La misión del alemán Jens Rommel parece más propia de una película histórica que de la era digital: encontrar criminales de guerra nazis aún vivos en Sudamérica, revisando archivos de papel tan viejos que a veces es difícil tocarlos o leerlos.
Jefe de la Oficina Central de investigación de los crímenes del nazismo basada en Luisburgo, en el sudoeste de Alemania, Rommel sabe que corre contrarreloj para llevar a la justicia a sospechosos que hoy tienen más de 90 años.
«Nos encontramos en una situación paradójica», dice en una entrevista con BBC Mundo el hombre conocido como el «cazador de nazis«.
«Por un lado, esta búsqueda no es apurada porque han transcurrido 70 años desde el fin de la guerra. Pero, por otro lado, es justamente apurada, porque estas personas están tan avanzadas en edad… y luego ya no están«, añade.
Hurgando en los archivos
Rommel tiene 43 años y pasó las dos últimas semanas de abril hurgando en el Archivo General de la Nación en Buenos Aires, Argentina, como otros investigadores de su equipo hicieron antes en ficheros de Uruguay, Chile, Perú,Bolivia y Brasil.
Indagan especialmente en registros migratorios, para detectar alemanes que hayan llegado a la región por vía aérea o marítima después de la Segunda Guerra Mundial y fueran mayores de edad durante el conflicto.
Después llevan los datos a Luisburgo, para contrastarlos con los ficheros de la Oficina Central, donde hay 700.000 nombres de perpetradores, testigos y víctimas de crímenes del nazismo.
Cuando logran una coincidencia con individuos que puedan responder en procesos penales, regresan a Sudamérica para verificar si se trata de la persona que sospechan y sigue con vida.
Quizá luzca como un desafío imposible, pero Rommel revela que han tenido un éxito limitado.
Un tal Heniz M.
Se estima que a Sudamérica huyeron tras la guerra varios fugitivos nazis que habían integrado la policía secreta del régimen, la Gestapo, o las SS(Schutzstaffel, el temible «escuadrón de protección»), como Adolf Eichmann, capturado por el Mossad israelí en Buenos Aires en 1960.
Rommel afirma que su equipo ya detectó en la región más de una decena de alemanes cuyos datos coincidieron con personas de paradero desconocido, incluso imputadas en procesos contra el nazismo.
Pero aclara que no se trataba de altos jerarcas nazis, sino -por ejemplo- de individuos que cumplieron tareas de vigilancia en campos de concentración y que murieron antes de que pudieran verificar su identidad.
Uno de esos casos ocurrió en Perú el año pasado.
En los archivos migratorios de Lima, hallaron el nombre de un tal «Heinz M.«, nacido en 1919 en la región de Silesia, que hoy pertenece casi totalmente a Polonia.
Al cotejar con los ficheros de Luisburgo, descubrieron que era un presunto exmiembro del partido nazi y de la Fuerza Aérea, con indicios de que fue un «médico SS» responsable de miles de asesinatos con inyecciones letales.
«Todos los datos personales (nombre, fecha y lugar de nacimiento) eran los mismos», dice Rommel.
«Desafortunadamente -dice-, cuando tratamos de verificar su identidad encontramos que había muerto en 2005«.
«Pequeños engranajes»
Al culminar su visita a Buenos Aires, Rommel admite que, sin datos concretos, es difícil dar con nazis que mataron con sus manos o a exaltos rangos fugitivos, que sabían que tenían que cambiar de identidad para evitar su arresto.
Señala que la persecución de los responsables principales de crímenes de guerradebió realizarse con más intensidad en los años 60 y 70, pero ni en Alemania ni en Sudamérica había «condiciones adecuadas para hacerlo».
Sin embargo, cree que aun es posible encontrar «los pequeños engranajes de la maquinaria» de exterminio nacionalsocialista.
En Alemania hay tres juicios en marcha contra personas que hallaron dentro del país, sospechosas de haber tenido alguna participación en homicidios del nazismo.
Pero la dificultad de esos procesos quedó expuesta el mes pasado con la muerte de Ernst Tremmel, un exguardia del campo de exterminio de Auschwitzacusado de complicidad en 1.075 asesinatos: tenía 93 años y faltaba una semana para el inicio de su juicio.
En cambio, el julio pasado fue condenado a cuatro años de prisión por 300.000 cargos de complicidad de asesinato Oskar Groening, denominado «el contador de Auschwitz», quien al momento de la sentencia tenía 94 años.
La Oficina Central tiene seis investigadores a cargo de las instrucciones, pero cuenta con el apoyo de organizaciones especializadas dentro y fuera de Alemania, como el centro Simon Wiesenthal.
¿Cazador?
Rommel dice que en general han encontrado buena cooperación de los países sudamericanos, aunque «es difícil explicar» en qué consiste su tarea, que no buscan directamente sospechosos sino apenas nombres de personas sobre las cuales ni recaen sospechas.
Con estudios en derecho internacional y experiencia previa en la fiscalía general alemana para casos de terrorismo, Rommel dice tolerar la denominación de «cazador de nazis«, pero niega sentirse como tal.
«Un cazador tiene en sus manos un arma y busca con esa arma una presa o ganarse un trofeo para colgar en la pared», durante la conversación telefónica.
Y recuerda que cuando le preguntaron si quería asumir el cargo que ejerce desde octubre, le pareció importante por ser una de las últimas oportunidades que los fiscales tienen de esclarecer esos crímenes.
«La esperanza», parafrasea, «es lo último que se pierde».
fuente.bbmundo