Biniamín Netanyahu consolida su Gobierno en Israel en 2016

Israel concluye 2016 dentro de una estabilidad política y económica inusual, pese a la frágil mayoría parlamentaria de Biniamín Netanyahu, quien consiguió un generoso acuerdo de ayuda militar de Estados Unidos y tuvo que hacer frente a la mayor oleada de ataques palestinos de la última década.

Al tiempo que logró reducir un repunte de la violencia palestina, particularmente virulenta entre enero y marzo, Netanyahu consiguió afianzarse en 2016 como líder indiscutible y fortalecer su coalición de Gobierno.

Y es que, tras superar el 18 de noviembre el récord de 2.788 del padre fundador del país, David Ben Gurión, como primer ministro que más tiempo consecutivo había estado al frente del Gobierno, Netanyahu parece más fuerte que nunca dentro del siempre imprevisible entorno político.

Hasta en el partido religioso nacional rival Habait Haiehudí (Hogar Judío) reconocen que es una excelente plataforma para impulsar su propia agenda y no ven, por tanto, razón para desestabilizar una coalición que comenzó su andadura tras las elecciones de marzo de 2015 con malos pronósticos.

Ahora, muchos analistas creen que Netanyahu bien podría agotar la legislatura si no da ningún paso en falso, sobre todo en la cuestión más sensible para su principal apoyo, el ministro de Educación Naftalí Bennett, líder de Habait Haiehudí, que propone anexionar parte de Cisjordania (Judea y Samaria).

La polémica ley de regularización retroactiva de asentamientos, aprobada hace varias semanas en primera lectura e inconstitucional según la Fiscalía, es un ejemplo de la determinación de Netanyahu de no hacerlo.

El proceso de paz está estancado desde 2014 y, si bien Netanyahu ha llamado al presidente palestino, Mahmud Abbás, a retomarlo sin condiciones, ambos siguen atrincherados en demandas que el otro rechaza: el primero exigiendo el reconocimiento de Israel como Estado judío y, el segundo, el cese de la construcción de asentamientos.

Con el vacío diplomático creado, 2016 fue testigo de la continuación de la ola de violencia heredada de octubre de 2015, que comenzó a atenuarse en marzo pasado

En casi quince meses, 242 palestinos perdieron la vida, al menos dos tercios de ellos en ataques o supuestos ataques contra israelíes, que causaron la muerte de 38 israelíes, tres extranjeros y un automovilista palestino.

Tras el sonado fracaso de la Administración estadounidense en 2014, los intentos de la comunidad internacional para reactivar el diálogo de paz vinieron este año desde Francia y Egipto, que podría conducir a una conferencia internacional este mismo mes cuyo futuro no parece demasiado prometedor.

No cuando en Washington asumirá en enero un presidente estadounidense, Donald Trump, en el que la derecha israelí aspira a encontrar el apoyo incondicional que nunca obtuvo de Barack Obama.

“Estoy convencido de que el presidente electo y yo continuaremos fortaleciendo la exclusiva alianza entre nuestros dos países”, afirmó tras los comicios a la Casa Blanca un Netanyahu que, dentro de la prudencia diplomática requerida, solicitó a sus ministros que no felicitaran en público la victoria republicana con excesiva efusividad.

Una petición que hizo con el fin de no decantar la tradicional alianza estadounidense-israelí de un solo lado del mapa político de EE.UU. y, también, en reconocimiento al paquete de asistencia militar que acababa de concederle Obama.

El acuerdo, alcanzado en septiembre para una década, incrementa la asistencia anual a 3.800 millones de dólares, la mayor que ha recibido Israel hasta ahora de su aliado.

Fue un gesto con el que Obama quiso mostrar su compromiso con la seguridad de Israel y diluir las críticas por el acuerdo nuclear de 2015 con Irán.

Netanyahu aspiraba a recibir más de 4.000 millones anuales como “compensación” por los riesgos que supone el pacto atómico con Teherán, pero no podrá hacerlo porque Washington condiciona la asistencia a que en el futuro no solicite más dinero del Congreso, como venía haciendo en la última década para todo tipo de proyectos de interés mutuo, entre ellos un escudo antimisiles.

Como notas discordantes de su predominio en la política nacional, las sospechas contra su esposa Sara por abuso de fondos públicos, un escándalo por la implicación de su abogado privado en la compra de tres submarinos a Alemania y unas encuestas este último trimestre que indican que el centrista Yesh Atid (Hay futuro), liderado por el ex periodista Yair Lapid, le pisa los talones. EFE y Aurora

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