La gente que trabaja en edificios «verdes» o de bajo impacto ambiental piensa con más claridad y se siente mejor cuando está en el oficina. Y, cuando llega a su casa, duerme mejor.
Esto es lo que reveló un nuevo estudio de la Escuela de Salud Pública T.H Chan de Harvard, en Estados Unidos.
«Las personas que trabajaban en edificios verdes mostraron una función cognitiva superior en comparación con sus colegas en otros edificios de alto rendimiento que no tenían un certificado ambiental», dijo el autor principal del estudio, Joseph Allen, investigador de la universidad de Harvard.
Y esta habilidad cognitiva se manifiesta en una mayor capacidad para pensar y planificar.
Si bien los arquitectos toman cada vez más en consideración el impacto de los edificios sobre el medio ambiente, éste es el primer estudio que muestra cómo el espacio afecta no sólo nuestra salud sino también nuestro cerebro.
A veces, de formas sorprendentes.
Círculo virtuoso
La mejora del sueño fue un hallazgo que sorprendió al investigador.
«Es (un descubrimiento) provocativo porque sugiere que el impacto de los edificios sobre nosotros se extiende más allá de las ocho horas del día de trabajo«, dice Allen.
Y esto da lugar a «un círculo virtuoso: los participantes de nuestro estudio que durmieron mejor también rindieron mejor al día siguiente en una prueba sobre la función cognitiva», explica.
Por otro lado, los oficinistas reportaron un 30% menos de casos de «síndrome del edificio enfermo», un término que describe los síntomas que aparecen después de pasar horas en un espacio cerrado y que incluyen irritación de los ojos, nariz y garganta, dolor de cabeza, erupciones cutáneas y problemas respiratorios.
«Este término comenzó a aparecer en la prensa y las revistas científicas a comienzos de los años 80, justamente cuando los edificios empezaron a volverse más herméticos y se redujo la cantidad que entraba de aire fresco», comenta Allen.
Estos síntomas desaparecen una vez que abandonamos el edificio.
Cambios mínimos, impacto drástico
Pero el hecho de que trabajemos en un edificio que no cuente con un certificado ambiental, no significa que no puedan hacer mejoras.
«Se pueden hacer cambios menores en cualquier edificio. Y aunque sean menores, pueden tener un impacto dramático en nuestra salud y en nuestra capacidad de producción durante el día«, sostiene Allen.
¿Qué se puede hacer?
Hay dos cosas que son cruciales, dice el investigador.
Una es mejorar la ventilación, aumentando la cantidad de aire limpio y fresco que circula por el espacio cerrado. Según Allen esto es algo que beneficiaría a casi todos los edificios ya que casi todos, en todo el mundo, tienen poca ventilación.
La otra es reducir la presencia de sustancias químicas. Es decir, «elegir materiales y muebles que tengan bajo contenido de compuestos orgánicos volátiles», explica Allen.
Estos compuestos, conocidos por sus siglas COV, están en los muebles, las pinturas y las alfombras.
Además es importante mantener una temperatura consistente a lo largo del día, permitir la entrada de luz natural, proteger el ambiente de los ruidos de la calle y minimizar los ruidos interiores, como los producidos por maquinaria.
Y también limpiar las superficies regularmente para impedir la acumulación de polvo.
fuente:bbcmundo