La normalización de relaciones de Israel con Emiratos Árabes Unidos y Bahréin tomó por sorpresa al mundo, incluso a los diplomáticos israelíes que mantenían contactos bajo el radar con países árabes.
La rúbrica de los Acuerdos de Abraham cambió el paradigma que dictó por más de medio siglo las dinámicas de la región.
«Nos sorprendió el momento elegido para los anuncios, sin previo aviso. No estábamos al corriente pero era algo en lo que llevábamos años trabajando. Iba a suceder tarde o temprano», afirmó el director para Oriente Medio del Ministerio de Exteriores de Israel, Eliav Benjamin.
Auspiciados por el expresidente estadounidense Donald Trump, los acuerdos se firmaron el 15 de septiembre de 2020, en una ceremonia solemne en la Casa Blanca, por el ex primer ministro, Benjamín Netanyahu, el ministro emiratí de Exteriores, Abdulá bin Zayed al Nahyan, y su homólogo de Bahréin, Abdulatif bin Rashid al Zayani.
Fue el propio Trump quien comunicó por Twitter el 13 de agosto de 2020, de forma totalmente inesperada, que Israel y EAU normalizarían relaciones; procedimiento que repitió el 11 de septiembre con Bahréin; unos anuncios poco ortodoxos que se oficializaron, hoy hace un año, con la firma de los Acuerdos de Abraham, a los que luego se adhirieron Sudán y Marruecos.
Aunque Netanyahu fagocitara en cierto modo las funciones del Ministerio de Exteriores asignando gran parte de sus competencias a estrechos colaboradores, el cuerpo diplomático israelí celebró los acuerdos como un logro propio, fruto de años de trabajo, a pesar de que él y Trump se atribuyeran el mérito por este «giro histórico» y acapararan los focos.
«Al minuto siguiente del anuncio, la diplomacia se puso manos a la obra de nuevo para dotar los acuerdos de sustancia y contenido», matizó Benjamin, que integra el equipo que en el último lustro ha mantenido encuentros detrás del telón -y todavía mantiene- con naciones árabes de Oriente Medio y el Norte de África.
El ministro de Exteriores, Yair Lapid, afirmó recientemente que Israel está negociando que más países se sumen a los pactos de Abraham. Fuentes diplomáticas confirmaron que Israel mantiene algún tipo de contacto con todo el mundo árabe excepto con Líbano, Siria y Yemen, lo que incluye países oficialmente designados «enemigos» como Irak.
Los Acuerdos de Abraham quebraron el consenso árabe de no atar lazos con Israel hasta la creación de un Estado palestino, pero responden a la necesidad de forjar un frente común contra Irán, potencia nuclear vista como una amenaza tanto por Israel como por varias monarquías del Golfo, incluida Arabia Saudí. Aún sin vínculos formales, los contactos en la sombra entre el Estado judío y la wahabita son un secreto a voces.
«Nadie se ha olvidado de los palestinos, al contrario. Las últimas décadas no han beneficiado a nadie y los acuerdos abren nuevas oportunidades también para ellos, que pueden aprovecharse del aumento del comercio e inversiones», señaló Benjamin.
Sobre la cuestión palestina, Eytan Naeh -encargado de negocios de la embajada israelí en Abu Dabi y próximo embajador en Bahréin- asegura que no debe ser obstáculo para tejer lazos con más países árabes y pone como ejemplo «las importantes discrepancias» que Israel mantiene con Egipto y Jordania en ese tema, sin que eso haya roto la relación establecida en 1979 y 1994, respectivamente.
«Cuantos más países árabes normalicen relaciones con Israel, más asuntos se pueden poner sobre la mesa. El mundo árabe está abandonando un enfoque más emocional del conflicto por uno más práctico», indicó.
Más allá de cuestiones políticas, los acuerdos ya han dado réditos en el ámbito económico y el comercio de Israel con el mundo árabe se multiplicó un 234 % en los siete primeros meses de 2021, con Emiratos a la cabeza.
Naeh, que lideró la misión diplomática que primero aterrizó en Abu Dabi en enero para cimentar la relación, se confiesa «entusiasmado con las sinergias conseguidas en tan poco tiempo»: «ya tenemos embajadas, un comercio bilateral que supera los 600.000 millones dólares, 230.000 turistas israelíes visitando EAU y decenas de acuerdos en materia de alta tecnología, innovación, tratamiento de agua, seguridad alimentaria o medicina».
Después de encarrilar la relación entre Israel y EAU, Naeh está pendiente del plácet bahreiní para trasladarse a Manana; mientras que el enviado de Bahréin a Israel, Khaled Al Jalahma, presentó ayer cartas credenciales ante el presidente israelí, Isaac Herzog.
«Estoy convencido de que la relación con Bahréin será tan fructífera como con EAU», apuntó Naeh, cuatro días después de que se hayan abierto las rutas aéreas directas Manama-Tel Aviv, un paso fundamental para incentivar los intercambios empresariales.
En ese vuelo viajó por primera vez a Israel la diplomática bahreiní Houda Nonoo, ex embajadora en EEUU y una de las impulsoras de los Acuerdos de Abraham, a cuya firma asistió hace un año en Washington como la única embajadora judía de un país árabe.
«El centro del acuerdo es el deseo de crear un nuevo Oriente Medio, construido sobre la base de la paz y la prosperidad para todos», apuntó Nonoo, nativa de la comunidad judía de Bahréin, la más antigua del Golfo, asentada a finales del siglo XIX. EFE