Oliver Sánchez murió el martes con apenas 8 años y toda una vida por delante: soñaba con ser bailarín, inventor o bombero.
Pero este niño venezolano también tenía cáncer y no conseguía medicinas para curarse.
Por eso, el 26 de febrero pasado se sumó a las protestas en Caracas contra la escasez de medicamentos en su país.
Su imagen pidiendo un fármaco para la quimioterapia, portando un cartelito escrito a mano por él, «Quiero curarme. Paz y Salud», se volvió viral en los medios de comunicación y las redes sociales de Venezuela y otras partes del mundo.
Su rostro, una cruda imagen de la crisis de salud que afecta al país sudamericano, y que según declaró en enero la Asamblea Nacional, controlada por la oposición, es una «emergencia sanitaria».
La Federación Farmacéutica Venezolana calcula en un 85% la escasez de medicamentos. Diferentes farmacéuticas y laboratorios limitaron sus importaciones al país y reclaman al gobierno de Nicolás Maduro más de US$3.000 millones.
La memoria y cuenta del Ministerio de Salud reveló que la mortalidad general en hospitales aumentó un 31% en 2015 y que el porcentaje de mortalidad neonatal se multiplicó por 100.
Sin embargo, el oficialismo dice que la crisis de salud ha sido exagerada por grupos de oposición dentro del sector médico y defiende su política de salud destacando la instalación de cientos de centros ambulatorios en barrios populares del país operados por médicos cubanos.
«Lucha titánica por los medicamentos»
«Fue él mismo el que solicitó ir a la marcha y en un momento pidió un papel y disenó su pancarta«, le contó a BBC Mundo, Ricardo Lobo, su tío. «Era un chico muy alegre, transmitía mucha energía positiva».
Oliver fue diagnosticado de linfoma no Hodgkin en noviembre pasado. El primer síntoma de su enfermedad fue una infección y una fiebre, y se pensó en una gripe.
Pero diversos estudios médicos confirmaron lo peor: un cáncer del tejido linfático. Esperanza Hermida, una amiga de la familia y activista de derechos humanos.
Luego del resultado de la biopsia, al drama del diagnóstico le siguió el drama de un país con escasez de medicamentos.
Para la familia de Oliver conseguir medicamentos esenciales para su tratamiento, como fenobarbital y epamin (anticonvulsivos) o oxcarbazepina (antiepiléptico) fue una «lucha titánica«, según recuerdan.
«Fue realmente una odisea. Nos basamos más que nada en redes sociales, en amigos, buscar en farmacias, escribir en Twitter, en donativos, tratando de buscar los medicamentos», aseguró el tío de Oliver.
«Pero era muy difícil, pues a veces los conseguíamos en el interior del país y teníamos que trasladarnos hasta allí para traerlos», agregó Lobo.
«Y hubo momentos en que no se podía aplicar el tratamiento completo, porque podías encontrar una pastilla u otro medicamento, pero era difícil tomarlos todos a la vez«.
Su mamá, Mitzaida Berroterán, les contaba a los medios de comunicación venezolanos durante la marcha en febrero: «Estamos en una situación desesperada».
Y su abuela, Hiradia Machado, remataba: «Mi hija se ha convertido en una detective«.
Sin cama en el hospital
Oliver, quien tenía una hermana mayor, estudiaba segundo grado en el Colegio Arandu de Charallave, en el estado de Miranda, al sur de Caracas, hasta que la enfermedad obligó a la familia a mudarse al municipio de Caricuao, en la capital venezolana, donde vivían sus abuelos maternos.
Su mamá dejó de trabajar en Seniat (la agencia tributaria de Venezuela) para cuidarlo. El sustento de la familia era su padre, quien era transportista.
Hace una semana la condición de Oliver se agravó por una infección urinaria y una respiratoria que lo llevó al coma.
En el Hospital Dr. Elías Toro de Caracas, donde lo trataban desde que se inició su enfermedad, no consiguió cama en terapia intensiva para que lo atendieran.
La organización sin fines de lucro Cecodap, dedicada a la defensa de los derechos humanos de niños y adolescentes, trató de encontrarle una cama en otro hospital público con la ayuda de la Defensora del Pueblo, pero en ese momento no había ninguna en toda Caracas, explicó la entidad.
Al final, la familia se vio obligada a trasladarlo al Centro Médico Loira, también en la capital pero privado, donde murió el martes a las 12:30 pm, después de 10 días de permanecer en terapia intensiva.
Cecodap había intentado recurrir a los tribunales en enero para que resguardaran el acceso de la población infantil a medicamentos en casos de enfermedades como la que padecía Oliver.
«A criterio del tribunal no había pruebas suficientes que evidenciaran la escasez de medicamentos y que esa escasez afectaba a los niños», dijo Carlos Trapani, abogado de Cecodap.
Trapani añadió que documentaron 21 casos publicados en medios impresos y digitales de niños en situaciones similares a las de Oliver entre 2014 y 2015, «desde leucemia aguda, pasando por Parkinson, hasta epilepsia».
Quería ser famoso como Michael Jackson
A pesar de su enfermedad, Oliver «era un chico muy alegre, le gustaba mucho bailar, transmitía mucha energía positiva», contó su tío.
La amiga de la familia y activista de derechos humanos Esperanza Hermida afirmó que Oliver quería ser «un bailarín famoso», como Michael Jackson, su ídolo, al que le gustaba imitar y con el que presumía de tener un parecido.
«Era perspicaz, pícaro, le gustaba cantar, bailar, reírse», dijo Hermida.
También mencionaba que quería ser inventor y trabajar en un laboratorio «para encontrar curas para su enfermedad».
«Y de vez en cuando mencionaba que quería ser bombero», agregó Hermida.
Conmoción en las redes
El caso de Oliver ha causado una conmoción en las redes sociales, donde es habitual encontrar peticiones urgentes de medicamentos. Algunos venezolanos también las importan de otros países, especialmente de Estados Unidos.
Incluso famosos como el cantante Ricardo Montaner o el humorista y politólogo Laureano Márquez se han manifestado sobre el caso de Oliver.
«Es inaceptable. Esto nos confronta a todos. ¿En qué nos estamos convirtiendo?», escribió Márquez, indignado, en su cuenta de Twitter.
fuente:bbcmundo