Imagina lo siguiente: Los egipcios te persiguen y el mar está frente a ti. No hay hacia dónde escapar. En el momento en que todo parece perdido, el mar se divide repentinamente frente a tus ojos. ¿Qué clase de reacción tendrías?
Ahora imagina que un extraterrestre visita la tierra y ve tanto la división del mar como el nacimiento de un bebé. ¿Cuál de las dos cosas crees tú que él (o ella… o eso…) consideraría un milagro mayor?
El asombroso desarrollo y nacimiento de un nuevo ser humano a partir de otro parece ser más impresionante que dos masas de agua moviéndose en direcciones opuestas.
Pero nosotros estamos acostumbrados a la idea de que dar a luz, sin importar cuán ‘milagroso’ sea, es algo natural.
Para nosotros, lo que hace que algo sea increíble y milagroso es que se rompan las leyes de la naturaleza; que la naturaleza física no siga su curso. Eso es un milagro a nuestros ojos.
Curiosamente, cuando cantamos acerca de la apertura del mar en el rezo de Halel, el Salmo dice: el mar ‘huyó’, (vaianós en hebreo). Esa es una forma muy peculiar de describir el evento. Y lo que es aún más extraño es que la misma palabra se utiliza en la Torá para describir el comportamiento de Iosef.
Cuando Iosef llegó a Egipto después de que sus hermanos lo vendieran, él se convirtió en esclavo de un aristócrata llamadoPotifar. La esposa de Potifar intentó seducirlo. Ella exhibía su cuerpo, e incluso amenazó con poner lanzas metálicas calientes en los ojos de Iosef a menos que éste la mirara desnuda.
La tentación de ceder estaba llegando a un punto de muy alto, pero el versículo dice: “Ella lo cogió por sus ropas,
diciendo: ‘¡Duerme conmigo!’. Y él dejó sus ropas en las manos de ella y huyó (vayanós) y salió hacia afuera” (Génesis, 39:12).
¿Por qué la partición del mar es descrita con la palabra “huyó”, de la misma forma en que la Torá describe que Iosef “huyó”?
-Debe haber alguna conexión entre ambos eventos –
Recién explicamos que un milagro ocurre cuando la naturaleza física no sigue su curso. ¿Pero qué hace que algo sea milagroso ante los ojos de D-s? La manipulación de la naturaleza no es algo impresionante para D-s ¡Para Él es fácil hacerlo!
Ante los ojos de D-s, un milagro es cuando los seres humanos van en contra de su naturaleza. Y eso es exactamente lo que hizo Iosef. Tal como el mar “huyó” y actuó en contra de su naturaleza física – creando de esta manera un milagro – asimismo cuando Iosef “huyó” de la esposa de Potifar fue en contra de su propia Naturaleza, realizó un milagro humano. Cuando D-s ve a una persona superando sus impulsos negativos, ¡es impresionante! El Talmud dice: “¡Deberías haber visto la conmoción que hubo en los cielos cuando Iosef hizo lo que hizo!”.
Cuando elegimos luchar en contra de la flojera, en contra del enojo, o en contra del sucumbir ante nuestros propios deseos y superamos así nuestras inclinaciones naturales, estamos realizando un verdadero milagro.
Cuando enfrentamos los desafíos de la vida, tenemos la oportunidad de elevarnos a través de nuestras elecciones. Los desafíos nos ayudan a elevarnos un paso más allá de nuestra naturaleza, y cuando hacemos eso, alcanzamos un logro espiritual que está fuera de este mundo.
El Midrash dice que en el instante en que el mar vio el ataúd de Iosef que era transportado por el pueblo judío al salir
de Egipto, recordó cómo Iosef huyó de la esposa de Potifar y, por el mérito de uno de uno de los mayores milagros humanos -El milagro realizado por Iosef – D-s respondió realizando uno de los mayores milagros naturales de la historia y abrió consecuentemente el mar.
En la medida en que nos movamos más allá de nuestro estado natural y traigamos a D-s conscientemente a nuestras vidas, determinaremos cuánto se relacionará D-s con nosotros.
La palabra para ‘milagro’ en hebreo es NES, y la palabra hebrea para ‘desafío’ es NISAYON. Ambas provienen de la misma raíz porque el concepto es el mismo. Un milagro se trata de tomar un desafío e ir en contra de nuestra propia naturaleza.
Puede que no seamos capaces de partir el mar, pero sí podemos realizar nuestros propios milagros personales y hacer lo que es correcto.
El Talmud pregunta: “¿Quién es fuerte?”. La respuesta es “aquel que se sobrepone a sus deseos” (Ética de nuestros padres 4:1). Ese es el verdadero desafío humano. Ese es el verdadero desafío de la vida.