Tan pronto Rakesh Shukla baja de su auto al llegar a su polvorienta granja cerca de Bangalore, la capital del estado de Karnataka, en India, queda rodeado de decenas de perros que lo lamen y acarician con el hocico.
Hay perros por todos lados, aullando, ladrando y saltando de felicidad.
Shukla, un ingeniero informático, está encantado de verlos. Acaricia a unos, rasca detrás de la oreja a otro y a uno lo levanta en brazos.
La granja tiene más o menos 1,5 hectáreas y alberga 735 perros, según el último conteo.
Abandonados
Hay todo tipo de razas: labrador, golden retriever, gran danés, beagle, perro salchicha, rottweiler, San Bernardo y hasta un carlino de nariz chata. También hay cientos de raza cruzada.
La mayoría son perros callejeros, otros han sido abandonados por sus dueños. Los últimos en llegar son 22 canes de pedigrí cuyo dueño, un empresario de la ciudad que recientemente murió tiroteado.
«Soy la última esperanza para estos perros. Muchos están enfermos y ya nadie los quiere», explica Shukla, de 45 años.
Conocido afectuosamente como el «Padre de los perros», llama a sus animales sus bebés y se refiere a sí mismo como su «papá».
Shukla fundó una compañía de software con su esposa hace 10 años, pero le dedica tres o cuatro días a la granja, cuidando de su familia canina.
«Trabajé en Delhi y en Estados Unidos, y luego empecé mi propia compañía en Bangalore», explica. «La vida no era más que comprar autos grandes y relojes caros, y darme la buena vida. Había viajado, había ido por todo el mundo, pero no era feliz».
Su vida cambió cuando se encontró con una hermosa cachorra golden retriever de 45 días de la que se enamoró desesperadamente. Fue en junio de 2009 y Shukla recuerda perfectamente el día que la trajo a casa.
«Cuando llegamos se escondió en un rincón. Me agaché al nivel del suelo y empecé a llamarla. Me miraba, asustada, pero me daba cuenta que quería confiar en mí», cuenta.
«Fue en ese momento que ocurrió, como una sensación física, sentí un cosquilleo, una calidez resplandeciente. Y, desde entonces, nunca más he tenido que hacerme la pregunta: ‘¿Por qué estoy aquí?'»
Refugio
El segundo perro de Shukla, Lucky, le llegó tres meses después tras haber sido rescatado de la calle. «Había llovido 12 o 13 días y estaba mojada y miserable, así que me la traje a casa también».
Durante los siguientes días y semanas, cuando veía un perro callejero o abandonado, pensaba en llevárselo a casa. Al comienzo, fue allí donde los guardaba pero, cuando su esposa protestó, se llevó algunos a la oficina, convirtiendo el piso superior en un hogar para esos animales.
En 2012, a medida que crecía la manada, el ingeniero de sistemas compró una tierra en una aldea cercana, en la que estableció la granja, un refugio para perros viejos, enfermos o simplemente abandonados.
La granja está diseñada para la vida canina, con amplios espacios abiertos para que los animales puedan correr y estanques para que naden. También tiene una doble cerca para protegerlos.
Cada vez que entra al recinto, lo recibe una cacofonía de ladridos.
La granja emplea unas 10 personas, incluyendo asistentes de veterinaria capacitados, que cuidan a los perros, cocinan para ellos y los alimentan. Los perros consumen 200 kilos de pollo y otros 200 kilos de arroz diarios y muchos de los enfermos necesitan medicamentos y atención especial.
El costo de administrar la granja fluctúa entre US$650 y US$750 mensuales, según Shukla, quien cubre 93% de los gastos.
En el último año, sin embargo, ha tenido problemas con algunos activistas defensores de los animales, quienes le han exigido entrar a la granja. También ha enfrentado quejas por tener tantos perros.
Pero él se rehúsa a ceder.
«He llegado a un pacto con mis perros», asegura. «Sólo iremos por caminos separados cuando uno de nosotros estire la pata».
fuente:bbcmundo