Las resoluciones contra Israel no son las únicas medidas que debe vetar el Embajador Haley.
En 1995 el Congreso trató de obligar a las Naciones Unidas a reformarse rehusándose a pagar las cuotas de Estados Unidos. El esfuerzo valió la pena, pero fracasó. La ONU no hizo ningún cambio real y regresó rápidamente a sus formas cínicas y corruptas. Algunos en el Congreso han sugerido una repetición en un intento por obligar al Consejo de Seguridad a revocar la resolución anti-Israel que aprobó el mes pasado.
En su lugar, la administración Trump podría usar una táctica mucho más eficaz: el veto. El estatuto de la ONU da a Estados Unidos la capacidad de paralizar al organismo internacional. ¿Por qué no utilizarla? Como las operaciones de mantenimiento de la paz de ONU deben ser renovadas periódicamente por medio del voto del Consejo de Seguridad, este sería un buen momento para empezar.
En 1979 el Presidente Carter negoció el Acuerdo de Camp David entre Israel y Egipto. La ONU se negó a apoyar una operación de mantenimiento de paz en el Sinaí, así que Estados Unidos, Israel y Egipto establecieron la Fuerza de Observadores Multinacionales, la cual todavía patrulla la región. A sus soldados no se les permite llevar los cascos azules asociados con las fuerzas de mantenimiento de paz comunes de la ONU, así que les son facilitados unos naranjas.
Donald Trump podría seguir fácilmente este precedente y ordenar al embajador designado ante la ONU, Nikki Haley, que vete la renovación de todas las operaciones de mantenimiento de paz en curso. Eso ahorraría al Departamento del Tesoro de Estados Unidos aproximadamente unos u$s2 mil millones anuales que paga en cuotas evaluadas para el presupuesto de mantenimiento de paz. Países que apoyan las operaciones de mantenimiento de paz en lugares como Mali, Sudán del Sur, Cachemira y la República Centroafricana, o tendrían que pagar por ellas, como ha hecho Estados Unidos en el Sinaí, o abandonarlas.
En Chipre, por ejemplo, ha estado activa desde 1974 una operación de la ONU Chipre es ahora un miembro pleno de la Unión Europea, y la República Turca de Chipre del Norte es una dependencia de Turquía, al menos en teoría todavía un candidato para la membresía de la Unión Europea. ¿Por qué la ONU–y Estados Unidos–debe pagar la cuenta por algo que debe estar haciendo la Unión Europea?
Para los europeos, especialmente los franceses e ingleses, votar en favor de resoluciones anti-Israel en la ONU ha sido durante mucho tiempo una forma gratuita no solo de apaciguar a los enemigos locales y extranjeros del estado judío sino también de patear al Tío Sam en las canillas. Eso podría cambiar. A Trump parece no importarle la buena voluntad de los aliados que no logran corresponder a los esfuerzos de Estados Unidos en su favor.
Una política de interrumpir el sistema de mantenimiento de paz de la ONU podría tener inconvenientes. En algunas regiones las tropas de mantenimiento de paz de la ONU llevan a cabo de hecho un rol útil. Por el otro lado, en lugares como Sudán del Sur, donde no hay paz que mantener, todo lo que hacen es ayudar a las organizaciones humanitarias a proporcionar servicios de abastecimiento de alimentos en guerra.
La utilización agresiva del veto no sólo ahorraría dinero al Tesoro; fastidiaría a los burócratas internacionales sin fin. Podría llevar finalmente a la reforma drástica del organismo mundial que, en casi toda área, no ha logrado satisfacer las grandes esperanzas que mantuvieron para él sus fundadores en las décadas de 1940 y 1950.
*Taylor Dinerman escribe sobre política espacial y seguridad nacional.
Fuente: The Wall Street Journal