vivir bajo el fuego de los cohetes.
Soy psicoterapeuta, experta en trauma. Y lo que se llama trauma masivo, los que afectan a amplios sectores de población, no algo traumático personal como un accidente, robo o violación. Cuando un evento es masivo, el trauma es comunitario.
¿Cuáles son los orígenes de la organización en la que trabaja?
Se fundó a raíz de los ataques terroristas de 2002-03, en plena 2ª intifada, cuando estallaban los autobuses y las cafeterías en Tel Aviv o Jerusalén. Se enfocó en dar apoyo a la gente civil que no tiene ningún apoyo para superar los traumas.
Yo empecé a trabajar en 2004 en el departamento comunitario. Fomentando la resiliencia y también tratamiento terapéutico. La asociación está basada en Tel Aviv, pero trabajamos ahora en todo el país, donde haya necesidad de gente experta. Primero formando a las comunidades a que sean más resilientes. Y viendo las diferentes necesidades según las edades.
¿Qué papel tienen en días violentos como hoy?
Acoplarse a las municipalidades y ver donde hay necesidad de llegar y hacer intervención inmediata. Llegar al lugar donde pegó el misil o las cercanías, y ver si hay gente en pánico para ayudarla a calmarse.
¿Y si el propio terapeuta entra en pánico?
A mí no me pasó, parte de nuestra formación es saber cómo cuidarnos. La mayoría que eligen esta especialidad es gente que siente que tiene resiliencia para hacerlo. Primero conocen lo que hay que hacer, y les gusta. Es una elección.
¿Qué siente en días como hoy?
Hablé con mi madre que vive cerca. No tiene refugio. Y hasta estos dos días no sonó muchas veces la alarma, es un lugar en el sur a 20 kilómetros de Gaza. Me dijo: “yo también tengo miedo, suena la alarma y me salta el corazón”. Es la primera vez que la escucho decir algo así.
¿Y sus vecinos?
Estuvieron ayer todo el día en el refugio, con los niños pequeños de 9, 7 y 4 años. Recién a las 7 de la noche vi a los padres y contaron que estuvieron todo el día metidos. Es un pequeño dormitorio blindado. No pudieron salir de allí. Comen, duermen y juegan allí, sin salir.
Muchos se preguntan como es posible aguantar esta situación.
¿Por que nos quedamos? Tengo dos respuestas: primero, no hay otro lugar en Israel que es seguro, no sé si tampoco en el mundo. Porque en San Diego hubo un atentado en una sinagoga. En México, un terremoto. En Venezuela hay un golpe de estado. Seguridad es algo personal, una fortaleza interna personal que sentís, que dices: este es tu lugar, es tu casa. La vida cotidiana aquí, en el tiempo que no hay situación de guerra, es fantástica. Tenemos una calidad de vida muy buena
Cuéntenos.
Hay parking, no como en Tel Aviv (sonríe). No tengo la polución de la ciudad, y la gente es muy cálida. Se siente la comunidad. Hace dos años había muchos atentados con cuchillo en Jerusalén, así que si vamos ciudad por ciudad no encontraremos ninguna en la que no pasa nada respecto al conflicto palestinoisraelí. Es lindo, estamos cerca del mar, con campos abiertos, agricultura, una ciudad pequeña donde todos se conocen. El coste de vida es más barato…
Fuera de declaraciones de políticos o analistas: ¿Cómo cree que debe terminar esto?
Luchando por la paz. Buscar todas las maneras posibles para llegar a la paz. Hay quienes dicen que destrocemos Gaza y los más de dos millones de personas que viven. Yo no lo veo real. Para ellos no lo es, y para mi explotar toda esta franja… no lo veo real.
¿Qué les queda?
Tener esperanza. Siempre vuelvo a decir que el himno nuestro, Hatikva, significa esperanza. Estamos entre los días de la Shoá y el Día de los Caídos: lo que nos queda es la esperanza.
Por petición de la entrevistada, incluimos la siguiente información:
Si alguien se siente estresado o tienes síntomas de angustia, puede llamar a la línea gratuita de NATAL: 1800 363 363
Aurora