La vez pasada explicamos que la reina Esther arriesgó su vida ingresando ilegalmente a la zona de máxima seguridad del rey. El rey la vio, tuvo compasión de ella y le perdonó la vida. Ahora bien, se supone que lo que hizo Ester fue para llamar la atención del rey, informarle acerca del plan genocida del malvado y rogar clemencia para su pueblo. Pero sorpresivamente Esther no pide nada de eso.
Veamos. Cuando el rey vio a Esther aproximarse le preguntó: “¿Qué te ocurre Esther? Qué es lo que deseas?“ Esta pregunta del rey debe ser entendida con mucho más drama. Lo voy a intentar: “Esther -dijo el rey- veo que arriesgaste tu vida para llamar mi atención. Estoy seguro que lo quieres pedirme debe ser muy importante para ti. ¿De qué se trata Esther? ¿Qué puedo hacer por ti?”
La respuesta de Ester fue absolutamente inesperada para el rey: “Si al rey le parece bien, lo que quiero es que hoy [a la noche] venga el rey y Hamán a la recepción que he preparado para él”.
El rey se habrá preguntado por qué arriesgaría Esther su vida por una cena. Pero lo que más tiene que haber fastidiado a Ajashverosh es que el banquete de Esther no consistirá en una cena íntima con el rey (¡eso le habría encantado a Ajashverosh!). Esther, inexplicablemente, le pide al rey que en la cena esté presente Hamán. Esto tiene que haber molestado muchísimo al rey. ¿Por qué? Imaginemos lo ridículo (¡y sospechoso!) que sonaría si la esposa de A le dice a su marido: “Quiero que esta noche me lleves a cenar… junto a B, tu mejor amigo“. ¿Para qué invitar a un tercero a una cena entre marido y mujer?
Rashí, siguiendo la opinión de Ribbí Yehoshua ben Qorjá, explicó que la intención de Esther era eventualmente sacrificar su vida. Ya que estaba segura que en el momento que Ajashverosh sospechase de la existencia de alguna relación entre Esther y Hamán, los mandaría a matar a los dos.
Esther eligió la estrategia de “celos y sospechas” en lugar de presentarle al rey su petición de forma directa. ¿Por qué? Porque Esther sabía que ella tendría una sola oportunidad de convencer al rey. Y razonó que si simplemente le informaba al rey acerca del edicto y pedía compasión, se arriesgaba a que este rey, famoso por su machismo, le dijera a Esther que ella no tenía por qué intervenir en asuntos de estado, o en el mejor de los casos, que él discutiría el tema con Hamán y le informaría de su decisión.
Esther decidió entonces llevar el tema a un plano “personal”. Hacerle pensar al rey que había algún tipo de interés común entre Hamán y Esther. La reina sabía del narcisismo extremo del rey (capítulo 1), de la adicción del rey por las mujeres (capítulo 2, especialmente versículo 19), y calculó correctamente que no sería difícil despertar los celos de un hombre tan arrogante. Y aunque el plan no salió exactamente tal como lo planeó Esther (en realidad salió mejor) vemos que Esther no se equivocó. Al final, en el momento culminante de la segunda cena, cuando Ajashverosh tiene que reaccionar a la información que recibe de Esther acerca del plan genocida de Hamán, el rey no toma la decisión de ejecutar a Hamán por sus ideas políticas. El rey sentenció a Hamán porque este último “se arrodilló frente a la cama de Esther para pedirle clemencia”. Y al verlo así, el rey “reaccionó con celos”. Y las últimas palabras que Hamán escuchó del rey Ajashverosh fueron: “¿Y ahora que más pretendes? ¡Conquistar a la reina frente a mis narices! ”
Con exquisita sofisticación Esther plantó en la cabeza de Ajashverosh las semillas de sospechas y los celos hacia su hombre de confianza.
Este punto está magistralmente explicado por el Rab Almosnino que analiza las palabras con las cuales la reina invitó al rey a la primera cena de agasajo:
“Que venga el rey y Hamán hoy [a la noche] a la recepción que he preparado para él””. El rab observa que para referirse a un agasajo al rey, Esther tendría que haber dicho “… a la recepción que he preparado para el Rey”. Pero “al decir para él”, deja abierta la interpretación de este pronombre, como si se estuviera refiriendo a ¡Hamán!
La reina quería que el rey pensara: “Esther arriesga su vida para pedirme que yo asista a un banquete en el cual se agasajará a… ¡Hamán!…. ¡Aquí hay algo que no cierra! ¿Qué estará planeando contra mí Hamán, el hombre de mi mayor confianza?
Y de esta manera, el arriesgado plan de Esther para evitar el genocidio de su pueblo se puso en marcha.
Continuará…
Fuente:halaja.org