Es un descubrimiento que emociona no solo a los astrónomos sino también al público en general.
La NASA anunció el miércoles que a una distancia de unos 40 años luz (más de 350 billones de Km), en la constelación de Acuario, hay un sistema estelar con siete planetas similares en tamaño al nuestro.
Los primeros tres fueron observados por el telescopio Trappist (siglas en inglés del Telescopio Pequeño para Planetas en Tránsito y Planetesimales) en Chile en 2016, pero no fue sino hasta ahora que la NASA halló un total de siete.
Estos siete mundos, que orbitan a una distancia relativamente cercana a la Tierra alrededor de la estrella Trappist-1, tienen el potencial de albergar agua líquida en su superficie dependiendo de sus condiciones.
Y, tres de ellos, están dentro de la zona que se considera «habitable». Es decir, podrían albergar vida.
Si bien es cierto que desde los años 90 se han descubierto muchos planetas en sistemas planetarios más allá del Sistema Solar, ésta es la primera vez que se han encontrado tantos planetas similares en tamaño al nuestro orbitando alrededor de una misma estrella.
Y esto lleva a pensar que la Vía Láctea puede estar repleta de mundos semejantes en algunos aspectos al nuestro.
Similitudes
¿Pero en qué se parecen estos nuevos exoplanetas a la Tierra?
Empecemos por lo más obvio: su tamaño.
Los siete planetas que giran en torno a la estrella fría y de poca masa Trappist-1 tienen una dimensión que oscila entre un 25% más pequeños y un 10% más grandes que la Tierra.
Los astrónomos dedujeron la medida de cada uno de ellos por la cantidad de luz que bloqueaban al pasar por delante de su estrella.
En segundo lugar, es muy probable que su masa, asegura la NASA, sea rocosa, como la terrestre.
La masa fue estimada por la forma en que cada planeta es atraído y empujado por sus vecinos del sistema planetario.
Y lo más interesante de todo es que, dado que tres de estos mundos están en la llamada zona habitable, podrían tener agua en estado líquido y, por extensión, vida en la superficie, según explicó Michaël Gillon, astrónomo de la Universidad de Lieja, Bélgica, e investigador principal del proyecto.
Se estima que la distancia del cuarto, quinto y sexto planeta respecto a su estrella, les conferiría a estos cuerpos celestes la temperatura adecuada para albergar océanos de agua, dependiendo de la condición de su atmósfera, si es que la tienen.
Por esta razón, uno de los objetivos del telescopio espacial de la NASA James Webb, que se lanzará el año que viene, y de otros instrumentos que entrarán en funcionamiento en el futuro será detectar si hay atmósfera o no.
Diferencias
Tras notar las similitudes, es importante marcar las diferencias de estos planetas con la Tierra, que no son pocas.
Para empezar, giran alrededor de una estrella muy diferente a nuestro Sol.
Trappist-1 es una estrella tenue y fría conocida como «enana roja», de un tamaño similar a Júpiter.
Lo más llamativo, sin embargo, es lo compactas que son las órbitas de los planetas.
Para darnos una idea, Mercurio, el planeta más cercano al Sol de nuestro Sistema Solar, está seis veces más lejos de la estrella que el séptimo planeta del sistema Trappist-1.
Tan cerca de su estrella están, que el planeta más cercano se demora 1,5 días terrestres en dar una vuelta completa a su alrededor, mientras que al más lejano esto le toma 20 días.
Esta proximidad hace que probablemente se vean afectados por un fenómeno que se conoce como acoplamiento de marea, que hace que sólo muestren una misma cara a la estrella, así como ocurre con la Luna y la Tierra.
Esto podría significar que en cada mitad de los siete planetas es constantemente de día o de noche.
Según la NASA, esta división implica patrones climáticos completamente diferentes a los de la Tierra: se producirían vientos fuertes en la zona donde es de día que se dirigirían hacia el lado oscuro, y habría un contraste extremo de temperaturas entre ambos sectores.
Esta diferencia reduce el sector habitable de los tres planetas a la franja relativamente estrecha que zanja los dos hemisferios.
¿Vida?
Aún es pronto para sacar conclusiones, pero los investigadores esperan poder confirmar la presencia de vida en los planetas dentro de una década.
«El Telescopio Espacial James Webb, sucesor del Hubble, tendrá la posibilidad de detectar la marca del ozono si es que esta molécula está presente en la atmósfera de uno de estos planetas», explicó Brice-Olivier Demore, coautor del estudio de la Universidad de Bern, en Suiza.
«Esto puede ser un indicador de actividad biológica en el planeta».
fuente.bbcmundo