Investigadores del Smidt Heart Institute en Cedars-Sinai confirmaron que las personas que tuvieron COVID-19 tienen un mayor riesgo de desarrollar diabetes, el contribuyente más importante a la enfermedad cardiovascular.
“Nuestros resultados confirman que el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 después de una infección por COVID-19 no fue solo una observación temprana sino, de hecho, un riesgo real que, lamentablemente, ha persistido durante la era de Omicron”, afirmó el Dr. Alan Kwan, primer y correspondiente autor del estudio y médico cardiovascular en el Smidt Heart Institute en Cedars-Sinai.
La tendencia, dice Kwan, es preocupante porque la mayoría de las personas en Estados Unidos eventualmente experimentarán una infección por COVID-19. “Esta investigación nos ayuda a comprender y prepararnos mejor para la era del riesgo cardiovascular posterior al COVID-19”, comentó Kwan.
Los hallazgos, publicados en la revista JAMA Network Open, también sugieren que el riesgo de diabetes tipo 2 parece menor en las personas que ya estaban vacunadas contra el COVID-19 cuando se infectaron.
Para determinar las crecientes tasas de diabetes, los investigadores evaluaron los registros médicos de 23,709 pacientes adultos que tenían al menos una infección documentada de COVID-19 y fueron tratados en el Centro Médico Cedars-Sinai en Los Ángeles entre 2020 y 2022. El paciente promedio tenía 47 años y el 54% de los sujetos eran mujeres.
Dentro del marco de tiempo del estudio:
- El riesgo combinado de diabetes tipo 2 después de la exposición al COVID-19, tanto para los pacientes vacunados como para los no vacunados, fue del 2.1 %, con un 70 % después de la infección por COVID-19 frente a un 30 % antes de la exposición al COVID-19.
- El riesgo de diabetes tipo 2 después de la exposición a COVID-19 para pacientes no vacunados fue del 2.7 %, con un 74 % después de la infección por COVID-19 frente a un 26 % antes de la exposición a COVID-19.
- El riesgo de diabetes tipo 2 después de la exposición a COVID-19 para los pacientes vacunados fue del 1.0 %, con un 51% después de la infección por COVID-19 frente a un 49 % antes de la exposición a COVID-19.
“Estos resultados sugieren que la vacunación contra COVID-19 antes de la infección puede proporcionar un efecto protector contra el riesgo de diabetes”, dijo Kwan. “Aunque se necesitan más estudios para validar esta hipótesis, nos mantenemos firmes en nuestra creencia de que la vacunación sigue siendo una herramienta importante para protegerse contra COVID-19 y los riesgos aún inciertos que las personas pueden experimentar durante el periodo posterior a la infección”.
La Dra. Susan Cheng, MPH, autora principal del estudio, profesora de Cardiología y directora de Ciencias de la Población Cardiovascular en el Smidt Heart Institute, afirma que estos hallazgos amplían la comprensión del campo médico sobre los efectos del COVID-19 en el cuerpo, al tiempo que descubre preguntas, pendientes por responder.
“Aunque aún no lo sabemos con certeza, las tendencias y patrones que vemos en los datos sugieren que la infección por COVID-19 podría estar actuando en ciertos entornos como un acelerador de enfermedades, aumentando el riesgo de un diagnóstico que las personas podrían recibir a lo largo de su vida”, dijo Cheng, directora de la cátedra Erika J. Glazer de Salud Cardiovascular de la Mujer y Ciencias de la Población. “Entonces, en lugar de ser diagnosticada con diabetes a los 65 años, una persona con riesgo preexistente de diabetes podría, después de una infección por COVID-19, tener más probabilidades de desarrollar diabetes a los 45 o 55 años”.
La diabetes altera el metabolismo y los procesos metabólicos normales, impidiendo que el páncreas produzca suficiente insulina, una hormona que ayuda a regular los niveles de glucosa y aminoácidos en la sangre. Debido a que la diabetes puede dañar órganos vitales y los vasos sanguíneos, las personas con diabetes corren un mayor riesgo de sufrir un ataque cardíaco y un accidente cerebrovascular.
La enfermedad afecta a cerca de 26 millones de personas en Estados Unidos.
Esta investigación, afirma Kwan, es una pieza del rompecabezas que ayudará a los investigadores a comprender cómo prevenir el riesgo de enfermedades metabólicas y cardiovasculares en el futuro.
“A medida que aprendemos a vivir con el COVID-19, también debemos estar preparados para reconocer y tratar las diversas afecciones vinculadas a sus efectos secundarios”, dijo Kwan. “Nuestro objetivo final, con cada estudio de investigación que realizamos, es encontrar formas de mantener a las personas saludables y capaces de participar en sus actividades cotidianas”.